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En 1910, la celebración del Centenario de la primera Junta de Gobierno, trajo una serie de festejos, exposiciones internacionales y motivó que las grandes potencias del mundo le obsequiaran a la Argentina importantes monumentos.
Las autoridades locales, por su parte, también consideraron que era un buen momento para revisar –una vez más– la importancia (o la falta de ella, mejor dicho) de la Pirámide de Mayo en la plaza principal de la ciudad.
Así, a principios del siglo XX, fue la última vez en nuestra historia que se habló seriamente de jubilar la Pirámide de Mayo que, desde 1811, era no sólo un recordatorio de la Revolución, sino también una evidencia palpable de los humildes orígenes de nuestra Nación.
Muchos sentían que había llegado la hora de mostrar al mundo el poder y la riqueza del país con un monumento que estuviera "a la altura" del nuevo orden de cosas.
En 1907 se lanzó un concurso, al que se presentaron 74 maquettes, que fueron exhibidas en la Sociedad Rural de Palermo entre abril y mayo de 1908. El plan era elegir cinco primeros premios, entre los que figuraría un único argentino (el Arco de Triunfo de Rogelio Yrurtia), al cual se opuso el Ing. Atanasio Iturbe, director de Obras Públicas, "por no llenar los requisitos establecidos". El director del Museo Nacional de Bellas Artes, Eduardo Schiaffino, defendió a Yrurtia, y Emilio Mitre zanjó la cuestión, decidiendo que se aprobarían seis primeros premios.
A pesar de que el debate entre la propuesta argentina y moderna de Yrurtia, cuyo boceto se conserva en su Casa Museo del barrio de Belgrano, versus la clásica y extranjera de los demás fue muy álgido, el argentino quedó descartado.
La votación final se hizo, en 1909, entre los proyectos de los italianos Gaetano Moretti y Luigi Brizzolara y los belgas Jules Lagae y Eugenio D’Huicque. Hubo un empate, y el presidente de la Comisión, Marco Avellaneda, escogió, finalmente, a la dupla italiana.
Como en los demás casos, los retrasos fueron moneda corriente, y para 1910 sólo se había llegado a colocar la piedra fundamental.
Desde entonces, varios problemas azotaron al proyecto. La Comisión del Centenario, que se había reservado el derecho de introducir cambios, pidió que los grupos escultóricos se realizaran en bronce y no en mármol de Carrara. Además, no lograban ponerse de acuerdo sobre si usar materiales importados o nacionales, lo que dificultaba enormemente el trabajo de los artistas.
El destino de la Pirámide de Mayo merece un párrafo aparte. En un principio se pensaba demolerla, pero se decidió conservarla, aunque devolviéndole su aspecto original (anterior a las modificaciones que introdujo Prilidiano Pueyrredón en 1857).
Todo esto obligó a contemplar la necesidad de trasladar la pirámide entera al centro de la plaza y construir una cripta dentro del monumento para albergarla, lo que sumaba altura a todo el conjunto.
El terreno de la plaza fue entregado a finales de 1910, pero la indecisión de la Comisión sobre los materiales que se utilizarían retrasó los trabajos de los cimientos hasta 1912. Recién en ese año se pudo realizar la fundación y trasladar la Pirámide de Mayo a su posición actual.
Justo cuando el proceso parecía comenzar a tomar ritmo, la disolución de la Comisión marcó el principio del fin. El presupuesto aprobado se había quedado muy corto y un nuevo contrato no fue aprobado por el Congreso Nacional. La obra quedó suspendida indefinidamente hasta que en 1921, a pesar de los intentos de sus autores, se rescindió el contrato.
Sin embargo, el monumento Pro Patria et Libertate –tal era su nombre– fue reproducido en postales, estampillas, revistas, y difundido en varios periódicos.
Hoy, el monumento ha sido olvidado. Lo único que llegó a hacerse son los cimientos, que quedaron sepultados, y sólo nos recuerdan que están ahí la curva que hace el subte en su llegada a la estación Plaza de Mayo para esquivarlos.
Lo más curioso de esta historia es que el triste desenlace resultó la venganza de los segundos. El proyecto de Moretti y Brizzolara quedó en la nada, y el de Lagae y D’Huicque, que había ganado el segundo premio, terminó construyéndose y hoy puede verse coronando la Plaza del Congreso.
Esta nota es parte de la edición especial "Buenos Aires del Centenario" de Revista Lugares. Se consigue en kioscos de todo el país. Consultas: lugares@revistalugares.com.ar
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