El Pato y el Gato Vidas de golfistas
Eduardo Romero y Angel Cabrera tienen muchas diferencias. Pero más asombrosos son los parecidos: coinciden en los mejores greens del planeta y nacieron y crecieron en Villa Allende, Córdoba
Uno es extrovertido, amiguero, bonachón, divertido. Con una infancia vivida en un tranquilo y ameno ámbito familiar.
El otro representa casi su antítesis. Es introvertido, de imagen seria, callado, de fuerte temperamento. Su niñez transcurrió con más malas que buenas.
Uno puede considerarse entre los mejores jugadores que hayan pisado el tour europeo de golf. De hecho, ocupa el lugar decimocuarto en el historial de ganancias del circuito, con más de cinco millones de dólares.
El otro, pese a ya ser una realidad, está catalogado como una de las grandes promesas de este deporte. Hoy, se ubica entre los diez jugadores que más plata ganó en este 1999: superó el millón de dólares.
A uno lo llaman el Gato. Al otro le dicen el Pato. Uno es Eduardo Alejandro Romero. El otro es Angel Leopoldo Cabrera. Uno cumplió 45 años, el pasado 17 de julio. El otro llegó a los 30, el 12 de septiembre último. Uno es el maestro. El otro su discípulo.
Tan distintos en su forma de ser, tan distintos en su forma de actuar. Casi, casi, no tienen nada en común. A esta altura de la nota, usted se preguntara por qué se habla en conjunto de dos personas que representan la caricatura misma del agua y el aceite. Dos razones para responder. "El golf es un deporte individual, pero en su caso sus nombres van siempre juntos..." La definición de Sergio Supertino, manager de ambos, no puede ser más exacta. Juntos recorren el mundo. Donde juega uno juega el otro. En cualquiera de los cinco continentes.
El otro argumento se origina cada vez que dejan de pisar los greens del planeta para volver a sus casas, en Villa Allende, Córdoba. Allí nacieron, se criaron y aprendieron los secretos del deporte. Conocen cada rincón del campo del Córdoba Golf Club de su ciudad, más que los de su propia casa.
En esa cancha transitaron todas las etapas de crecimiento, de los pantalones cortos a los largos, y del vecino curioso, al visitante-practicante, el caddie, hasta llegar al jugador. Por eso, desde el hotel más caro del mundo, le piden a la recepcionista discar la misma característica: Argentina y 0543. En Villa Allende los esperan sus familias y una ciudad que aprendió a vivir el golf a través de sus dos ídolos.
Francisco Aleman, actualmente el comentarista de ESPN para toda América Latina, compartió muchos momentos con ellos. Y los conoce bien. "El Gato es todo carisma, uno de los jugadores más buscados por el público en cualquier torneo de Europa, junto con Severiano Ballesteros. La historia del Pato es similar a la de Rocky Balboa: llegó al éxito viniendo de la nada".
Con tantos kilómetros marcados en sus zapatos, las anécdotas sirven para pintar un poco más a estos personajes. De Romero, aseguran que tiene la misma facilidad para compartir un asado en Córdoba que una cena con los miembros de la realeza británica. Así conoció el palacio de Buckingham por una invitación especial a siete golfistas, entre los que además estaban Jack Nicklaus, Severiano Ballesteros y Nick Faldo. Fue un viernes, a principios de la década. El lunes siguiente ya había vuelto a Villa Allende, y él mismo cocinó el asado en Ceculín, un restaurante de amigos de su ciudad. Y el Gato les decía bromeando: "¿Qué tengo que hacer acá con ustedes, cortando la carne sobre una piedra, si hace tres días estuve cenando con la reina de Inglaterra...?" Su esposa Adriana, madre de Dolores -18 años- da una pista de donde se sintió más cómodo: "A él lo que más le gusta es el asado. No creo que haya otra cosa que le atraiga más en la vida. Le encanta hacerlo, vivimos comiendo asados".
La primera vez que Cabrera salió a jugar al exterior, su viaje resultó una travesía digna de Julio Verne. Su debut fue en Bangkok, nada menos. Y él apenas si decía hello en inglés. Con su manager armaron un sistema por el cual el Pato entregaba un sobre en cada escala, con las explicaciones del caso para la persona que lo recibie- se. Uno, cuando cambió de avión en Johannesburgo, otro en migraciones de Bangkok; otro, en la recepción del hotel. Se fue un sábado con una recomendada instrucción: "Apenas te hayan metido adentro de la habitación, llamá". En la madrugada del martes, una voz se escuchó desde el otro lado del mundo. "Llegué".
Eso sí, como les sucede a aquellos que están muy arraigados a su gente y sus lugares, Eduardo y Angel coinciden en una cosa: extrañar. En realidad, sufren horrores cada vez que deben viajar buscando algún tee internacional. Los dos han aprendido a cuidar sus familias, pese a la vida difícil que llevan. Adriana de Romero explica: "Los días anteriores a un viaje tiene mucha bronca. En este último año y medio me he dado cuenta que cada vez le cuesta más irse". Silvia de Cabrera (permítase la licencia pese a que no están casados, aunque tienen dos hijos: Federico, de 10, y Angel, de 8), cuenta: "Cuando vuelve de un viaje a los chicos los llena de regalos. Se ve que los extraña mucho. Yo le digo que no hay que darles tanto porque los chicos tienen que saber lo dificil que está el país. Pero me contesta que todo lo que él no tuvo quiere que ellos lo tengan".
