
El poder de la esperanza
Señor Sinay:
Tengo 20 años. Estoy estudiando en la universidad y veo que la sociedad en la que vivo y la gente con la que me relaciono es, en general, muy egocéntrica. Importa muy poco el bienestar de los demás. Actuando de esa manera, se demuestra poco interés en el propio bien con vistas a largo plazo. Como ejemplo de esto cito la enorme falta de respeto a las normas de tránsito y el descuido del medio ambiente. Estas dos conductas son las que más afectan a la sociedad en su conjunto, sin distinción de clases. No generalizo, me opongo a resumir en las conductas de unos el accionar de toda la ciudadanía, pero un gran porcentaje está identificado con esta forma de vivir. Lamentablemente, muchas veces el cambio de actitud llega demasiado tarde y cuando las consecuencias son irreparables. Necesitamos ejemplos de verdadera buena voluntad para que la sociedad que viene valore lo que es el "dar para recibir".
José Luis Carreras
Hoy, en la misa, leímos que San Juan el Bautista se define a sí mismo como "una voz en el desierto". Pensé en cuántos se sienten así. Gracias a Dios, nosotros sabemos que están allí (los que no bajan los brazos).
Florencia Smart
El investigador alemán Rudolf Bilz (1898-1976), especialista en los campos de la medicina y la psicología, es autor de un célebre experimento con ratas recién capturadas, efectuado en Maguncia. El sabía que estos animales pueden nadar, naturalmente, ochenta horas seguidas. Pero observó que, arrojadas de improviso en un tanque con agua y paredes lisas, se daban por vencidas y morían mucho antes de ese plazo. Un día más tarde repitió el procedimiento con otro grupo de esos animales, aunque a los quince minutos les arrojó unas tablitas a las que podían asirse y por las que lograrían trepar y salir. En el tercer día, Bilz volvió a arrojar a este segundo grupo al agua sin proveerles las tablitas. Las ratas nadaron ochenta horas y fueron rescatadas con vida. Bilz comprobó que el primer grupo había muerto por estrés y desesperación, mientras que el segundo pudo sobrevivir porque, al haber recibido ayuda una vez, contaba con la esperanza de que esto volviera a ocurrir. "Sabían que eso era posible porque formaba parte de su experiencia." Bilz llamó a su trabajo El experimento de la esperanza.
La doctora en filosofía, psicóloga y logoterapeuta Elisabeth Lukas alude a este experimento en su libro Paz vital, plenitud y placer de vivir y se pregunta cuánto puede esperarse del potencial espiritual del ser humano si eso ocurre con los pequeños mamíferos. "En la vida de cada persona, reflexiona Lukas, hay períodos que sólo se pueden soportar con la esperanza de que un día se verá la luz del sentido brillar en el horizonte. Nadie es capaz de subsistir sin esta esperanza." Ni individual ni colectivamente. Eso lo intuían los miles de desempleados de Amsterdam que, en plena catástrofe económica en los años treinta, plantaron por propia iniciativa los árboles que hoy constituyen uno de los pulmones vitales de la ciudad. Nadie planta árboles si no cree en el futuro, dice Lukas al respecto.
Nuestros amigos Florencia y José Luis encarnan, a su manera, la voz de los plantadores de árboles. También podemos llamarlos emergentes. El emergente, el que intuye o percibe que hay otros paradigmas posibles y realizables, suele tener momentos de decepción, de desconcierto, en los que llega a preguntarse si está solo o, incluso, si está loco. Pero, si sigue nadando, suele encontrarse con otros emergentes como él que acaso también desesperaron y también perseveraron.
Aunque hay períodos históricos en los que socialmente prevalecen intereses egoístas, apetencias materiales de dimensiones bulímicas, y la inmediatez por sobre lo trascendente (son Edades Oscuras, como las llama Tolkien en su impresionante alegoría El señor de los anillos ), en nuestro inconsciente colectivo está la perenne noción de que somos parte de un todo y que sólo cuando nos integramos activamente en esta totalidad sentimos que vivimos con sentido (es decir, con valores que se reflejan en lo que hacemos, en cómo nos vinculamos, en cómo nos instalamos en el mundo). Es una buena razón para plantar árboles. Acaso cada acción de ese tipo ayude a alguien a nadar ochenta horas, pese a todo.
sergiosinay@gmail.com
El autor responde cada domingo en esta página inquietudes y reflexiones sobre cuestiones relacionadas con nuestra manera de vivir, de vincularnos y de afrontar hoy los temas existenciales. Se solicita no exceder los 1000 caracteres.