El nuevo código Da Vinci
A la espera de que un erudito desentrañe su secreto, el manuscrito Voynich desvela a los estudiosos de la Universidad de Yale con sus enigmas de otros tiempos
Mujeres desnudas bañándose en cántaros, recetas de ocultos alquimistas, figuras del zodíaco, órganos humanos con forma de tubos y tallos de extrañas plantas sin clasificar conforman una serie de ilustraciones que, rodeadas de herméticos textos, dan lugar a uno de los códices más misteriosos de todos los tiempos: el manuscrito Voynich. Son unas 240 páginas de pergamino resguardadas en el sector Libros Raros y Manuscritos de la Biblioteca Beinecke, en la Universidad de Yale, a la espera de que algún erudito logre desentrañar el mensaje escondido en sus antiguas y delicadas páginas. Ya tuvieron oportunidad de estudiarlo doctores en idiomas antiguos, criptógrafos, químicos, historiadores, medievalistas y hasta científicos de la NASA, a los cuales se les pidió, sin resultado alguno, algún tipo de interpretación de los coloridos dibujos de soles, lunas y estrellas que allí aparecen.
Las innumerables investigaciones a las que fue sometido el extraño libro sembraron más dudas que certezas y terminaron por convertirlo en una especie de Santo Grial de la criptografía, un sagrado y secreto jeroglífico sin descifrar.
Su antigüedad data del siglo XV. En 2009 investigadores de la Universidad de Arizona demostraron, mediante la prueba del carbono 14, que fue escrito entre 1404 y 1438. Más tarde, el McCrone Research Institute de Chicago confirmó que es un auténtico documento medieval. Su nombre se debe al bibliólogo inglés Wilfrid M. Voynich, quien lo adquirió en 1912.
Pero estos datos parecen no ser suficientes para los especialistas en libros raros de Beinecke. En un informe, consignan que "el origen, lenguaje y fecha de composición todavía son debatidos, al igual que sus desconcertantes dibujos y su indescifrable texto. Descripto como un estudio mágico o científico, casi todas las páginas contienen alegres dibujos figurativos pintados con tinta lavada en varios tonos de verde, marrón, amarillo, azul y rojo".
¿Qué significan las mujeres bañándose tomadas de las manos? ¿Los dibujos de astros y galaxias aluden a conocimientos de astronomía? ¿Los tallos y plantas están vinculados con la preparación de brebajes mágicos? ¿En qué idioma está escrito?
El doctor Daniel Torres, titular del departamento de Filología Griega de la UBA responde: "Parece ser un manuscrito vinculado con los alquimistas y hermetistas como corriente filosófica. Un compuesto de filosofía teórica, cosmológica, con figuraciones de cómo sería el cosmos, que además contiene aplicaciones prácticas a través de la alquimia, la astrología y la homeopatía. En los tratados herméticos era muy común la combinación de los aspectos teóricos y prácticos".
Si se observan las láminas que brinda la Universidad de Yale en su biblioteca digital (http://beinecke.library.yale.edu), salta a la vista que el antiguo pergamino no tiene título, fecha ni indicación de autor. Tampoco está dividido en secciones o en capítulos. Sobre la base de la naturaleza de las ilustraciones, los expertos lo han dividido tentativamente en seis partes, denominadas Herborística, Astronómica, Biológica, Farmacéutica, Cosmológica y Recetario.
A su vez, los dibujos que conforman cada una de las secciones están rodeados de textos que recuerdan al lenguaje élfico inventado por J. R. R. Tolkien, "un filólogo medievalista anglosajón que trabajó con runas celtas y configuró una lengua artificial", explica Torres en relación al autor de El Señor de los Anillos. "Es un texto muy interesante, muy raro, poco conocido entre los especialistas. Tal vez lo ocultaron deliberadamente. Tal vez fue condenado..." sugiere Torres mientras mira sus páginas en la computadora.
Fuera o no proscripto en algún momento, lo cierto es que no pasó inadvertido.
Si bien el filósofo inglés Roger Bacon sería aparentemente uno de sus primeros propietarios, fue Rodolfo II de Bohemia quien se atrevió a contar con el oscuro manuscrito en la biblioteca de su mansión en Praga. Cuentan que el rey se interesó por la magia, la alquimia y la brujería, y fue mecenas de astrónomos, científicos, mistificadores, aventureros y magos negros como John Dee, a quien también algunos atribuyen la autoría del manuscrito.
En la segunda mitad del siglo XVII, pasó a manos de Athanasius Kircher, un erudito que, frustrado por no poder desentrañarlo, lo donó a la que ahora se conoce como la Universidad Pontificia Gregoriana de Roma. En 1912 Voynich aprovecha la penosa situación económica por la que pasaban los curas del claustro y decide comprarlo para exponerlo en su librería de Londres. Más tarde, su viuda se lo vende a Hans Peter Kraus, un bibliólogo norteamericano que intentó sin éxito revenderlo. Terminó donándolo a la Universidad de Yale, su actual poseedora. A sus claustros acuden hoy miles de estudiantes y expertos atraídos por el misterio de Voynich.
En coincidencia con Torres, para la Licenciada en Historia del Arte Cristina Dompé el libro pertenecería a lo que se conoce como literaturas herméticas. "Sus signos e imágenes están emparentados con sectas secretas o conocimientos prohibidos por la Iglesia Católica", explica. Círculos, conjuntos en los que prima el 9, recetas de alquimistas y hierbas "hacen que se lo vincule con manuscritos medievales pseudocientíficos", agrega Dompé. Según la investigadora, no sería descabellado pensar que el texto fuera un antecedente de los poemas ilustrados del inglés William Blake (1757-1827) o del surrealista francés André Breton. "En ambos casos, si bien en fechas muy posteriores, aparece el misterio y lo no revelado", asegura.
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