El otro sueño del pibe
Van por la calle como Flash, el Guasón o Superman. No se disfrazan: para ellos (¡adultos!) se trata de un modo de vida
Cuando era chico quería ser superhéroe. Me vestía con pantalones de vaquero y jugaba a ser Bravestarr. Como era el menor, mis hermanos me dejaban elegir el personaje y ellos asumían el rol de villanos, el cual por otra parte les calzaba perfecto. Yo era, entonces, Bravestarr, una suerte de cowboy moderno que tenía fuerza de oso, oído de lobo y vista de águila, y montaba un caballo robot que disparaba un rifle láser. Ser él se sentía, por supuesto, invencible. Pero fui creciendo, y así como también se desvanecieron los sueños de ser futbolista, dejé de pensar en ser superhéroe. En cambio me dediqué a la conquista de mis títulos y a la construcción de la propia identidad, esas cosas de todos los días. Y los héroes desaparecieron de mi mundo.
Sin embargo, hace poco me crucé con Flash en la calle. Iba caminando por Ballester y lo vi. Me sorprendió, por supuesto, el andar cansino con el que iba y su velocidad de tipo normal. "¡Flash!", le grité, tomado de pronto por un espíritu infantil. Y Flash levantó la mano, me saludó con un gesto y siguió su camino. Lo seguí, pero fue improductivo: ¡cosa más absurda, intentar perseguir a Flash! Al tiempo me olvidé, y los superhéroes volvieron a ser propiedad del olvido y de los complejos de cines. Pero entonces me enteré, nunca habían desaparecido por completo. Me lo contó mi amigo Fabián Mattiazzi, fotógrafo, que venía rastreando a estos superhéroes hace tiempo para hacerles imágenes. Son muchos y, al menos una vez por semana, se juntan entre ellos. Lo llaman Cosplay (contracción de costume play), una disciplina que consta de disfrazarse y personificar a un personaje de ciencia ficción. No lo hacen sin embargo en un escenario o como parte de una obra, lo hacen simplemente para caminar por la calle como si fueran ellos, Flash, Linterna Verde o Spiderman, y se juntan en encuentros que van formando la comunidad. Son eventos únicos. Uno puede entrar y encontrarse con el Guasón disparando una selfie junto a su archienemigo, Batman, o ver cómo Wally –de ¿Dónde está Wally?– se esconde entre el público o sopla las velitas en su cumpleaños.
Es que para los fanáticos del Cosplay esto es no sólo una subcultura, sino también un modo de vida. Uno es Alejandro Fanzago. Su personaje fetiche es el Guasón, recordado en estos tiempos por la mítica interpretación de Heath Ledger en Batman: El caballero de la noche. Alejandro Fanzago tiene 21 años y es, además de estudiante de cine, actor. Nació en Salta, pero vive en Las Cañitas. Empezó a los 15 años representando personajes de animé, las series de animación japonesa. Junto a su grupo de amigos recreaban los trajes y encarnaban a sus héroes favoritos, pero fue recién en 2008, tras ver aquella versión de Batman, cuando encontró su personaje emblema. "El primero que desarrollé en serio, valga la paradoja, fue al Guasón. Al principio pensé que era imposible, pero de a poco me fui convenciendo. Me puse a estudiar la psicología de Joker (el Guasón), los movimientos, la ropa…, hasta que dije: sí, puedo. De entonces a hoy no paré, y siempre estoy estudiando un Joker nuevo." Es que si bien todo empezó con la personificación del Guasón de Ledger, hoy Alejandro tiene el vestuario y los tips de muchas otras versiones del Joker: puede ser el de los dibujitos, el de los cómics, el de los video juegos, y últimamente está trabajando en la versión de Jack Nicholson. En su casa, todo en las paredes es sobre el caballero de la noche y sus archienemigos. En el baño, por ejemplo, tiene escritas decenas de Ja maquiavélicas que representan las risas del Joker. "Requiere de interpretación, estudio y trabajo. No es un hobby así nomás, es una actuación muy dedicada que lo hago a modo de homenaje a los grandes maestros que nos marcaron con sus interpretaciones."
