Compilado por Liniers y el periodista Martín Pérez, el libro DisTinta reúne autores de todo estilo y temática para dar cuenta del vigor que aún tiene un género que hoy transita por diversos formatos y raras veces llega a las grandes editoriales.
Por Daniel Gigena
Casi 400 páginas de historietas en blanco y negro y a todo color, 33 autores de diversos estilos, procedencias y temáticas; series completas, historietas inéditas y entregas de trabajos en curso, más un epílogo firmado y dibujado por el autor de Macanudo, forman parte de DisTinta, nuevo mapa impreso de la historieta nacional. Por medio de ese lenguaje híbrido, donde conviven el dibujo y la palabra, ciertas formas de la imaginación cultural, del humor, de las posibilidades narrativas e incluso de la denuncia social se anticipan. El precio está más que bien para una edición tan cuidada: $399.
“La idea de hacer algo como DisTinta apareció charlando con los responsables de la editorial -cuenta Martín Pérez, uno de los compiladores-. Soy fanático de la historieta desde siempre y también difusor, tanto en mi rol de periodista como en el de editor, ya que ocupé ese lugar en la revista La Mano”. En los últimos tiempos, Pérez esperaba que en la Argentina pasara con la historieta lo que ocurre hace décadas en países como Estados Unidos y España: la irrupción de ese lenguaje en el universo del libro. Si bien hay sellos que cuentan en sus catálogos con novelas gráficas e historietas (sin ir más lejos Ediciones De la Flor, Llanto de Mudo, Maten al Mensajero y Hotel de las Ideas), ese espacio está ocupado mayormente por los humoristas. “Es verdad que en el último tiempo la historieta fue abriéndose camino, hay más editoriales independientes dedicadas a publicar títulos de calidad y con regularidad, pero el paso a las editoriales grandes no se está dando –señala Pérez–. Cuando pregunté las razones de por qué los historietistas que agotaban sus libros en editoriales pequeñas no pasaban a las grandes, como sí sucede con los escritores, la respuesta fue que resultaba difícil cambiar la mentalidad del negocio para incluir la historieta tanto dentro de la empresa como fuera”. Sin embargo, los consumos de niños, jóvenes y adultos parecen desmentir ese diagnóstico. Experiencias como las de Ayar Blasco, que publicaba sus dibujos en internet antes de pasar al papel, congregaban a un público agradecido.
Así surgió la creación de un mastodóntico volumen que, sí o sí, capta la atención en librerías, ferias y bibliotecas. “¿Un tomo de 400 páginas compilando a los mejores autores de la nueva historieta argentina sería lo suficientemente grande?, pregunté”, cuenta Pérez. “Se me ocurrió pensando en los tomos de The Best American Comics que todos los años salen en Estados Unidos. Y así como allá cada edición tiene un dibujante como cocompilador que ilustra la portada, pensé que acá podíamos hacer lo mismo con algún autor convocante”. Ese lugar lo ocupó Liniers, que dibujó en tapa un “ejército” de historietistas al ataque, pluma de tinta y pinceles en mano. “Sabía que él entendería todo al toque, ya que es un fanático de la historieta, no solo como lector y autor, sino también como editor en la Editorial Común”. El título de la obra también fue una ocurrencia de Liniers.
Un seleccionado mutante
En vez de publicar las mejores historietas del año, DisTinta reúne trabajos inéditos, algunos ya publicados de manera serial en revistas o en internet y otros que fueron presentados en muestras. En la historieta argentina, aunque prevalezca la narración secuencial, nuevos recursos mutantes la mantienen en permanente transformación, muchos de ellos ligados a la revolución digital en el uso del color, fotografías y diseños. “Nos costó definir cuáles eran los autores de la nueva generación, dónde trazar la línea –confiesan los compiladores–. Porque no queríamos descubrir nuevos autores, sino reunir a los más conocidos, hacer un compilado lo más potente posible. El criterio final fue juntar a los autores que mantuvieron viva la historieta en el nuevo siglo, los que aparecieron en fanzines, online, revistas como Fierro, El Tripero o Maten al Mensajero”. E incluso en libros publicados por los autores en sellos chicos.
Allí están, entre otros, el rey de reyes del humor escatológico, Gustavo Sala; Ezequiel García, uno de los pioneros de la novela gráfica en el país; Lucas Nine, Delius y Max Aguirre; la inquietante Camila Torre Notari, Frank Vega y el proteico Polaco Scalerandi. Dice Pérez: “Me parece que la ventaja de DisTinta es que no tiene un núcleo duro, sino que más bien se abre hacia todas las opciones posibles. Lo que terminó sucediendo es que algunos de los autores convocados, puestos a generar una obra para este volumen (una decisión que tomaron ellos, porque tenían tiempo y ganas), lo que terminaron entregando fue una reflexión sobre este estado de cosas, algo que sucede por ejemplo con Kioskerman o Sole Otero”. Liniers y Pérez coinciden en que en el libro hay de todo. “Tal vez falten autores locales vinculados a la historieta más tradicional, dibujantes que terminaron trabajando para editoriales de afuera o dibujando superhéroes, y también una búsqueda más exhaustiva de historietistas del interior”, dicen. En ese sentido, como escribe Pérez en el prólogo, DisTinta es deudora de Informe. Historieta argentina del siglo XXI, gran trabajo antológico de 2015 publicado por la Editorial Municipal de Rosario, que estuvo a cargo de José Sainz.
