El peluquero de los Beatles
Ocurrió por casualidad. Leslie Cavendish (71) era un joven peluquero del exclusivo salón londinense Vidal Sassoon, cuando Jane Asher entró, con su "melena espesa, lujuriante y de un rubio tirando a fresa". No era la primera vez que la actriz –quien recién había participado en la exitosa película Alfie (1966), al lado de Michael Caine, y, que salía desde tres años antes con Paul McCartney –, pasaba por ahí. Solo que aquella vez, el jefe de Leslie le pidió que la atendiera en su lugar. Al terminar, Asher le dijo: "Mi novio necesita un buen corte", y le dio una dirección: Cavendish Avenue 7. "Mi apellido es Cavendish", le comentó Leslie. "Entonces debe de ser el destino", bromeó ella. Y así fue que el estilista comenzó una relación con los Beatles.
"Haber podido trabajar con ellos, con una banda que yo admiraba, fue como ganarme la lotería. Cuando tenía 15 años, escuchaba sus canciones y estaba empezando a vivir mi vida; jamás imaginé que, cuatro años después, iba a estar cortándoles el pelo. Fue un privilegio", dice al teléfono Leslie Cavendish a La Nacion revista. Entonces era un muchacho que se había criado en una familia de inmigrantes judíos, en el lado este de Londres, y suspiraba por las chicas guapas.
Cavendish acaba de narrar su experiencia con las cabezas y personalidades de los "fabulosos cuatro", durante los agitados años 60 londinenses, en El peluquero de los Beatles (Indicios), que la editorial Urano lanzará en marzo en la Argentina. En su libro –escrito con la ayuda de Eduardo Jáuregui y Neil McNaughton–, cuenta que era tan fanático del grupo, que les cobraba una tarifa normal: "Les habría cortado el pelo gratis", apunta.
Conoció a la famosa banda británica cuando John Lennon había dicho que eran "más populares que Jesucristo", y el conjunto había anunciado que no harían más presentaciones en vivo: les interesaba superar sus propios límites e incorporar otras sonoridades, algo que dejaron traslucir en Rubber Soul (1965) y Revolver (1966). En cuanto a su imagen, habían dejado atrás los trajes y las corbatas que les impuso su mánager Brian Epstein –quien moriría en 1967–, y los cortes de hongo –mop-top–, inspiración de la fotógrafa alemana Astrid Kirchherr, que había sido novia de Stuart Sutcliffe, bajista y pianista del originario The Silver Beatles.
El primer encuentro de Cavendish con McCartney superó sus expectativas. Si bien al salón en que Leslie trabajaba llegaban celebridades como Shirley Bassey, Cillia Black o Grace Doddington –y Vidal Sassoon, el propietario, sería, por ejemplo, el creador de los looks de Twiggy y Mia Farrow (en El bebé de Rosemary, 1968)–, esto fue diferente. Arribó a la casa de tres pisos de McCartney –con groupies que acampaban a la entrada–, tocó el timbre y, luego de anunciarse, aguardó bajo un cobertizo. El propio músico le abrió la puerta. Cavendish estaba aturdido. Mientras lo conducía por la sala de estar, donde había un piano y dos guitarras, Paul cortó el hielo con una frase afable. "Lo miré y me fijé en su ligera sonrisa... No era la estrella de la música que solo existía en las revistas, ni un héroe, un ídolo o un semidiós: era un simpático chico de Liverpool que necesitaba urgentemente un corte de pelo. Y para eso estaba yo allí", relata Cavendish.
McCartney –que, por lo visto, anhelaba sentirse libre, tras pasar los últimos años junto con sus compañeros de banda en hoteles y conciertos para fans que no oían la música de tanto que gritaban– dejó que Leslie le cortara el pelo como quisiera. Este decidió dejarle los extremos más largos. "Wow, no parece que me hubieras cortado el pelo", le dijo Paul, cuando terminó, a pesar de los mechones que había sobre el piso. Fue el mejor cumplido que recibió el peluquero. Después, lo invitó a tomar el té y hasta le dio un adelanto al piano de la canción "When I’m Sixty Four", que sería incluida en Sgt. Pepper's Lonely Hearts Club Band (1967), el Mejor Álbum de Todos los Tiempos, según la revista Rolling Stone.
