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Cuenta la leyenda que poco antes de que Marilyn Monroe confesara a la revista Life (en su edición del 7 de abril de 1952) que dormía apenas cubierta por unas gotas de Chanel N 5, ya los soldados estadounidenses durante la Segunda Guerra compraban la fragancia en París para llevarla de regalo a sus mujeres. Sin embargo, bastó aquella frase tan fresca y espontánea (y sin que hiciera falta mencionar la palabra “desnuda”) para que explotaran las fantasías de los lectores, que aún hoy asocian a la rubia con el perfume más vendido de la historia. La encarnación definitiva de su erótica quedaría grabada para siempre en una de las imágenes halladas dentro de un centenar de negativos aparecidos de casualidad en un hangar de Brooklyn, Nueva York, en 1985, y que recién en la década de 1990 la compañía Chanel difundió: Marilyn frente al espejo, mojándose el escote con la mágica pócima.
“Una mujer debe oler como una mujer, no como una rosa”
Así le decía Coco Chanel a su perfumista en 1921, cuando le encargó el diseño de una fragancia nueva. La premisa era clara: quería que oliera “como una mujer”, y “que no manche”. La fórmula, que fue éxito desde el día uno y sigue siendo el secreto mejor guardado (aunque se sabe que entre sus notas hay rosas y jazmín, pero también pachuli, vetiver y sándalo, los más pregnantes de la naturaleza junto con el almizcle) se vende sin pausa desde entonces. Incluso en pandemia las ventas no bajaron, refrendando el pronóstico de la industria de la cosmética que creyó hundirse por las secuelas del COVID. “El perfume reemplazará al labial” anticipaba el manáger de una de las principales marcas francesas de lujo a mediados del 2020. “A las personas se las recuerda por su olor, no por su aspecto”, sentenciaba, y con razón.
La ciencia lo confirma
El olfato es el sentido con mayor capacidad para evocar situaciones o personas, y en este punto su efecto es más potente que el de la vista, por eso se dice que es un conquistador silencioso, un seductor invisible que “trabaja” solo: se ser bonitos y estar bien vestidos, ser simpáticos, magnéticos e inteligentes, pero nuestro olor es lo que definirá una cita romántica. En su ensayo Sociología del olor, el antropólogo inglés Anthony Synnott recordaba cuánto representa en la vida cotidiana: marca límites, es símbolo de estatus, es algo que mantiene distancias, es una técnica para dejar una buena impresión y también una señal de peligro, por ejemplo. “Aviva recuerdos y despierta el apetito, tanto el culinario como el sexual. Asimismo, puede emplearse como herramientas de mercadotecnia, para mejorar el ánimo y ayudar a sanar o a provocar náusea. Pero, ante todo, los olores son manifestaciones de lo que uno es, no sólo de manera literal, como signo de identidad, sino de manera metafórica. Los olores definen al individuo y al grupo” escribía en un largo ensayo.
Un individuo sano a lo largo de su vida puede percibir (no identificar) entre 10 000 y 40 000 olores diferentes; cifra que multiplican por diez quienes tienen el don o la sensibilidad de distinguirlos claramente, como los llamados “narices”, que podrían catalogar unos 100.000 sin ninguna dificultad, según estima en una encuesta realizada por National Geographic en la que se explora las dimensiones científicas del fenómeno de la “olfacción”. Con un millón y medio de consultados, la más grande y seria realizada sobre el tema, entre los hallazgos la revista publicaba que, en términos generales, las mujeres tienen mejor olfato que los hombres; las reacciones positivas o negativas a los olores varían enormemente de un lugar a otro. Casi dos de cada tres personas lo han perdido temporalmente, y cerca de uno por ciento de los consultados dijo no tener olfato. Estas últimas afirmaciones hoy tienen otro impacto. Respecto de la pandemia que estamos atravesando y los síntomas característicos del virus - entre las que figura la pérdida de esta facultad – los seres humanos deberíamos cuidarnos mucho, mucho más, puesto que perder la memoria olfativa implicaría olvidar a muchas personas y recuerdos que dejaron huella en nuestra vida. Ya lo dijo el escritor Rudyard Kipling: “más que los sonidos o las imágenes, los olores pueden mover las fibras del corazón”….
La fantasía entorno a los efectos lascivos del Chanel llegó lejos. A mediados de la década de 1980 en el sur de Francia la policía logró detener a una banda de ladrones que se disponía a saltar un camión con 38 toneladas de frascos (llenos). Mito o realidad, lo cierto es que fue el primer perfume en llegar a un museo. Desde 1959 forma parte de la colección permanente del MOMA de Nueva York.