“Vamos a hacer el esfuerzo de buscar la verdad sobre lo que ocurrió en el país”, aseguró el ingeniero y experto en hidrodinámica ambiental Jorge Escobar
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¿Cómo se transforma el cuerpo de un desaparecido en un río de Colombia? Hace un par de años, la microbióloga colombiana Luz Adriana Pérez y la antropóloga forense Ana Carolina Guatame se hicieron esta pregunta mientras estaban en un proyecto de investigación que involucraba víctimas del conflicto armado en el territorio colombiano.
Y se la hicieron a partir de los testimonios que iban recolectando: decenas de ellos relataban cómo los actores de la violencia, en especial los grupos paramilitares, lanzaban los cuerpos sin vida a los ríos para evitar que fueran hallados. De hecho, un comandante paramilitar, Ever Veloza, más conocido como HH, lo había dicho alguna vez: “Si le sacaran el agua al río Magdalena, encontrarían el cementerio más grande del país”.
Hasta el momento, las autoridades colombianas reportaron que se rescataron de los ríos de Colombia más de 1.000 cuerpos de personas consideradas víctimas del conflicto que afectó al país por más de 50 años. “Pero por los relatos que escuchamos y lo que tienen algunas autoridades, la cifra es mucho mayor”, le cuenta a BBC Mundo la bióloga Pérez, quien trabaja para la fundación Equitas.
Entonces, tanto ella como Guatame comenzaron a hacerse preguntas: ¿Cómo se busca un cuerpo en un río?, ¿cómo se puede hacer la búsqueda en una cambiante masa de agua? “Nuestro primer empeño al trabajar en estos temas es intentar dar respuestas a quienes llevan buscando información sobre sus seres queridos”, señala Pérez.
“Y descubrimos que, debido a la complejidad de la búsqueda en los ríos y lagunas, no existía un modelo similar al que sí se habían hecho en la búsqueda de las personas que habían sido desaparecido bajo tierra”. Y así nació el proyecto de crear el primer modelo matemático para poder hallar cuerpos de desaparecidos en los cursos de agua de Colombia.
Modelo para armar
Sin embargo, apenas las dos científicas comenzaron a plantear el proyecto, se dieron cuenta de que tenía que formar un equipo multidisciplinario, que incluyera desde matemáticos y mecánicos de fluidos, a antropólogos forenses y hasta arqueólogos submarinos.
“Solo con nuestras especialidades científicas sabíamos que no íbamos a poder abarcar todo lo que teníamos como objetivo. Necesitábamos más investigadores de otras ciencias”. Uno de los principales retos era medir el agua: su movimiento en la naturaleza, pero además esas dinámicas que la afectan y están relacionadas a eventos sociales y humanos como es un conflicto armado.
Es decir, un campo totalmente nuevo de investigación. Así, decidieron acudir al Instituto del Agua de la Universidad Javeriana, liderado por el ingeniero y experto en hidrodinámica ambiental Jorge Escobar. “Nunca nos habíamos aproximado a un tema así, pero nos movió la responsabilidad social de hacer algo con nuestra capacidad de ayudar a responder esas preguntas”, le cuenta Escobar a BBC Mundo.
“Lo primero que teníamos que encontrar era un río donde, además de que hubiera relatos de cuerpos que habían sido lanzados allí, también tuviera las condiciones de seguridad mínimas para poder llevar a cabo nuestras investigaciones”, explicó. Después de varios meses, el río escogido fue La Miel. Este afluente del Magdalena, ubicado en el departamento de Caldas, a unos 500 kilómetros al occidente de Bogotá, tenía la particularidad de estar ubicado en la que fue una zona de conflicto entre los municipios de Norcasia y Samaná.
“Pero además, por ser parte del afluente de una represa, nos permitía de alguna manera tener una corriente controlada durante varios meses del año”, explica Escobar. Tanto el equipo liderado por Pérez y Guatame como el de Escobar estuvieron varios meses en la ribera del río, dentro de sus aguas e incluso debajo de ellas. “Lo principal fue hacer una caracterización del río”, explica.
