El poder: cómo ejercitarlo para que sea una herramienta del bien y no un arma destructiva
Según Bernardo Stamateas, el poder no es ni bueno ni malo, más bien, es la capacidad que tenemos todas las personas para servir a los demás
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El poder es la capacidad que poseemos los seres humanos de accionar. Lo tiene aquella persona que toma las decisiones. Cuántas personas lo han usado para destruir a otras y, en esos casos, se suele comentar: “Esa persona tiene mucho poder”.
Pero existen distintos tipos de poder: el poder del conocimiento, el poder del dinero, el poder de la fuerza, el poder del amor, etc. Si bien el tema es muy amplio, en estas líneas me gustaría compartir algunas ideas al respecto.
En primer lugar, imaginemos una pirámide en un lugar de trabajo:
Por lo general, quien se encuentra arriba de la pirámide tiene más poder que aquellos que están abajo. Este es el poder de la posición, de la jerarquía. Imaginemos una situación hipotética: el director de una institución tiene la oficina de su secretario contigua a la propia. Como solo los separa una puerta, el asistente entra y sale de su despacho continuamente. Es así como, lentamente, este hombre comienza a “serrucharle el piso” (como se dice vulgarmente) hasta que, finalmente, terminan despidiendo al director. ¿Quién es su reemplazante? ¡El mismo secretario!
Ahora bien, cuando él asume el cargo de director, le asignan un nuevo asistente. ¿Qué hace entonces? Lo envía a una oficina en otro piso, bien al fondo del pasillo. Él considera: “Cuando yo era secretario, pude llevar y traer información por haber estado muy cerca del director; no voy a permitir que alguien esté a mi lado y me haga atravesar la misma situación; así que mejor lo enviaré lejos de mí”.
La historia de la humanidad nos muestra que siempre aquellos que armaban un complot para derrocar al rey eran las personas que más cerca estaban de él: “El poder de la posición”.
También es posible pensar el poder desde este lugar: Ubiquemos en el círculo interior al director de un hospital y, en el último círculo, a una enfermera.
Ella le pide a su superior que intervenga para brindarles los insumos que necesitan en un sector muy alejado del poder. Sin embargo, este hombre ignora por completo la petición. La enfermera es amiga de la esposa de alguien muy importante e influyente que intervino para que el director llegara a ocupar su puesto.
Finalmente, el marido de la amiga de la enfermera habla directamente con el director para que este acepte oír la solicitud de insumos que, durante tanto tiempo, le han estado haciendo. Aquí hacemos referencia al poder de los contactos.
El poder no es ni bueno ni malo. Es neutro. Es, en realidad, la capacidad que todos tenemos para servir a otros. No es un fin, como algunos creen, sino un medio. Cuando una persona le devuelve el poder a un grupo a través del servicio, este le da aún más poder. De ninguna manera debería ser para destruir a otros, sino solamente para construir. Cuando el poder se convierte en un fin en sí mismo termina siendo un arma destructiva; pero, sea del tipo que sea, cuando se pone al servicio del prójimo, termina siendo una bendición para todos.
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