El misterioso y cruel crimen de las hermanas fanáticas de Elvis que fueron encontradas congeladas en la nieve
El nombre del asesino de Bárbara y Patricia Grimes se descubrió seis décadas después y era alguien con antecedentes
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Las hermanas Bárbara y Patricia Grimes, de 15 y 13 años respectivamente, eran dos chicas de clase media baja residentes de Chicago. Ambas eran admiradoras empedernidas de Elvis Presley, uno de los iconos musicales más importantes y destacados de la mitad del siglo XX. El estilo del artista estadounidense se mantiene presente en la mente de las personas hasta la actualidad, haciéndolo un fuerte símbolo de la cultura popular en el mundo.
Las hermanas Grimes tenían a Elvis en un pedestal, por lo que no querían perderse nada de lo que hiciera el artista a nivel musical, así que decidieron ir al cine a ver la película Love me tender (Ámame tiernamente), a pesar de que ya se la habían visto siete veces.
El hogar de los Grimes estaba compuesto por Loretta Grimes, una madre trabajadora separada y sus siete hijos. Además de no permitirse darse ciertos lujos, Loretta era una madre muy protectora, ya que no permitía que sus hijos salieran a las frías noches de Chicago.
¡Vamos a ver a Elvis!
El 28 de diciembre de 1956, ambas se acercaron a su madre para pedirle permiso y dinero para ir al Brighton Park Theatre con tal de ver la película. Loretta se negó al principio, ya que las condiciones de vida que atravesaban no daban para darse esos lujos.
Sin embargo, Loretta también era consciente que sus hijas estaban obsesionadas con Elvis, por lo que, a regañadientes, les otorgó el permiso para ver la nueva película del artista estadounidense. Además de la autorización, les dio tres dólares para el transporte, las entradas, algo para comer y para que se pudieran quedar a una nueva función.
A las 19:30 de aquel día, Loretta despidió a sus hijas, quienes salieron de casa con sonrisas de oreja a oreja, pues iban a ver la película de su ídolo, a pesar de que ya era la octava vez que la verían. Antes de que se fueran, le pidió a Bárbara que cuidara muy bien de su hermanita y que regresaran a casa antes de la medianoche. Esa fue la última vez que habló con ellas.
¿Dónde están las niñas?
Loretta no se encontraba tranquila; obviamente estaba ansiosa por ver a sus hijas en casa otra vez. Sin embargo, la pesadilla comenzó ya pasada la medianoche, hora a la que se suponía que Bárbara y Patricia volverían a casa.
Fue en ese momento que les pidió a dos de sus siete hijos, Joey y Teresa, que salieran a la parada del colectivo y las esperaran. Ambos, ante la angustia de su madre, le hicieron caso sin opinar.
Durante su tiempo afuera, vieron pasar un total de tres buses, pero ninguno trajo a sus hermanas a casa. Esto les generó preocupación, por lo que al regresar a su hogar le contaron las malas noticias a su madre: Bárbara y Patricia no aparecían.
Esto llevó la desesperación de Loretta a niveles máximos, por lo que, en plena madrugada y con una fuerte tormenta de nieve, se dirigió a la comisaría de McKinley Park, en Chicago, para denunciar la desaparición de las muchachas.
Manos a la obra
Debido a que Bárbara y Patricia eran menores de edad, la Policía comenzó la investigación sin perder tiempo. Se rumoreó que habían escapado de casa o que se fueron a dormir al hogar de algún amigo sin avisarle a su madre.
Esa misma madrugada, los patrulleros hicieron varios reconocimientos del recorrido desde la casa de los Grimes hasta el teatro, al mismo tiempo que otros policías entrevistaron a los choferes de la empresa de colectivos. No había rastro de ellas.
Un día después, lograron tener la primera pista de su paradero. Loretta llamó a cada una de las compañeras de colegio de sus hijas. Dorothy Weinert, quien estaba en el mismo salón de Patricia, le dijo que la había visto en el cine la misma noche en la que desapareció.
Ya con los detectives, la joven explicó que vio a ambas hermanas sentarse en una fila adelante en la sala de cine y conversaron por un breve momento. Luego de haber terminado la primera función, las dos salieron de la sala a comprar comida mientras empezaba la segunda. Dorothy les había preguntado si iban a casa, a lo cual le respondieron que iban a ver el segundo rodaje.
Las autoridades también se acercaron a la empleada de la boletería del teatro, quien, luego de observar las fotos de las niñas, aseguró no recordar haberlas visto aquella noche. Sin embargo, la encargada de la tienda de alimentos dijo que las hermanas habían comprado golosinas antes de volver a ver la película. No obstante, también contó que no las vio salir del cine ni hablar con alguien.