Embajadores itinerantes de la cultura argentina, han elegido para exportar el folclore antes que el dulce de leche. El Pato tiene como máximo referente en sus oídos a Horacio Guarany, además de ser un asiduo concurrente al Festival de Cosquín, donde a veces va a la peña de... ¡El Gato!. Sí, Eduardo hasta fue bombista en su juventud de un grupo llamado Los Yasta Basta. Ahora, en su bolso de viaje incluye grabaciones de Los Chalchaleros, Soledad, Los Nocheros. "En Holanda tengo un conocido que ni siquiera habla castellano, pero se hizo fanático de Argentino Luna", comentó risueño una vez Eduardo.
A través de sus palabras, también se puede conocer algo más de estos personajes. "Al golf lo llevo en la sangre. La mayoría de mis parientes son profesionales o trabajan en la cancha. Entonces, todo lo mío es natural. Soy un jugador intuitivo más que técnico. Mientras actúo nunca pienso como estoy haciendo el movimiento del swing. Me divierte jugar y cuando no me divierta seguramente me retiraré". Romero dixit.
"He podido ganar torneos fuera de la Argentina porque además de pulir mi juego ha mejorado mi equilibrio mental. Además, es sumamente necesario tener un respaldo económico que a uno lo libere de presiones en ese sentido. Hubo gente que confió en mí y por eso se están viendo buenos resultados. Yo sólo quiero seguir jugando al golf, porque no sé hacer muchas otras cosas". Cabrera dixit.
A Eduardo le quedan algunos años de deportista. Angel tiene varios más por recorrer. Y seguirán juntos, porque como explica Supertino, "ya son una marca registrada en las competencias por equipos como la Copa del Mundo o la Copa Dunhill. Los sponsors negocian por tenerlos en equipo".
Cuando llegue la hora de colgar el palo, el Gato ya sabe qué quiere de su futuro. "Uno de los sueños más grandes que tengo es ser, algún día, intendente de Villa Allende. Sé que tengo el apoyo del 80% de la gente".
Han vivido tanto juntos. Han sonreído victorias y llorado derrotas. Han estado juntos en las buenas y en las malas. Imagínese entonces, dentro de algunos años, la fórmula del nuevo milenio: Romero intendente, Cabrera vice.
Mi esposo, el Gato
Por Adriana García de Romero
Al Gato lo conocí un día que vine de Cosquín a Villa Allende a visitar a mi hermana. Ella vive a dos cuadras de la casa de los que hoy son mis suegros. El pasó un par de veces por la puerta de la casa mirando pero en silencio, hasta que por fin se acercó y comenzamos a hablar. Después de ese día, me invitó a salir un par de veces. Desde entonces, tuve que comenzar a viajar más seguido a Villa Allende...
Es una persona excelente, tiene un gran carisma y siempre está de buen humor. Cuando está enojado es muy difícil que lo demuestre. No sé si es porque está acostumbrado a estar permanentemente en hoteles, pero es muy desordenado. Siempre tengo que andar detrás suyo juntando todo lo que deja tirado.
A veces lo acompaño a algún torneo, pero puedo asegurar que no es un viaje de placer donde salimos a caminar y hacer compras. Todo se limita a ir del hotel al campo de golf. Cuando él está jugando afuera me llama todos los días y comentamos cómo pega el putter, en qué golpe falló, cuáles fueron sus errores. Lo que sí tiene muy clarito es que nunca le vamos a decir nada que lo pueda perturbar. Si en la casa hay algún problema, él nunca se va a enterar.
Con mi hija somos los tres muy unidos, muy compinches. A ella siempre le dimos todos los gustos, tal vez porque es hija única. Cuando él no está nuestra vida cambia totalmente. En la casa hay un silencio increíble, se lo extraña muchísimo. Y, aunque cueste creerlo, lo que más extraño es el desorden.
Mi esposo el Pato
Por Silvia Rivero, la mujer de Angel Cabrera
Cabrera es una persona muy especial. Sufrió mucho cuando era chico, sus padres se separaron y tuvo que irse a vivir con su abuela. Se crió prácticamente en la calle, solo. Nunca habla de su infancia y tampoco le pregunto mucho. Por ahí, de vez en cuando, me comenta algo y lo escucho. Pero nada más. En el presente, los nenes y yo somos lo único que tiene.
Cuando lo conocí él tenía 18 años. Enseguida me pidió que viviésemos juntos. Seguramente estaba cansado de estar con la abuela. Yo no sé que habría sido de su carrera si hubiese seguido solo. Antes de juntarnos, le advertí: elegí entre la joda o la familia. Me respondió que quería tener una familia. En una de esas algún día nos casamos. Un papel más o uno menos no nos va a cambiar, estamos muy bien así.
Cabrera es un gran tipo. Vive para nosotros. A los chicos los ama, nunca les pega. Cuando él está en casa hacen lo que ellos quieren. Si el lunes no quieren ir al colegio, los deja faltar. Si le piden ir a jugar al golf, los lleva. Y yo después tengo que ir poniendo los límites, porque sino se mala costumbran. Cuando los tiene que retar, con una mirada le basta. Ellos saben que cuando Cabrera los mira fijo es porque hicieron algo mal.
Los chicos, Federico y Angel, juegan muy bien al golf. Federico pega igual que el padre, es increíble. Está por ir a sacar el hándicap. Creo que vamos a tener más de un golfista en la familia.
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