El monje más solitario del mundo: vive en un templo a 160 kilómetros de la civilización
Ahwang Pincuo cuidará del santuario Rituo en el Tíbet hasta el día en que muera; luego, otro budista ocupará su lugar
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Probablemente sea una de las personas más solitarias del mundo, pero de lo que no caben dudas es que se trata del monje vivo más aislado de la historia.
Se llama Ahwang Pincuo y pasa sus días en un templo a 160 kilómetros de la ciudad más cercana, Gyantse. Pincuo lleva una vida monacal clásica dentro del templo Rituo situado en el Tíbet, una región autónoma de China.
Conocido como “la piedra de la montaña”, afirman que es el templo más solitario del país debido a su total aislamiento. La edificación fue construida en la cima de una lengua de tierra que se extiende en el lago Yamdrok, uno de los tres mayores lagos sagrados del Tíbet.
Como es de esperar, Ahwang pasa sus días en solitario, con la paz que le otorga el confinamiento. A diario pronuncia sutras, un rezo budista cantado, medita y baja al pide de la montaña para buscar agua del lago, que luego lleva hasta arriba del convento.
Él es el último de una larga lista de monjes solitarios que han vigilado el templo de Rituo durante los últimos 700 años, consignó el diario inglés Mirror.
Cuando Ahwang muera, su lugar será ocupado por otra persona, quien se hará cargo de sus rituales diarios.
Pero, más allá de la paz y la tranquilidad que otorga el convento, hay otras ventajas de vivir en una de las joyas ocultas del país.
Para los seguidores de la antigua tradición budista, el templo puede ser también un refugio sanitario ya que, como se rumorea, en la cima existe una roca centenaria que puede curar todas las enfermedades.
Se cree además que el lago Yamdrok tiene poderes adivinatorios. Los budistas, desde el Dalai Lama hasta los pocos habitantes del pueblo más cercano, suelen realizar procesiones religiosas hasta sus orillas.
Las vistas desde lo alto del templo, como si fuera falta remarcar, son únicas. Se ve la inmensidad de las montañas, los antílopes tibetanos que corren libremente y los gansos que deambulan por el agua.
La noche no se queda atrás, y la Vía Láctea se puede observar como en ningún otro lugar del planeta.
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