Sin pretensiones de convertirse en una selección definitiva, DisTinta muestra coincidencias y apuestas, búsquedas estéticas, confluencias con la tradición argentina y extranjera y, en resumen, un panorama alentador de una de las expresiones más vivas de la cultura contemporánea. “Al núcleo de autores que representan claramente a esa generación, la que empezó a publicar mirando hacia dentro y hacia fuera del circuito industrial de la historieta con el cambio de siglo, hay que restarle algún olvido, y sumarle caprichos, oportunidades y mujeres, que cada vez son más dentro de la historieta”, resume Pérez.
Casi 400 páginas de historietas en blanco y negro y a todo color, 33 autores de diversos estilos, procedencias y temáticas; series completas, historietas inéditas y entregas de trabajos en curso, más un epílogo firmado y dibujado por el autor de Macanudo, forman parte de DisTinta, nuevo mapa impreso de la historieta nacional. Por medio de ese lenguaje híbrido, donde conviven el dibujo y la palabra, ciertas formas de la imaginación cultural, del humor, de las posibilidades narrativas e incluso de la denuncia social se anticipan. El precio está más que bien para una edición tan cuidada: $399.
MAX AGUIRRE
Es el primer autor del libro, y entrega un episodio de la vida de Discépolo en el que aparece nada menos que Carlos Gardel. Aguirre publica en La Nación y en la revista Billiken, y junto con Rodolfo Santullo dieron a conocer Zitarrosa, volumen con anécdotas y ficciones gráficas sobre la vida del célebre intérprete uruguayo.
CLARA LAGOS
Integra el colectivo femenino de historietistas argentinas y extranjeras bautizado con el nombre de Chicks On Comics (chicksoncomics.tumblr.com). A finales de los años 90, publicó con Caro Chinaski el fanzine Oceáno y Charquito. En el libro presenta una historia protagonizada por tres generaciones de mujeres.
KIOSKERMAN
Seudónimo de Pablo Holmberg, Kioskerman nació junto con la historieta El señor del kiosco, que se dio a conocer mediante internet. Ya tiene tres libros editados (el de 2017 con un título épico: El amor vendrá al rescate). Para DisTinta creó una historia donde un escritor fantasma atormenta a toda hora a un pobre diablo.
FRANK VEGA
Muchos afirman que es el Robert Crumb de la historieta argentina. Sus dibujos, saturados de información, delirio y estímulos, sostienen tramas enredadas y de espíritu kafkiano. En los comienzos formó parte de El Tripero y publicó en medios gráficos como Barcelona, Fierro y Crisis.
EZEQUIEL GARCÍA
Autor de dos novelas no solo autobiográficas, sino también gráficas, García fue coeditor de El Tripero. Actualmente, coordina la sección de historietas de Crisis. En DisTinta continúa una fábula surrealista (y muda) iniciada en la revista Un Faulduo, donde un sueño opera como un umbral a otras dimensiones simbólicas y plásticas.
SÉMOLA SOUTO
Creció en San Francisco Solano y en su niñez copiaba los dibujos de Mazinger Z. Años después estudió Bellas Artes y, con un grupo de amigos, fundó la revista Lule Le Lele. En Parkelandia, la serie completa publicada en la compilación, un descendiente de los patafísicos con nombre de harina vive coloridas aventuras revolucionarias.
DELIUS
Seudónimo de María Delia Lozupone. Es otra de las Chick On Comics que participan de DisTinta. Madre de una niña, es autora de un libro con viñetas e ilustraciones para chicos. En Volver a verte, narra en blanco y negro la historia de un reencuentro en el marco de una ciudad de pobres corazones.
GATO FERNÁNDEZ
Ilustradora, guionista y activista feminista, Fernández ofrece uno de los trabajos más revulsivos del conjunto. En Historia de una nena y Dios, revisa su propia vida como niña abusada mediante una fábula sobre la fe, la falta de fe y el lento pero firme avance de la maldad humana en el mundo. Autora para seguir con atención.
DANIELA KANTOR
Publicó la novela gráfica Mujer primeriza en 2014. El salmón, donde un pez baboso abre la conciencia de una mujer en crisis, forma parte de un trabajo en curso. En la actualidad, trabaja con Alejandro Farías en una historieta del ala artístico-homosexual de Montoneros.
GUSTAVO SALA
Para terminar arriba, Sala (luego de un prólogo donde describe su propia vida de historietista abnegado), participa en el libro con cinco historietas zarpadas: postales de un dibujante con sida en Lyon, la vida de una hija-pene y criaturas dibujadas que rozan la conciencia. “Intento hablar, pero es imposible, solo salen estas letras de mierda”, reflexiona un atormentado personaje de Sala.
LA NACION