El mundo sagrado de la India
Hay países que son verdaderos mundos en sí mismos. Provistos de una extensión geográfica importante, una creciente e importante demografía y una enorme mezcla de folklore, tradiciones e idiomas.
Tal es así que no es raro escuchar hablar del subcontinente cuando nos referimos a esta región en la que se encuentra uno de los países mas densamente poblados del mundo: India.
Les puedo asegurar que todo aquí es vasto, profundo e inabarcable de un tirón, y para comprender las cosas hay que tener paciencia, ser contemplativo y mirar todo no solo con la mente sino también con el alma.
Para entender su historia nos remontaremos miles y miles de años en el tiempo, transportándonos de la cultura del valle del Indo al periodo védico, donde comenzaron a cimentarse las bases del hinduismo, con un territorio que era distribuido en infinidad de reinos y estados. Con los cholas, mogoles y marathas alternando sus imperios y creando una de las culturas más exóticas y sincréticas que habitan nuestro planeta.
Mucha agua ha corrido por sus sagrados ríos, los siete que fueron protagonistas de peregrinajes y purificaciones: Ganges, Sarasvati, Yamuna, Kaveri, Indo, Godavari y Narmada (y muchos más nombrados en textos sagrados).
En sus ghats, millones de personas todos los días comienzan sus jornadas realizando sus abluciones y recitando sus plegarias en un continuo ciclo inmemorial y perenne, siendo tan importante que para el Kumbh Mela, una de las festividades religiosas mas grandes del mundo, se dan citan decenas de millones de personas a orillas del Ganges para lavar sus pecados con las primera luces del amanecer.
Claro que si hablamos de materia religiosa, el visitante se encontrará con una profusión de divinidades con números que asombran: más de 300 millones… Sí, querido lector, ha leído bien. Estas divinidades tienen un impacto directo sobre cada una de las situaciones de la vida, ya sea en lo familiar, laboral o espiritual.
A lo largo de nuestro recorrido nos sorprenderemos con la profusión de templos de los más diversos tamaños colmados de gente o sumidos en el más circunspecto silencio, y nos cruzaremos tal vez con sagradas vacas que deambulan sin destino aparente.
Tal vez se sumerjan en el caos de un mercado con los cacofónicos gritos de los vendedores que ofrecen su productos y se llenen los ollares con los fuertes olores propios del país, y les puedo asegurar que uno de los sentidos más importantes aquí es el olfato, pues el aroma de las flores, frutas y verduras, especias y sahumerios se mezclan con el polvo del camino y los animales. Les podrán gustar o no, pero no se lo olvidarán jamás.
Este es un país de tremendos contrastes que nos dejará pensando en cada rincón o vuelta a la esquina, y que estando incluso en desacuerdo con ciertas cosas que nos shockeará, nos harán reflexionar y mirar nuestro propio ombligo.
Parte de todo esto (comprenderán lo difícil de poner en pocas palabras un proceso de cientos de años que requeriría una extenso desarrollo para explicar todos y cada uno de los motivos) generó también una de las figuras más trascendentes del siglo XX y que desarrollo una de las campañas mas importantes de la historia moderna: Gandhi, llamado Mahatma.
Y como una frase que leí en una visita a este país, de la cual me acordé mientras recorría algunas comunidades locales, parafraseo humildemente al gran poeta bengalí Rabindranath Tagore, porque aquí parece que se cruza el infinito a cada paso y nos encontramos con la eternidad a cada segundo.
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