Cada vez que se pone en su otra piel, lleva a cabo un proceso de tres pasos: primero se ocupa de lo físico, va copiando los gestos, la postura, la forma de caminar y hablar; luego comienza el trabajo psicológico, "me hago las preguntas de por qué el personaje hace lo que hace, cuáles son sus ideas, cómo actuaría en tal situación", y por último está la etapa estética, donde Alejandro se maquilla, se peina, y se viste. "El Guasón en la película se hace el traje con un sastre, así que yo hago lo mismo: los mando a hacer", explica Fanzago, que acaba de participar como conductor en Comicópolis, uno de los eventos más fuertes de Cosplay en el país, que se realiza una vez al año. "Es también una fuente de trabajo, pero no lo hago por eso. A mí, además del homenaje, me sirve para entrenarme como actor y, como estudio cine, para saber cómo dirigir actores en el futuro. Es todo un viaje cambiar de personaje, dejar de ser el que sos para ser otro. Es que uno se personifica y se caracteriza, y llega un momento en el que te ves al espejo y sentís una disociación, no te reconocés, sos otro, no sos vos, es Jocker el que está ahí, y no te resulta verosímil actuar como vos mismo, es como si sintieras la necesidad de hablar y moverte como él", explica el salteño. La gente, cuando lo ve, reacciona siempre de manera distinta, aunque él ya tiene estudiada la gama de comportamientos a la que se enfrenta. "Las personas son curiosas, en general se quedan mirando. Pero lo más curioso, algunas tratan de hacer como si fuera lo más natural del mundo y ni te miran. ¡Es absurdo! Un tipo vestido del Guasón, ¿cómo no vas a mirarlo?"
Los orígenes
Los fanáticos de los cómics más radicales dicen que siempre hubo superhéroes, que si bien hoy son para el entretenimiento, antes lo eran para la formación. Hablan de David frente a Goliat. Hablan de Jesús, de Mahoma, de Moisés. La única diferencia, destacan, es que en los cómics no se le atribuye valor de verdad a lo que se cuenta. En la literatura también abundan casos, como Frankenstein, un monstruo al que se le dan poderes sobrenaturales. No obstante, en la novela de Mary Shelley no hay lucha entre el bien y el mal. Eso es fundamental para que funcione el superhéroe moderno, que haya una puja de valores, que un bueno pelee contra un malo. En última instancia, eso son los héroes, aquellos seres que vienen a resguardar nuestros valores, a pelear por ellos y a ofrecer su vida.
En la década del 30, cuando surge la gran industria de los superhéroes en Estados Unidos, aparece Superman como emblema. Es el gran superhéroe moderno. Sus creadores, Jerry Siegel y Joe Shuster, son de origen judío. Por eso no es extraño que en uno de los cómics de ese entonces apareciera Superman dándole una trompada en la cara a Hitler, mientras dice algo así como: En tu sucia cara aria. Esto representa el sentimiento del autor y también de parte de su comunidad. Había alguien que hacía la denuncia. Superman no nace por la importancia de sus superpoderes, como se piensa, sino por el sentimiento de refugio que genera que venga alguien a defendernos, a representar nuestras ideas. Surge como respuesta al nazismo y en él se puede ver lo que sucedió luego en la Segunda Guerra Mundial, en la que los mismos Estados Unidos adoptaron el papel de su propio superhéroe. Ese cómic, por otra parte, termina con Superman llevando a Hitler y a Stalin frente a un tribunal de justicia en Ginebra, Suiza. Porque él, como su patria, no estaría a favor de la tortura.
Alejo Godoy tiene 28 años y es conocido en el universo Cosplay como Alejo Mundo. Tiene varios personajes desarrollados, pero el más popular es el de Flash. Como el original, él también se hace sus propios trajes. Comenzó con esto luego de ir junto a un amigo a la Comic Con, una de las convenciones de Cosplay más famosas del mundo (que se organiza en todo el globo y una vez al año, aquí). "Llegué y vi que había un grupo que formaba la Liga de la Justicia, pero les faltaba un Flash. Se me ocurrió que podía ser yo. Pensé que había que hacer un casting o algo. Ser rápido, al menos, no sé. Sin embargo alcanzaba con vestirse, así que me convertí en Flash. Desde entonces desarrollé mucho el personaje. Lo estudié, lo conozco, y siento que cada vez lo hago mejor. Es un superhéroe que me queda pintado porque, a diferencia de los otros, que suelen ser tímidos, éste está constantemente bromeando, y yo también soy así. La diferencia entre disfrazarse y hacer Cosplay es que en el segundo vos estás personificando al personaje", cuenta Alejo, que además de Flash suele hacer de Wally o El Zorro. También considera que no es sólo un hobby y, aunque todavía no vive de esto, dice que tiene sus beneficios. "A veces nos llaman para ir a las premieres de las películas y vamos personificados. Por ejemplo, ahora fuimos al estreno de Guardianes de la galaxia y antes al de Los Vengadores. En ese yo fui de Capitán América, como un juego en ese caso. Hay gente que personifica el personaje exacto. Un poco los admiro, pero también les tengo distancia…, porque están muy comprometidos. Hay uno que hace del Guasón que no se puede creer, realmente pensás que es él."
