María Belén Mazzucco y su familia compraron una antigua estancia tapada de cenizas, restauraron la casona y recuperaron el bosque nativo en un predio de 8 hectáreas en Córdoba
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Quienes visitan Finca La Granja, un predio de 8 hectáreas con viñedo propio ubicado en la zona de Alta Gracia en Córdoba, no se imaginan que todo lo que hoy es verde antes fue cenizas.
“El panorama era muy desolador. El fuego le había pasado por arriba. Era un lugar que tenía un bosque nativo impresionante, pero no quedó nada”, cuenta María Belén Mazzucco, de 41 años, quien lo compró luego del terrible incendio que sufrieron las Sierras Chicas en 2012.
La casa permaneció más de 10 años cerrada y, cuando ella pisó el lugar por primera vez, se encontró con muebles y hasta paredes quemadas. “Hubo que reconstruir muchas cosas desde cero. Buscamos fotos para ver cómo era antes y dejarla igual”, explica y cuenta que, por ejemplo, las ventanas de hierro fueron reemplazadas por otras iguales, pero de madera.
Finca La Granja tiene un gran valor histórico para los vecinos de la zona. La casona data de 1920 y tuvo varias vidas: fue una casa de té, una colonia de vacaciones para estudiantes de Buenos Aires y hasta una vivienda de veraneo familiar.
Respetar los tiempos de la naturaleza
Belén y toda su familia -papá, hermanas, cuñados y amigos- asumieron el desafío de restaurar un lugar que estaba consumido por el fuego. Los dos primeros años se dedicaron a arreglar el casco de la estancia, mientras esperaban que el bosque se regenerara.
La segunda etapa fue limpiar el terreno y hacer una reforestación con árboles autóctonos como algarrobos, espinillos, aguaribayes y chañares. En la media hectárea que no pudieron reforestar por la pendiente del terreno y lo dañado que estaba el suelo, instalaron un viñedo.
“La planificación del viñedo nos llevó dos años porque queríamos ser lo menos invasivos con el ecosistema. No usamos agroquímicos. El control de plagas se hace con plantas aromáticas y flores”, explica Belén, quien es licenciada en Comercio Internacional y trabaja en una empresa del rubro alimenticio.
Todo está minuciosamente pensado. El viñedo reposa sobre curvas y contracurvas para respetar la inclinación del terreno y no hacer movimientos de suelo. Las estructuras de las vides son galvanizadas y no de madera para evitar cambiarlas a corto plazo. El riego se hace de forma muy controlada para evitar el desperdicio de agua.
Honrar a los abuelos
Cuando Belén Mazzucco habla de Finca La Granja, habla en plural. No sólo porque tiene a toda su familia que la acompaña en cada paso -desde la plantación de las primeras uvas hasta los eventos que realiza cada mes- sino también porque la finca es el sueño concretado de sus dos abuelos.
“La idea del viñedo la tenía dando vueltas por mi abuelo paterno, Gotardo Mazzucco. Yo no lo conocí, pero mi abuela siempre me contaba que compraba uva frambua en Colonia Caroya y hacía vino en su casa. Creo que nunca pudo lograr una botella entera, pero lo intentaba”, expresa.
Según las anécdotas familiares eran sus hijos los que le tomaban el mosto de los futuros vinos que nunca pudieron concretarse. Este año Finca La Granja tuvo su vendimia y empezó el proceso para hacer su primer Malbec.
Al viñedo se le suman los miles de pájaros que sobrevuelan el lugar y, al recuerdo de Gotardo, el de Jorge Bueguete, su abuelo materno que era ornitólogo y escribía en revistas especializadas. “Logré conectar con ellos dos que nunca conocí personalmente, pero que sí lo hice a través de otros. Hoy la finca es mi lugar”, señala.
Una historia de amor
La Granja también tiene su propia historia de amor que germinó, luego que Belén empezara a rearmar la historia del lugar. Cuando la finca abrió nuevamente sus puertas, muchas personas que la conocían se acercaron para ver cómo resurgía de las cenizas.
Entre esas visitas estuvo la de Fernando, nieto de “Pipi” Vallejo, uno de los tantos dueños que tuvo el lugar. “Ese día yo no estaba y no pude conocerlo. Pero me dejó sus datos y me contacté. Él me sumó a un grupo de Facebook que tienen las familias que alguna vez estuvieron en La Granja”, cuenta Belén.
Gracias a ese grupo, ella pudo recopilar parte de la historia y algunas fotos viejas. También pudo conocer a Athos Vallejo -primo de Fernando- quien la contactó para poder visitar por primera vez el lugar que había hecho feliz a su abuelo. Athos y Belén siguieron en contacto y hoy son papás de Amparo. “Es la primera Vallejo que nació y, a las 48 horas de vida, llegó a La Granja. Por esto también el lugar tiene una carga afectiva muy grande”, finaliza Belén.
Gastronomía, vinos e historia
La finca tiene unas 8 hectáreas que, algunos días de cada mes, se transforman en el escenario de dos eventos. Uno de esos es “Comechingón Morfi & Wine”, una experiencia de maridaje de 7 platos con 5 vinos cordobeses.
“Es para no más de 40 personas. Hay música en vivo y se hace en diferentes partes de la finca. Tiene como objetivo principal el disfrute y tratar de acercar el vino a personas que no tengan tanto conocimiento”, cuenta Belén. Las próximas fechas serán el 6 y 20 de mayo.
El otro evento es “Gastronomía y arte” donde se dispone una mesa larga para 24 personas y una historiadora acompaña la cena con las anécdotas de algún artista famoso. “La idea es conocer a algún personaje del arte a través de la comida y la bebida”, agrega.
El lugar también está abierto al público y se puede conocer de forma espontánea, solo hay que comunicarse por Instagram para pactar un día y una hora. Para llegar, hay que tomar el camino que sale a la izquierda de la entrada al country Potrerillo de Larreta y conducir 4 km.
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