Los ríos por lo general están compuestos de tres accidentes hidráulicos: moyas, chorros y remansos. “Las moyas son donde se hacen remolinos, los chorros son caídas de agua que pueden ser pequeñas o grandes y los remansos es donde la corriente del río es más calmada”. Caracterizar el río, explica, es ver dónde se halla cada uno de estos accidentes.
Después, con estos puntos bien identificados y con la ayuda de fotos satelitales, se procedió a medir qué pasaba con un cuerpo cuando recorría el curso de agua y se encontraba con estos accidentes. “Utilizamos un ‘dummy’ (maniquí o muñeco) hecho mayormente de madera al que bautizamos Emilio. Y lo que hicimos fue medir tanto el movimiento del agua en estos puntos como el movimiento del dummy, para poder establecer varias conclusiones”, señala Pérez.
Todas estas mediciones, que duraron alrededor de dos años incluidos los de la pandemia del covid-19, y su posterior análisis, dejaron un modelo físico hecho a partir de las matemáticas por el que se puede recrear el río y su “comportamiento”. El estudio dio puntos de interés donde podrían estar los cuerpos o restos de desaparecidos. A estos lugares se les dio el nombre de unidades geomorfológicas de interés forense, o UGIF.
“Pero sobre todo, nos da ciertos estándares que se pueden aplicar a cualquier cuerpo de agua en Colombia, donde se estén haciendo este tipo de búsquedas”, concluye Escobar.
Arqueología subacuática
Sin embargo, a este acercamiento le faltaba un detalle: el cuerpo humano, a diferencia del dummy hecho de madera, no siempre flota. “Al tener las UGIF con las mediciones hechas en el río, a ese modelo le debíamos incorporar los datos subacuáticos: qué pasa con el cuerpo cuando se hunde y, más importante aún, cuando se descompone”, anota Puerta.
Para eso, los integrantes del equipo hicieron dos cosas: primero llamaron al arqueólogo experto en exploración subacuática Carlos del Cairo y, luego, pusieron el cuerpo de un cerdo en varios puntos del río para ver el efecto del agua en el proceso de descomposición de tejidos orgánicos.
Para Del Cairo, quien había trabajado en el hallazgo del galeón San José en la costa del Caribe colombiano, el trabajo en el río traía varios requisitos distintos: “Se pasa de trabajar de una superficie de búsqueda de cientos de metros cuadrados con una buena visibilidad a una en el río no superior de dos metros con una visibilidad mínima en algunas partes”.
Sin embargo, lo que representó un mayor desafío era buscar estándares para rastrear elementos como huesos o restos de vestimentas, tales como cinturones o correas, pedazos de pantalones o camisas. “Tuvimos que adaptar nuestros equipos de medición en superficies subacuáticas para hallar objetos un poco inusuales. No es lo mismo que buscar tinajas o restos de barcos”, explica
Todos los datos obtenidos -entre la exploración hecha por Del Cairo y los resultados que dio la descomposición del animal- lograron completar la fase inicial del proyecto, que ya se había adelantado con la caracterización del río. “Esos datos nos permitieron primero tener una mayor certeza sobre los posibles lugares de interés para nuestra investigación, pero además ayudaron a afianzar los estándares para tener un modelo de predicción para la búsqueda de restos humanos en agua”, señaló Puerta.
Así, el equipo procedió a ubicar varios puntos dentro del cauce del río La Miel. “Con estos puntos esperamos en los próximos meses realizar una búsqueda real de cuerpos de desaparecidos en La Miel, para completar el diseño del modelo matemático”, explica Pérez. La importancia de esta investigación, señalan los científicos, radica en la importancia que el agua tiene en el país.
“Cerca de la mitad del área territorial de Colombia es agua: mar, ríos, lagos. Por eso, si vamos a hacer el esfuerzo de buscar la verdad sobre lo que ocurrió en el país, es fundamental que apoyemos estos procesos científicos para poder dar respuestas que posiblemente estén en el cauce de los ríos de Colombia”, explica Escobar.
“Colombia se construyó a partir de sus ríos”, concluye Del Cairo. “Por eso no podemos evadir la responsabilidad de buscar formas que ayuden a reconstruir de lo que ocurrió en el país”.
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