El pequeño vigoroso
De contextura fuerte y paladares suaves, el Petit Verdot varietal continúa allí esperando el turno para dar el gran salto
Un very few, o miembro de las minorías sociales selectas avispadas, se reconoce al toque con otro very few porque en restaurante finoli ambos prefieren cassoulet de garbanzos a langosta Thermidor. Y para acompañar el plato, por supuesto, pedirán varietal Petit Verdot.
¡Petit Verdot! En París el marketing argentino de la inminente fashion es ordenar Malbec Alta Angélica Zapata. Y, en caso de no haber éste, el Catena Zapata Estiba Reservada. Con su Malbec top integrando el blend de Cabernet Sauvignon y Merlot. Pero en Buenos Aires, como respaldo a lo que se llama técnicamente un plato de cuchara, la propuesta perspicaz más adecuada es el Petit Verdot.
Existiendo por ahora tres opciones: un accesible Rodas de antocianos vigorosos y afrutados; un Alta Vista intermezzo, de pasiones bajas; y un Finca La Anita, de alta gama predilecta, superior.
En Francia el Petit Verdot agrega vigor al corte Cabernet-Merlot de los Bordeaux tradicionales. Pero entre nosotros esa función corre por cuenta del robusto Malbec, de manera que ¿what for? Lo que incorpora el verdot es espalda ancha y esa leve sensación de rusticidad propia del Cabernet Franc. Es otra cosa, pues, y como tal, seduce.
En mis continuos merodeos, excursiones y correrías titubeantes por las pampas interiores de la patria nacional, fondo a la izquierda, siempre me ocurre de todo y otros despistes; pero también hallazgos dadivosos. Que casi casi te compensan por los maltratos en los aeropuertos.
En uno último, vinería de Río IV, me encontré con dos botellas de Dominio Valdepusas de Toledo, variedad Petit Verdot, vinificadas en 1999 por el Marqués de Griñón. Descorchadas en comida con amigos, acompañaron apropiadamente plato de ranas toro cordobesas fritas corto a la romana. Guarnición no muy recherché, pero sabrosa: lentejas frescas a la pura oliva.
Recherché significa piripipí por rebuscado, informaciones útiles. Lo de las lentejas con las ranas, anóteselo también. Entre las lentejas había virtuosas virutas de panceta frita.
El musculoso y oscuro Petit Verdot nunca fue cepaje demasiado difundido fuera de Bordeaux, donde solía usarse como componente menor en la fórmula de cortes clásica de los grand cru Médoc. A la austera, aristocrática e introspectiva base Cabernet Sauvignon y Cabernet Franc (sesenta y pico por ciento) cortada con un 30% de chispeante frivolidad Merlot, se le agregaba un poco (5 al 10%) de este Petit Verdot. Al estilo comedido voluntarioso que viene para dar una mano y aumentar un poco, pero en forma respetuosa, la corpulencia del conjunto. También, ya que está ahí, para profundizar color.
En otras palabras, la variedad Petit Verdot se manejaba en el Médoc como tintorera, lo mismo que nuestros abuelos mendocinos de la industria nacional usaban antaño el Malbec, la Bonarda y el Aspirán Bouchet. Se los tenía como cepajes segundones, formato actores de reparto que figuran en el elenco pero con letra más chiquita.
Eso no quiere decir que mañana o pasado esos vinos no salten al estrellado por sus méritos propios, como le está pasando hoy al Aspirán Bouchet, rebautizado Cabernet Franc.
Gracias a Nicolás Catena y al espaldarazo que les dio Michel Rolland, hablando horas seguidas sobre las jerarquías del Malbec frente a la flor y nata de los periodistas y bodegueros franceses, o sea, el Gotha del escabio internacional. Flor de promoción.
Los Petit Verdot varietales nuestros tienen buena nariz, con aromas particularmente seductores y paladar de gran cuerpo, llenan bien la boca, pero sin esas prepotencias astringentes que te sacan las ganas de descorchar otra botella.
Están perfectos, redondos, amables, picantitos, acompañando bien sazones fuertes, como lentejas garnie, garbanzos con papas y tocino, arroz pilav con albóndigas guisadas, etcétera, suculencias que estamos viendo crecer a fashion entre los comensales habitués a restaurantes.
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