Todas las semanas hay al menos una reunión Cosplay. Sin embargo, Alejo explica que las convocatorias hoy no son tan abiertas como antes porque a partir del caso de Ángeles Rawson surgieron muchos prejuicios contra los cosplayers. "Ella hacía cosplay, aunque otro género, y luego de su muerte hubo muchos periodistas que usaron el caso para hablar del Cosplay y demonizarlo como si fuera algo enfermo. La verdad es que esto no tuvo nada que ver con su caso y nosotros no le hacemos mal a nadie, pero surgieron muchos prejuicios y se decidió que la mayor parte de los grupos de Facebook fuera cerrada. Soy parte, por ejemplo, de Cosplay Argentina. A través de ahí me entero de cada encuentro." Como en toda comunidad, los eventos Cosplay tienen sus códigos. Y hay diversas facciones. "Hay un grupo medieval, por ejemplo, que tiene sus propios encuentros y dice que no es Cosplay. Son personas que se visten como en esa época y representan batallas. Se comunican por Facebook, sí, no es que vivan como en el Medievo… ¡Tampoco se afeitan con cuchillo! Y después, en los encuentros de Cosplay regulares, es todo como Bailando por un sueño: las mujeres compiten a ver quién es la mejor Mujer Maravilla o la mejor Gatúbela, muchos hombres pelean también a ver quién hace el mejor personaje. Nunca escuché que se hayan agarrado a las piñas, pero se dicen de todo."
Alejo dice que para este año pretende tener terminada una copia del DeLorean (el auto de Volver al futuro), que va a alquilar para eventos. Mientras tanto vive de su trabajo de cartero. ¿Rápido? ¿Cómo Flash? "Ojalá. Pero no. Mis amigos del trabajo me hacen burla. Saben que hago de Flash y dicen que soy el cartero más lento de todo Ballester. Puede ser. Pero tiene sentido que me dedique a esto: Flash surge de Mercurio, que era el mensajero de los dioses. Pero él, a diferencia mía, sí era bastante rápido."
Héroes líquidos
Muchos, como Capitán América y Wolverine, surgen del mismo ejército. RoboCop sale de la fuerza policial. Otros son una respuesta a la inseguridad: Batman se inventa a sí mismo tras el asesinato de sus padres. Algunos llegan por accidente: a Spiderman lo pica una araña radiactiva y pasa de chico tímido a héroe secreto. El héroe posmoderno es más parecido al Walter White de Breaking Bad que al imperturbable Superman. Si antes era la libertad, lo que hoy se debe defender es más difuso. En la era de la comunicación nadie puede pensar que por vestir slip rojo y ocultar los anteojos van a dejar de reconocer a Clark Kent. En cambio, un circuito de narcotráfico surgido de una crisis existencial pos cáncer tiene más correlato con nuestra realidad. La industria del superhéroe tradicional tomó nota de esto. Antes los superhéroes eran parte de una historia sencilla en la que había buenos y malos. Hoy en las películas de Batman, Superman o Spiderman se representan los conflictos internos de los protagonistas. Son de pronto más humanos de lo que se creía. Antes eran seres perfectos. Era un tiempo de héroes fríos. Hoy se parecen más al ingeniero Bombita, el vengador de Relatos salvajes, que hace volar por los aires una grúa. ¿Pero podemos seguir hablando de superhéroes, hoy que hasta Superman le hace bullying a Lex Luthor de puro jodido? Podemos. El heroísmo radica no en la perfección de nuestro protagonista, sino en el valor afectivo que le damos. Algo de eso habrá en esto de vestirse de ellos. No se trata de un mero disfraz. Es algo más, como el saludo torpe de quienes somos tomados por asalto por la infancia. ¿Y quién más héroe que un pibe de barrio que, sin poderes especiales, se pone el traje de Superman y sale a enfrentar el crimen de nuestra infancia asesinada por el tiempo?
lanacionar