Desde Astérix a Corto Maltés, la historia y la historieta son viejas compañeras. Pero en el caso de la revista francesa Vaillant y su avatar, Pif le Chien (el perro Pif) la historia fue, más que una influencia, el disparador directo de un inédito boom editorial que brilló en los ´70: un fenómeno que cumple con nostalgia medio siglo.
Aliados pero también rivales, Francia y Estados Unidos mantienen una tradición de encuentros y desencuentros que en los últimos tiempos se materializó, vía Twitter,en las disputas comerciales de Trump y Macron. Pero hay formas más sutiles de competir por una visión del mundo, que a veces depara sorpresas inesperadas: así ocurrió durante varias décadas con Pif le Chien -el perro Pif, de raza indefinida y tan antropomorfo como cualquier personaje de Disney- cuando se convirtió en la "excepción francesa" opuesta al universalísimo dominio del ratón Mickey.
La revista récord
Pif fue el protagonista de una revista semanal de historietas para chicos que se publicó en Francia desde 1969 hasta 1992 y llegó a alcanzar, en pleno apogeo, tiradas superiores al millón de ejemplares. El sueño de cualquier editor… y sin duda un caso sociológico. Porque el control de la publicación de Pif estaba en manos del Partido Comunista Francés (PCF), que lo convirtió durante décadas en un bastión de izquierda bien plantado ante la revista competidora, el Journal de Mickey.
Visto retrospectivamente, resulta impensable que un partido tan alejado de las leyes del mercado capitalista como el PCF haya sido el padrino de una revista que encabezó las listas de publicaciones europeas más vendidas en los años ´70, junto con "monstruos sagrados" como Paris Match, Stern u Oggi. Aunque en realidad la injerencia del partido -uno de los más fieles defensores de las políticas de Stalin entre sus equivalentes europeos- era casi nula en el manejo editorial de la revista.
Como toda historia, esta trama tiene un revés que permite entenderla y para eso hay que remontarse a 1945, el año que selló el fin de la Segunda Guerra Mundial y vio nacer un nuevo orden construido sobre las ruinas de los campos de batalla de toda Europa. Eran años de restricciones y, por lo tanto, de publicaciones escasas, tanto por falta de papel como por falta de mérito: muchas publicaciones habían sido complacientes -o directamente comprometidas- con el ocupante nazi y fueron suspendidas. Numerosas editoriales cambiaron de manos y nacieron nuevos diarios y revistas, casi todos en manos de periodistas que habían participado en la Resistencia o regresaban del exilio. Le Monde es el caso más conocido.
El papel activo de los miembros del Partido Comunista en las redes de resistencia les dio influencia en numerosas publicaciones: así nació Vaillant (Valiente), una revista dirigida a la juventud con el objetivo de hacer circular las grandes ideas del partido mediante historietas y novelas publicadas a modo de folletín. Con el tiempo fue evolucionando, pero para los años ´60 era un auténtico ovni en el mercado editorial. No estaba sometida a las leyes del mercado y seguía publicándose pese a una deuda enorme, gracias a canales de venta alternativos muy novedosos en la época. Desde la venta en fábricas a las fiestas del partido, en la calle junto con L’Humanité (el diario fundado por Jean Jaurès que con el tiempo se convirtió en órgano oficial del PCF) y en los países del bloque socialista de Europa del Este, donde fue una de las pocas revistas occidentales que pudo circular masivamente (generaciones de niños de Bulgaria, Rumania y Rusia aprendieron así francés y tuvieron al mismo tiempo una ventana hacia Occidente gracias a Pif).
De Vaillant a Pif
Con el paso del tiempo, los personajes centrados únicamente en la resistencia y la guerra dieron lugar a otros nuevos. La revista se hizo menos austera, el humor ganó espacio y las historietas de aventuras se especializaron en glorificar valores como la fraternidad, el anticolonialismo y la igualdad con protagonistas tan dispares como jóvenes revolucionarios chinos, astronautas que visitan las galaxias, un justiciero oriental en una ciudad mítica y hasta vikingos.
Pero un personaje en especial empezó a ganar popularidad y espacio: era Pif, un perro simpático y panzón que camina en dos patas y vive en una típica familia de clase media-baja de la Francia de los ´50. Pif se las ingenia para llegar a fin de mes, descubre las primeras vacaciones, pasea en el primer auto de su maestro, recibe naranjas para Navidad igual que el hijo de la familia. Su fama creció tanto que poco a poco eclipsó a la familia y empezó a vivir sus propias aventuras: así se convirtió en Pif le Chien, el perro más famoso de Francia en los años ´50, dedicado durante toda su vida virtual a pelear con el gato Hercule, su eterno amigo-enemigo.
Los dos personajes, así como la familia original, eran creaciones del dibujante español y militante socialista José Cabrero Arnal, que se había exiliado en Francia tras la derrota republicana en 1939. Algunos coleccionistas descubrieron un fuerte parentesco entre Pif y el perro Top, que Arnal dibujaba en Barcelona en los años ´30.