Todo se complicó
El Departamento de Policía del condado de Cook intensificó la búsqueda, la cual fue compuesta por centenares de agentes, quienes formaron un grupo de investigación especial para recoger todas las pistas que pudieran.
Una de sus metodologías fue hacer interrogatorios puerta a puerta a los vecinos que vivían en los barrios que quedaban a la redonda del cine. La ciudad, en cuestión de días, estaba repleta de afiches con las fotos de las hermanas Grimes; se podían ver volantes en muchos postes y negocios de toda la zona.
La iglesia a la que ellas tenían el hábito de concurrir con su madre hizo una recolección y ofreció una recompensa de mil dólares por cualquier información que pudiera llevar a su paradero. Pese a que eran jornadas de trabajo extensas, no pudieron encontrarlas.
Una semana después del inicio de la búsqueda, un joven les mencionó a las autoridades que las vio salir del cine aquella noche y subir a un carro, el cual era manejado por un hombre muy parecido a Elvis Presley. Pese al testimonio, esta versión creó un mar de especulaciones en la Policía y la comunidad.
El llamado de atención del ídolo
La búsqueda de la Policía parecía no tener norte, y la versión del conductor parecido al artista estadounidense provocó una cantidad masiva de especulaciones que provocaron una desatención en la comunidad frente a la investigación.
Los medios de comunicación de ese entonces comenzaron a ser escépticos con el comportamiento de Patricia y Bárbara aquella noche. Se llegó a decir, incluso, que ambas hermanas tomaron la decisión de escapar a Nashville, Tennessee, para ver un concierto de Elvis, que estaban en una reunión de jóvenes imitadores del estilo de vida que mostraba el cantante en sus videos musicales y películas o que estaban con el artista escondidas en su mansión.
A Loretta, por su parte, le parecía imposible que sus hijas hubieran escapado hasta otro estado de forma premeditada. Sin embargo, la falta de resultados terminó por desesperarla, hasta el punto de ir hasta la televisión y la radio para que los esfuerzos continuaran.
Este caso llegó hasta la oficina de prensa y comunicaciones de Elvis, la cual emitió una circular desmintiendo los rumores acerca de una posible visita de las hermanas Grimes a su casa en Graceland. Sin embargo, la desesperación de Loretta conmovió al artista, quien en una presentación en radio, aprovechó la ocasión para hablarle a Bárbara y Patricia: “Si son buenas fans mías, vuelvan a casa y alivien la preocupación de su madre”.
Son ellas
El 22 de enero de 1957, es decir, más de tres semanas después de la desaparición de las jóvenes, la temporada de invierno llegaba a su fin, por lo que el hielo y la nieve comenzaron a derretirse en Chicago.
En ese día, Leonard Prescott, un obrero de construcción, había terminado su turno en el trabajo. Mientras manejaba por un sendero llamado German Church Road, pudo divisar lo que parecían dos maniquíes en la nieve, por detrás de la barandilla de la carretera.
El afán lo obligó a no detenerse, ya que iba a recoger a su esposa Marie. Sin embargo, tomó la decisión de regresar, ya junto a ella, para ver más de cerca ese hallazgo.
Marie fue la primera en acercarse a dicha escena y lo que vieron sus ojos, de forma más detallada, hizo que se desmayara inmediatamente: se dio cuenta de que, en realidad, eran dos cadáveres desnudos y congelados. Dichos cuerpos eran los de Bárbara y Patricia Grimes.
Inmediatamente, llamaron a la Policía, la cual seguía en las labores de búsqueda. Cuando llegaron a German Church Road, se encargaron de cerrar la zona y contactarse con Joseph, el padre de las hermanas, para hacer el reconocimiento. “Son ellas”, dijo el señor Grimes, quien tuvo que ser reducido por los oficiales para que no se abalanzara sobre los cuerpos.
Strikes por doquier
De ahí en adelante, la Policía no dejó de cometer errores. Mientras hacían el traslado de los cuerpos a la morgue, un grupo de 160 personas se dedicó a explorar la zona en busca de pistas para poder dar con algún sospechoso. No obstante, toda pista que fue encontrada fue destruida.
Las investigaciones forenses no se pusieron de acuerdo ni en las fechas, ni en las causas de la muerte de las hermanas Grimes. Se manejó la versión de que habían muerto en la madrugada del 29 de diciembre del año anterior, mientras que, para otros, había sido cinco días después.
Los análisis toxicológicos arrojaron que las jóvenes no habían consumido ni bebidas embriagantes ni drogas alucinógenas. Asimismo, no se halló ropa en el lugar donde reposaban los cuerpos, los cuales también estaban limpios.
