¿Los hombres contra las máquinas, las máquinas a favor de los hombres?
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Es tan común escuchar que la realidad puede superar la ficción, que pensar en las películas de Terminator y encontrar un líder real que buscó destruir las máquinas -al mejor estilo John Connor- no es tan raro, y menos aún reconocer lo superador de la realidad ante los hechos que sucedieron.
Recrearse, o el ocio, es una de las actividades más importantes y necesarias del ser humano, durante la historia y desde nuestros primeros años, jugar es tan importante que marca aspectos únicos en nuestra personalidad. Hoy en día no solo se habla de lo lúdico en su aspecto recreativo sino también, de una manera de vivir.
En los inicios de la revolución industrial Inglesa los hombres ocupaban la mayoría de las horas del día en sus trabajos, jornadas largas de 14 horas, y más, en condiciones precarias y poco higiénicas. No había tiempo para ratos de ocio donde “Jugar” o divertirse. Todo quedaba de lado para solo descansar y reponer energías.
Sin embargo, la naturaleza del hombre lo llevó a no contenerse y así surgió un movimiento social donde un aspecto creativo que no solo fue la excusa sino el arma de su protesta.
En nombre del Capitán Ludd
El misterio histórico pone a Ned Ludd (posiblemente nació Ned Ludlam) en la cabeza del movimiento Ludista, y aunque no se ha encontrado prueba real de su existencia, se cree que su origen es en la aldea de Anstey, en las afueras de Leicester, Reino Unido.
El Ludismo emergió durante el rudo clima económico que se vivió durante las llamadas guerras napoleónicas, situación que generó un crecimiento de las difíciles condiciones laborales en las fábricas textiles. Las disensiones producidas sobre los salarios, la renta de telares, la cantidad de empleados en aprendizaje, y que el trabajo se realizaba con insumos de menor calidad, provocó que en 1811 comenzaran los alzamientos que lanzaron a la fama la figura de Ned Ludd.
Una figura misteriosa y un movimiento naciente
El 11 de marzo de ese mismo año en Arnold, un pueblo cerca de Nottingham, en la plaza del mercado, los soldados del rey dispersaron una reunión de obreros en paro. Al caer la noche, casi un centenar de máquinas fueron destruidas a golpe de maza en fábricas donde se habían bajado los salarios.
Aquellas reacciones colectivas, espontáneas y dispersas, fueron la forma de expresar el descontento de aquel movimiento naciente.
Meses más tarde, en el cercano pueblo de Bulwell, hombres enmascarados con martillos, hachas o mazas destruyeron varios telares, acto que produjo un tiroteo y la posterior intervención militar por parte del Estado Inglés.
El puntapié inicial estaba dado, la fuerza de empuje generó el principio de la avalancha, los fabricantes empezaron a recibir misteriosas cartas firmadas por un imaginario (¿o no?) General Ludd, también conocido como “Capitán Ludd”. Esas cartas amenazantes no tardaron en hacerse famosas, todas llevaban su nombre y poco a poco, con cada accionar, el mito se acrecentaba. El apellido de un personaje que daría nombre a un movimiento de protesta que si bien no estaba centralizado, sí era el fruto de esfuerzos coordinados y la ineludible llamada a la insurrección y ejecución de expediciones punitivas nocturnas.
La denuncia se afianzaba a medida que el ritmo de trabajo los encadenaba a la máquina, los luditas no solo exponían la otra cara de la tecnología y la falta de trabajo, sino que cuestionaban el progreso técnico sin reparos, defendían la cooperación frente a la competencia desde un punto de vista moral y ético frente al beneficio.
¿Qué defendían en realidad?
No fue una resistencia a las novedades de la tecnología, sólo a la parte de aquella que agredía a la comunidad. No fue un movimiento al azar, ni desorganizado, los objetivos eran claros y precisos, rompían las máquinas que producían objetos de mala calidad o los talleres donde pagaban los peores salarios, pero según cuenta la leyenda, los objetivos a los que llegaban tenían algo de azar. Ludd sorteaba en las noches cuándo atacar y a quienes.
El Ludismo fue un movimiento crítico, de activistas que reclamaban una aplicación de la tecnología de acuerdo con las necesidades humanas. El Gobierno británico no tardo y contestó a la amenaza ludita de una forma poco feliz y despiadada, después de que un millar de hilanderías fueran dañadas, tras la aprobación de una ley, no solo desplegó alrededor de 12.000 soldados, sino que castigó con la pena de muerte la destrucción de máquinas, ( 28 personas fueron juzgadas: 5 encarceladas, 8 deportadas a Australia y 15 fueron encontradas culpables de crímenes capitales cuya pena era la horca).
La modernización industrial generó desocupación, es por eso que uno de los efectos fue el surgimiento de estas rebeliones espontáneas llamadas Ludismo, que culminaron en Inglaterra hacia 1813. Pero no fue realmente el fin.
El nombre del capitán, y su metodología reapareció nuevamente en Gran Bretaña y el resto de Europa, expandiéndose junto a la industrialización y modernización de los estados .
Más cercano en el tiempo, allá por 1996 el nombre ludita resurge en un segundo significado. Se conforman congresos en nombre del Ludismo (Ohio, EE UU), y ser un “ludita” implica a aquellos que se oponen a adoptar o incorporar en su estilo de vida la industrialización, automatización, computarización o las nuevas tecnologías en general usadas con el mismo objetivo destructor.
El neoludismo es “un movimiento, sin líderes, de resistencia pasiva al consumismo y a las tecnologías cada vez más extrañas y amenazadoras de la Edad Computarizada”.
Malcolm L. Thomis escribiría en su libro “Los Ludites”:
“Sin la estructura de un sindicato, la destrucción de máquinas era solo uno de los mecanismos que los trabajadores podían utilizar para aumentar la presión sobre los empleadores, para debilitar a los trabajadores peor pagados que competían con ellos, y para crear solidaridad entre trabajadores”. Una historia que inspiró al mismo Gandhi a copiar sus métodos en contra de Inglaterra: la desobediencia civil mediante el boicot a la industria textil
Si la figura de Nedd Ludd fue real o no quedará en el misterio y la imaginación, esta especie de héroe al estilo Robin Hood, mezclado con Terminator y Blade Runner hizo que un mundo en plena modernización recuerde a la fuerza el factor humano, con la particularidad y originalidad del azar.
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