El misterio del Mary Celeste, el “barco fantasma” que fue encontrado a la deriva y sin su tripulación
Hasta el día de hoy, solamente el mar guarda la respuesta de qué le sucedió a esta embarcación
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El mar es una de las grandes fuerzas de la naturaleza que más secretos esconde. En su interior, cientos de tesoros, barcos y tripulaciones aguardan a ser encontrados y que sus misterios sean por fin revelados. Imperturbables en la profundidad de las aguas, existen historias que ni siquiera el mar se atrevió a sacar a la superficie. Son tan numerosos como indescifrables los enigmas en los cuales los naufragios fungen como protagonistas, por lo que hay quienes que optaron por referirse a ellos como leyendas.
Mary Celeste es tan solo una de las tres millones de embarcaciones que fueron azotadas por las intempestivas aguas del mar, de acuerdo con la Organización de las Naciones Unidas (ONU). El barco, que salió de Nueva York con destino a Génova el 3 de noviembre de 1872, nunca llegó a su puerto final y su repentina aparición, casi un mes después, dio paso a un cúmulo de teorías.
Desde aquel día, expertos y aficionados náuticos trataron de resolver, sin éxito, las múltiples incógnitas que giran alrededor de este misterioso barco fantasma ubicado en medio del océano Atlántico. No obstante, la historia parece ser un laberinto sin salida que siempre lleva a hacerse las mismas preguntas: ¿Qué fue lo que ocurrió con los navegantes?, ¿Es acaso el relato de un navío fantasma?
Por un poco más de 100 años, estos fueron cuestionamientos que generaron aún más dudas que respuestas. Pese a que el incierto rumbo de la embarcación constituye uno de los grandes interrogantes de la época, vale la pena rememorar los últimos instantes de una tripulación condenada a la muerte.
El Mary Celeste, un barco a todo lujo
Mary Celeste fue un barco construido en Parrsboro, Nueva Escocia, en 1861. Con 30,3 metros de largo, 7,8 de ancho y una profundidad de 3,6 metros, fue la embarcación elegida para realizar numerosos viajes a lo largo y ancho del mundo.
No fue hasta el 18 de mayo de 1861 que el barco, por esa época llamado Amazon, debutó en las impredecibles y siempre peligrosas aguas del océano Atlántico bajo el mando del capitán Robert McLellan. Sin embargo, su travesía no duró mucho, ya que McLellan tuvo que ser llevado de emergencia al puerto de origen debido a una enfermedad que, días después, acabaría con su vida.
La fiebre incontrolable que llevó a la repentina muerte del primer líder de la tripulación, debió ser un presagio de los acontecimientos que tendrían cabida una década después. Sin sospechar del misterioso futuro que tendría la embarcación, Amazon recorrió el océano durante dos años más junto con el capitán John Nutting Parker.
En 1863, William Thompson tomó el lugar de Parker como capitán de Amazon. Todo iba bien, hasta que en octubre de 1867 una terrible catástrofe azotó de nuevo a la tripulación del navío. Esta vez, una tormenta en la isla de Cabo Bretón sería la responsable de su inminente y casi completa destrucción.
Lo que parecía el final del bergantín se convirtió en el inicio de un nuevo capítulo en su historia, en el que la muerte, los fantasmas y los presuntos embrujos serían los verdaderos protagonistas. En una subasta fueron comprados los restos del barco por un comerciante llamado Alexander McBean, quien, en menos de un mes, vendería su más reciente adquisición al mejor postor.
Amazon tuvo muchos compradores a lo largo de sus años activos; sin embargo, Richard Haines, un marinero proveniente de Nueva York, fue finalmente el encargado de bautizar y registrar bajo las leyes estadounidenses al enigmático, Mary Celeste. El cambio de nombre fue un llamado directo a la fatalidad.
Ahogado por las deudas, Haines no logró mantener por mucho tiempo más a la embarcación a flote, por lo que Mary Celeste pasó de dueño en dueño hasta toparse con Benjamin Spooner Briggs, quien sería su último capitán.
Un viaje solo de ida
El bergantín del cual no se esperaba sorpresa ni aventura alguna asombró a todos los tripulantes del barco canadiense llamado Dei Gratia, que se encontraba en una isla cerca de Nueva Jersey a la espera de un cargamento de petróleo.
El 5 de diciembre de 1872, cuando estaban a mitad del camino a Génova, su destino final, los navegantes canadienses lograron divisar a un barco que navegaba en zigzag. Era el navío Mary Celeste, que naufragaba a la deriva y sin rastro alguno de sus marineros.
Ante el desconcertante avistamiento, el capitán David Morehouse tomó la decisión de acercarse junto con su embarcación para ofrecer ayuda. No obstante, lo que encontraron fue aún más alarmante: un buque desierto con la escotilla principal asegurada y todas las pertenencias de sus presuntos tripulantes en los camarotes. Sin un alma a bordo, todo parecía indicar que se los había tragado el mar.
A los pocos minutos, los hallazgos no dejaron de impactar. No solamente faltaban la mayoría de los papeles del barco junto con los elementos de navegación de Briggs, sino que 1.700 barriles de alcohol intactos yacían en las bodegas con una impresionante cantidad de suministros para más de seis meses.
Un nuevo descubrimiento heló la sangre de los navegantes del Dei Gratia. El único bote salvavidas del barco había desaparecido, y una de sus dos bombas se había desmontado. Hasta ese momento solo quedaban despojos de una posible tragedia.
En diálogo con LA NACION, la historiadora argentina y autora del libro La fantasía del naufragio, Adriana Pisani, dio una conjetura respecto de lo que pudo haber pasado en los últimos instantes del Mary Celeste.
”En la bodega no había tanta agua como para abandonarlo (el barco), después de haber leído mucho e investigado sobre otros casos, entiendo que la desesperación del momento puede haber generado que el capitán ordenara abandonar la nave y a partir de ahí, naufragaron en el barco salvavidas”, precisó.
Según cuentan algunas leyendas, antes de la inesperada desaparición del capitán, su familia (su esposa Sarah y su hija Sophia) y los demás navegantes, el navío fue sacudido por intempestivas tormentas, fuertes vientos y mares revueltos que llevaron a su fatídico final.
Pese a que la última anotación en la bitácora especifica que para el 25 de noviembre la embarcación se encontraba en perfectas condiciones para navegar por el océano Atlántico, a partir de ese momento el destino de sus tripulantes es un verdadero misterio para todo el mundo.
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