El necesario rito de celebrar el malbec
Tengo un amigo que tiene una revista digital imperdible. El nombre del primero es Santiago Casanello. El de la segunda, Maleva. Allí, la semana pasada leí un artículo sobre el Día Mundial del Malbec, que se festejó anteayer, por cuarto año consecutivo. El título era "¿Por qué el Malbec sigue siendo el rey?", y el desarrollo constaba de tres entrevistas a expertos en la materia.
Algunos de los datos que describía son: que se eligió esa fecha para homenajearlo porque el 17 de abril de 1853 se presentó ante la Legislatura provincial de Mendoza el proyecto para fundar una Quinta Normal y una Escuela de Agricultura (lo cual significó el punto de partida para el desarrollo de la vitivinicultura y el inicio de la historia del malbec en el país), que es un varietal originalmente francés, pero que en la Argentina se adaptó mejor, y que Andrés Rosberg -presidente de la Asociación Argentina de Sommeliers- afirmó que a principios de los 80 los popes del vino lo consideraban "simpático", pero nunca a la altura del cabernet.
Hoy, en cambio, la Argentina es el país con mayor superficie de malbec cultivada en el mundo, y su uva, especialmente la mendocina, es considerada la mejor en su categoría. De hecho, la expresión "Malbec Day" es un reflejo de que existe un nuevo rito. No olvidemos que "los ritos son necesarios", como le dijo el zorro al Principito. "¿Y qué es un rito?", preguntó el pequeño héroe de Saint Exupéry. A lo que el zorro contestó: "Es lo que hace que un día sea distinto de los otros días. (?) Entre los cazadores, por ejemplo, hay un rito. El jueves bailan con las muchachas del pueblo. El jueves es, pues, un día maravilloso. Voy a pasearme hasta la viña. Si los cazadores no bailaran en día fijo, todos los días se parecerían, y yo no tendría vacaciones".
Un partido de fútbol, una fiesta de quince y ahora el Día del Malbec son ritos que, como tales, suponen acciones recreativas en grupo. En este sentido, la cultura del vino en general y el Día del Malbec en particular, se han ido alejando lentamente del nicho experto y han construido universos de sentido para un público más masivo. Tal es así, que este año como nunca antes, el Malbec Day contó con detalles que se acercan más al entretenimiento que a la sola degustación. Tanto hoteles, como organismos públicos, bodegas o restaurantes festejaron su día de las maneras más creativas: el Malbec Open Day dedicó esfuerzos al desarrollo de aplicaciones interactivas a través de las cuales el público pudo rankear sus vinos favoritos. El Malbec Making Noise, en el Dorrego, musicalizó el encuentro con DJ reconocidos, como Carlos Alfonsín, y hasta cerró el día con lo que denominó una Wine Party. En la capital de Mendoza, la municipalidad organizó la Experiencia Malbec, un juego que consistió en que las personas, con los ojos tapados, descubrieran los dscriptores del vino. También allí, en la Plaza Independencia, se realizó Vino x tango, la unión de dos patrimonios locales, y la noche cerró con un ciclo de jazz. En la escena porteña, me tocó ir a la celebración en la galería Foster Catena, en donde el malbec dejó de lado las tradicionales carnes rojas para maridar, en cambio, con la muestra de Elisa Estrada, una conglomeración de obras coloridas y exultantes, al son de la música de Soledad Rodríguez Zubieta y Momo Turek Trosman.
Cuánta razón tenía el zorro al afirmar que los ritos son necesarios. Porque de ellos depende el acto social. Y si, además, de una copa de vino se tratan, ¡tanto mejor!
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