Con Sassoon, Leslie había aprendido dos cosas: no acostarse con las clientas –algo que no siempre logró– y mantener la boca cerrada. Esto último lo cumplió no solo con los Beatles, sino también con los Bee Gees, los Dave Clark Five y algunos miembros de The Who con que trabajó. Le dieron confianza y él no la traicionó. En el caso de los Beatles, "siempre he dicho que mi relación con ellos no tuvo que ver tanto con mi habilidad para cortar el pelo, sino con la suerte, el arte de vender y mi discreción a toda prueba".
Gracias a esto último, McCartney –a quien en una ocasión le dejó el pelo cortísimo, para que no lo reconocieran, en un viaje a África– lo dejó presenciar algunas grabaciones de álbumes como Sgt. Pepper's. También le ofreció ser el estilista oficial de la película Magical Mystery Tour. Todo, en 1967.
George, John, Ringo y Paul
A George Harrison, que tenía el pelo "dos veces más espeso" que el de Paul, Cavendish le cortó el cabello en Apple Corps, las oficinas de los Beatles en Savile Row. De inmediato observó que, a diferencia de Paul, al que le gustaba charlar y bromear, George era un tipo callado. "Creo que entraba en estados más elevados de conciencia. Al fin y al cabo, en aquella época compuso "Within You Without You", el himno del verano del amor", apunta Leslie.
Lennon solía ignorar al peluquero hasta que un día, cuando las grabaciones de Sgt. Pepper’s estaban por concluir, vio cómo terminaba de cortarle el pelo a Mal Evans, el asistente de la banda, y se paseó alrededor de su cabeza. Le gustaron "las patillas limpiamente cortadas" y le dijo a Leslie: "Muy pero muy bien. ¿Podrías venir a mi despacho y cortármelo a mí, por favor?". Cavendish sudó con ese corte, no porque fuera difícil hacerlo, sino porque John no se quedaba quieto.
En su segunda sesión con Lennon, apareció Yoko Ono, cuyo trabajo había impresionado al músico en una reciente exposición. "... Me di cuenta de que estaba siendo testigo de un encuentro memorable. Por primera vez, desde que lo conocía, John Lennon no hablaba de los Beatles ni de música. Su conversación tocaba temas más sólidos: el arte, la vida, la verdad...". Según Leslie, fue fascinante ver esa interacción: "Era como una performance... Estaban clavándose clavos delante de mis narices. Estaban respirando el aire del otro...", detalla.
Al estilista, Yoko le produjo una profunda impresión. "No era atractiva al modo convencional, pero tenía algo que llamaba la atención... Yo sé que es una figura polémica, que hay fans que la odian y se ha dicho mucho sobre ella, pero, la verdad, cuando ella estaba, a John yo lo veía feliz", opina. "Creo que ella le hizo bien, le dio un soporte. Sin saber nada de su infancia ni de la historia con su madre, entonces, yo vi rabia en él. Se notaba en la fuerza que le imprimía a sus canciones. Y si bien él solía estar de buen ánimo cuando yo le cortaba el pelo, como todo el mundo, sabía de su humor cambiante".
Ringo Starr estaba casado en esos tiempos con Maureen Starkey, una peluquera. De todas maneras, Cavendish le cortó el pelo varias veces y lo describe como agudo, aunque algo distante. "Era el único Beatle que no quería que se olvidaran que era un Beatle", dice. Y en su libro cuenta que durante una sesión de Sgt. Pepper's Paul le quitó las baquetas para mostrarle a Ringo cómo quería que tocara "y de pasada demostró que era un músico brillante". Ringo echó del estudio a todos los que no eran del conjunto.
Cavendish extraña verlos grabar juntos, porque "aunque el talento de McCartney y Lennon era fenomenal, los cuatro eran una unidad. Ellos se conocían desde hacía mucho. Hay gente que piensa que los Beatles estuvieron juntos como cinco años y luego se separaron, y no es así. Desde 1958 eran amigos. Luego fueron a Alemania, y se tienen que haber conocido realmente bien, lo cual contribuía a su consistencia".
Aunque en los últimos tiempos había tensión en el ambiente, sobre todo mientras grababan, Cavendish acariciaba la idea de que tal vez, luego de cinco o seis años, tras la ruptura, en 1970, la banda podía volver a reunirse. "Yo asistí a un concierto en directo, entonces sé de lo que hablo", subraya.