Lo único en que los forenses estaban de acuerdo es que Bárbara había tenido relaciones sexuales días antes de su muerte, pero no pudieron definir si fueron forzadas o consentidas. Este aspecto polarizó las opiniones en los investigadores criminalísticos: un bando consideraba necesario poner ese dato en el informe, mientras que el otro prefería que no se hiciera por respeto a la memoria de la joven.
Los cuerpos tenían señales de golpes, pero ninguno parecía fatal. Luego de tanto debate, se pusieron de acuerdo en definir que, efectivamente, fueron asesinadas por “shock secundario por hipotermia”. Es decir que, para los peritos, habían muerto congeladas.
En una conferencia de prensa, el entonces jefe de la Oficina Forense de Cook, Harry Glos, aseguró que los resultados arrojaron que ambas hermanas habían sido asesinadas a golpes debido a los numerosos traumatismos en el rostro. Así mismo, indicó que las dos habían sufrido varias “agresiones sexuales reiteradas” durante días. Estas declaraciones derivaron en el despido de Glos.
¿Quién fue el culpable?
El caso de la muerte de las hermanas Grimes se convirtió en una cruz que la Policía de Chicago tuvo que cargar por mucho tiempo. Los medios hacían señalamientos en su contra por la ineficiencia de la investigación. Así mismo, la devastada familia de las chicas se quejaba constantemente de las conclusiones de la autopsia y la lentitud de todo el proceso.
Las autoridades, con la intención de cerrar el caso lo más pronto posible y de limpiar su nombre e imagen, se pusieron manos a la obra para encontrar al responsable del crimen.
El primer sospechoso fue un hombre llamado Edward Lee Bedwell, un habitante de calle de 21 años que fue relacionado al crimen por su parecido con Elvis Presley, junto a las declaraciones del propietario de un restaurante que dijo haberlo visto con ambas menores.
Edward, muy obediente, respondió todo lo que la Policía le preguntó, pero cuando dio su versión de los hechos, se dieron cuenta de que él no era el asesino. Lo dejaron en libertad.
El sospechoso número dos fue Max Fleig, un adolescente que aseguró que sí había matado a las chicas. No obstante, las autoridades se querían asegurar de que estaba diciendo la verdad, por lo que le hicieron pasar al detector de mentiras (lo cual era ilegal debido a que aún era menor de edad). Fue ahí donde se dieron cuenta de que estaba mintiendo.
Silas Jayne fue otro de los señalados, pero por un caso aislado ya que, tres años atrás, hubo un asesinato de dos niños dentro de un establo del cual él era propietario. El testimonio de una decena de personas confirmó que Jayne no era culpable.
La última pista
El 27 de mayo de 1958, cinco meses después del asesinato de Bárbara y Patricia, Loretta Grimes recibió una misteriosa llamada por parte de un hombre sin identificar. “Yo las secuestré, las desnudé y las maté. Sé algo sobre una de tus hijas que nadie más sabe, ni siquiera la Policía. Los dedos de la menor estaban cruzados en los pies”, fue lo que se escuchó en la llamada antes de que se colgara la llamada.
De ahí en más, no surgieron nuevas pistas sobre quién era el asesino, por lo que la investigación no avanzó. Sin embargo, el caso se mantuvo abierto. Ya en el futuro, al menos, se llegó a una conclusión.
El nombre del asesino
El detective Raymond Johnson, quien pertenecía a la Policía de West Chicago, se retiró en el año 2011, pero mantenía un deseo por ser escritor. Solo necesitaba un tema afín al crimen para empezar a redactar.
Los asesinatos no resueltos le llamaron la atención, por lo que se encargó de investigarlos. Fue ahí cuando conoció la historia del crimen de las hermanas Grimes y se puso en manos a la obra para darle un fin a este caso sesenta años después de los hechos.
Durante la consulta del caso, Johnson se fijó algo: la Policía en ese entonces no se había dado cuenta de que un año después, un hombre llamado Charles Leroy Melquist fue detenido por matar a Bonnie Leigh Scott, una joven de 15 años, bajo el mismo modus operandi que utilizó en contra de Bárbara y Patricia.
Revisó más archivos de la investigación y el detective conoció que la señora Grimes había recibido otra llamada telefónica de una persona cuya voz era calcada a la de la primera. En esa ocasión, el hombre le dijo: “Cometí otro delito perfecto. Este es otro que los policías no resolverán”.
Todo coincidió: Charles Leroy Melquist era el verdadero asesino. Sin embargo, ya era demasiado tarde. Luego de pedir a sus colegas en la Policía que buscaran al hombre, les informaron que había fallecido meses atrás en la prisión estatal de Illinois, en donde cumplía cadena perpetua.
*Por Juan Murrillo
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