Entre mediados de los ´50 y los ´60, Pif ya ocupaba con sus aventuras toda la portada de Vaillant. Algunos años más tarde la revista pasó a llamarse directamente Vaillant, le journal de Pif. En 1967 el logo cambió y el perro bípedo siguió ganando espacio. Sin embargo, la errática gestión comercial de la revista y la feroz competencia de Hachette -que publicaba las aventuras de Mickey- frenaban el auge de Pif y el crecimiento de la publicación.
Un perro contra un ratón
Impotentes ante un potencial que sentían no poder concretar, en febrero de 1969 finalmente los editores dieron con la fórmula mágica, que en pocos años se convirtió en un boom sin par en la historia de la prensa infantil. Ese mes se lanzó la nueva versión de la revista, ahora sí definitivamente bautizada Pif y estrechamente vinculada con el perro, ya liberado totalmente de su familia para vivir aventuras propias dibujadas por varios historietistas que alimentaron durante años una producción colosal.
Francia recién salía de las turbulencias de mayo del ´68, la vida cultural estaba en ebullición y gobernaba Georges Pompidou, una creación salida de las manos del general de Gaulle a quien hoy se recuerda sobre todo por el futurista museo de París que lleva su nombre. Todo estaba listo para que el lunes 24 de febrero de 1969 Pif saliera a la calle con tres ases en la manga: una portada totalmente dedicada al perro, una revista totalmente compuesta de historias enteras (sin el famoso "continuará") y sobre todo un juguete sorpresa: el archifamoso "gadget" que le daría un éxito monumental.
En pocas semanas, Pif colmó la histórica diferencia de ventas con el Journal de Mickey. Mientras Astérix, nacido más o menos en la misma época, resistía "siempre y todavía" al invasor romano, Pif empezó una lucha de resistencia con los personajes bien estereotipados de los estudios Disney. Durante varias décadas, ambas publicaciones marcaron dos bloques de lectores muy diferentes: las clases burguesas y católicas suscribían a sus hijos a Mickey, mientras las clases medias obreras y las familias progresistas elegían a Pif.
Paradójicamente, mientras la revista ganaba lectores el PCF empezaba su lenta y larga agonía. Si bien Vaillant -la editorial de Pif- mantenía los vínculos con el partido, la popularidad de la publicación la dejaba al margen de cualquier injerencia política: aunque no por ello renunciaba a la herencia de héroes altruistas y progresistas, en contraposición con el individualista Donald o el avaro Tío Rico.
Los personajes centrales de Pif eran las creaciones de Arnal: Pif, Hercule, Pifou, Placid, Muzo y otros. Pero desde los primeros números de la nueva revista apareció una multitud de nuevos talentos que marcarían la historieta francesa y europea: Pif puede jactarse de haber sido la primera revista que publicó en Francia a Hugo Pratt. En sus páginas, Corto Maltés habló francés por primera vez y también se dio a conocer el recordado Mordillo.
Pero el "gadget" era fundamental. El histórico pico de venta de un millón de ejemplares se debe a un gusanito que vive en una especie de poroto en el norte desértico mexicano: los "porotos saltarines de México" viven en el recuerdo de un millón de familias francesas y resultaron un auténtico hito industrial, ya que la revista fue empaquetada en tiempo récord con el fin de evitar una estadía demasiado prolongada del bicho bajo un blíster en los kioscos de revistas.
La lista de "gadgets" famosos es larga: una auténtica cámara de fotos, un telescopio para armar, los inolvidables Sea Monkeys… Durante muchos años, el gran acontecimiento del miércoles -un día en el que no había clases en Francia en aquellos tiempos- era ir a buscar al kiosco el nuevo número de Pif. La edad de oro duró hasta 1972-1973, cuando los títulos de Vaillant -incluyendo ediciones especiales de todo tipo- alcanzaban entre 35 y 40 millones de ejemplares por año.
El final de la historia sería menos feliz. Varios cambios de equipo, una política editorial menos osada y el estancamiento de la popularidad de Pif provocaron el comienzo de un declive lento pero inexorable desde mediados de los ´70. Los juguetes incluidos eran menos didácticos e imaginativos, las tiras se volvían más convencionales y los lectores crecían: ya eran adolescentes o jóvenes adultos que se volcaban a otras publicaciones.
Pif siguió su carrera hasta 1992, pero desdibujada. Años más tarde volvió, mensualmente, entre 2005 y 2008, hasta que en 2015 tomó con éxito la forma de números "fuera de serie": así siguió un nuevo intento con el nombre de Super Pif. Mientras tanto la nostalgia hizo su trabajo: los ejemplares de la época histórica -los 300 primeros números- empezaron a cotizar cada vez mejor en las ferias de segunda mano; los coleccionistas redescubrieron los "gadgets" y la televisión se interesó en la revista y su legado. Los primeros lectores ya eran padres, y hasta abuelos… Y aunque Pif haya vuelto a ser historia en plena era de Internet, no deja de ser notable que en este mundo globalizado perdure con cariño el recuerdo de este perro nacido en la España republicana, criado en la Francia de la posguerra y mimado por las sociedades herederas de Mayo del ´68. Último signo de los tiempos, el PCF en vías de extinción no fue el padrino de los últimos intentos de relanzamiento.
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