¿Es Paul McCartney tu Beatle favorito? "Paul fue el Beatle con el que tuve más contacto. Le cortaba el cabello en su casa. Cuando iba a lo de Paul, escuchaba su música o tomaba el té con él [también fumaban marihuana juntos, dice en su libro]. Fue una relación más casual y lo conocí un poco más que a los otros", responde.
Para Cavendish, McCartney era el verdadero líder de los Beatles: "Era el que se apuraba a ir a hablar con los ingenieros. Cuando estábamos en el Magical Mystery Tour se encargaba de discutir todo con el director [Bernard Knowles, que aparece en los créditos junto con ellos cuatro]. Era como un director de orquesta. George Harrison hizo su tipo de música y se alejó de las letras de los Beatles. Ringo hacía su cosas y películas, y John estaba en Nueva York, experimentando su vida con Yoko. Paul solo quería hacer música de los Beatles. Si uno cierra los ojos y escucha su trabajo posterior, con los Wings, son canciones de los Beatles. Hasta hoy, compone canciones estilo Beatle".
En sus páginas, también da fe de que McCartney... no murió en 1968, como sostiene la leyenda urbana que ha dado la vuelta al mundo. "La forma en que crece el pelo de una persona es tan característico como sus huellas dactilares. El pelo de cada cual es único". Cavendish habría detectado al impostor. Fue lo que le respondió a un periodista que lo llamó, mientras McCartney andaba de viaje en Escocia. A su regreso, en un momento que charlaban, el peluquero le pasó los dedos por el pelo, fijándose en cómo le caía sobre la frente. "¿Qué haces, Leslie?", le preguntó Paul. "Oh, solo estoy comprobando si estás vivo o muerto", respondió.
A mediados de los años 70, dejó de cortarle el cabello. "Hubiera querido seguir... Su pelo luce bien ahora, pero hubo un período en que le habría aconsejado que no se lo tiñera, porque se le veía un poco rojizo. Ahora se está dejando el gris natural, y luce muy distinguido".
Cavendish cree que su aporte a los Beatles fue que dejaran sus peinados ordenados en el pasado, algo que se nota claramente en la portada de Let it be, disco que se publicó en 1970, luego de la ruptura del grupo, aunque fue grabado a fines de 1968 y comienzos de 1969. Ahí están todos pelilargos. "Su música cambió y sus pelos también lo hicieron", recalca.
Además del quiebre de la banda, que él considera su propio quiebre –metafóricamente, había escalado el Everest con el grupo; después cambió de rubro: se dedicó a vender ropa y botas masculinas–, el asesinato de Lennon lo golpeó. "Fue quizá la muerte de un famoso que más impactó a mi generación. Primero, era algo muy difícil de creer, repentino. Yo estaba en Londres cuando le dispararon. Pensé: va a estar mal por un tiempo y volverá. Y eso nunca ocurrió. Solo cuando anunciaron su muerte, me di cuenta de que un gran héroe mío se había ido. Me dolió. Sentí que el tipo que le disparó le había arrebatado todo lo que él llevaba dentro y podía dar, que era mucho. Y ya no podía hacerse nada al respecto. Fue y es un día triste".
Cavendish sigue siendo un seguidor de los Beatles. "Cuando los conocí, era un groupie: tenía sus pósteres en las paredes, escuchaba y cantaba sus canciones. Ahora, aprecio temas que hicieron en forma individual y escucho su música en conjunto. Algunos temas me parecen pasados de moda. Otros me sorprenden por sus letras, son increíbles. Cuando uno es joven, no les toma el peso a las letras. Ellos hablaban de estar heridos, de buscar amor, ‘And I love her’, por ejemplo, habla de emociones y, para un hombre, escribir sobre sus emociones es aterrador. Ellos lo hicieron, abrieron sus corazones".
¿Qué otros personajes le habría gustado que pasaran por sus tijeras? "De los Rolling Stones, le corté el pelo a Mick Taylor, antes de la muerte de Brian Jones. Más que a Mick Jagger o Keith Richards, me habría gustado cortarle a Rod Stewart, pero un amigo mío se lo cortaba –admite–. También me hubiera gustado cortarle el pelo a Elvis. Algo imposible, pero realmente espectacular, habría sido cortarle el pelo a Jesús. De paso, habría tenido una buena charla con él".
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