El hombre pintó sobre manuscritos medievales genuinos, raspando algunas hojas para repintarlas y manteniendo otras intactas
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En La Casa Museo Ema Klabin, en Sao Paulo, hay dos páginas de un antiguo misterio del mundo del arte expuestas. Son pergaminos acreditados a un personaje conocido como el “Falsificador español”, quien imitó pinturas medievales entre finales del siglo XIX y principios del XX, y cuya identidad hasta el día de hoy se desconoce. Es más: a pesar del apodo, ni siquiera se sabe a ciencia cierta cuál era su nacionalidad.
Con sus pinturas y manuscritos iluminados se encuentran dispersos en museos y bibliotecas de todo el mundo, los historiadores del arte y curadores los identifican gracias a algunos rasgos comunes, e inusuales en la Edad Media.
Los escotes exagerados de las mujeres, la mezcla de ropas de diferentes lugares y épocas y la aplicación de oro al terminar de pintar el cuadro -y no al principio, como en la época medieval- son algunos de estos elementos apuntan hacia el “Falsificador español” como el autor de las piezas.
En algunas pinturas también se realizaron análisis de los pigmentos mediante microscopio y exámenes de fluorescencia de rayos X, como en el caso de cinco obras sobre hojas de pergamino que fueron adquiridas en 2008 por el Museo Victoria y Alberto de Londres, y analizadas en un estudio de 2009.
La investigación demostró que el falsificador pintó sobre manuscritos medievales genuinos, raspando algunas hojas para repintarlas y manteniendo otras intactas.
También se comprobó que los pigmentos utilizados no podían ser de la Edad Media, ya que recién comenzaron a fabricarse a partir del siglo XVIII. Según el estudio, ya se han catalogado más de 300 piezas presuntamente elaboradas por el “Falsificador español” en todo el mundo.
La Biblioteca Morgan de Nueva York es la principal responsable de la catalogación.
Fue una exdirectora de esa biblioteca, Belle da Costa Greene (1879-1950), quien primero denunció la falsificación de una pieza atribuida al pintor español del siglo XV Jorge Inglés que le había llegado. Fue por así que el timador se ganó su alias.
A partir de ese momento, Greene continuó durante años investigando las piezas del estafador y advirtiendo a sus colegas sobre su existencia.
Su sucesor, William Voelkle, la relevó en la investigación, catalogó la obra del “Falsificador español” y, en 1978, organizó una notable exposición con unas 75 piezas atribuidas al delincuente.
Aún preciadas
No se sabe exactamente cómo, pero dos pinturas sobre pergamino, tituladas “Juego de caza” y “La llegada de la novia”, llegaron a manos de la empresaria y coleccionista brasileña Ema Klabin (1907-1994).
“Sabemos que estos pergaminos fueron comprados en 1975 a otro coleccionista aquí en Sao Paulo. Tenemos un recibo, pero la firma es ilegible”, dijo el curador de la Casa Museu Ema Klabin, Paulo de Freitas Costa.
“Es difícil saber si Klabin sabía que eran falsificaciones. Probablemente, las compró pensando que eran auténticos, pero debe haber descubierto poco después que no lo eran, porque la exposición en Nueva York, que tuvo repercusiones”, explicó.
Según el curador, quien tiene una maestría en Artes de la Universidad de Sao Paulo, las piezas que están en la Casa Museu no pasaron por exámenes como radiografías, sino por un análisis de estilo.
Los pergaminos, que estarán expuestos hasta el 12 de febrero de 2023, fueron realizados sobre auténticos cancioneros litúrgicos del siglo XV.
Como en otras piezas del falsificador, se conservaron algunas hojas originales: en el reverso del pergamino de la Casa Museu Ema Klabin se encuentran partituras musicales.
Hasta el día de hoy se siguen vendiendo piezas del “Falsificador español”.
La casa de subastas Christie’s vendió, en diciembre de 2020, por US$4.440 un pergamino titulado “An Encounter between a Lord, Lady and a Knight” y cuya autoría se le atribuye.
La pieza más cara del imitador vendida por Christie’s fue el manuscrito iluminado “De Vita Caesarum: Divus Lulius”, una biografía del emperador romano Julio César escrita por Gaius Suetonius Tranquilus en el año 121 d.C. La obra se subastó en 2012 por US$25.187.
Los textos en los que Christie’s anunció las piezas a subastar se afirmaba que hay “evidencia creciente” de que el “Falsificador español” supervisó un taller en París, ya que en algunas pinturas se encontraron restos de periódicos parisinos.
Sin embargo, de Freitas Costa apuntó que algunos investigadores han señalado que su origen pudo haber sido Estados Unidos, “porque las primeras piezas (de su autoría) aparecieron allí”.
En una vieja entrevista del Washington Post de 1978, Voelkle afirmó que las imitaciones podrían haber sido obra de varias personas que trabajaban juntas.
Costa explicó que al identificar la autoría de las obras de arte antiguas no se puede ser del todo exacto.
Así citó un ejemplo reciente, la pintura más cara jamás vendida: el “Salvator Mundi”. Si bien algunos expertos e instituciones atribuyen la pintura a Leonardo da Vinci, esta autoría aún es debatida e incierta. La pintura se vendió en 2017 por US$450 millones.
“Esta obra corresponde a la época de Leonardo: la madera, los pigmentos, pero todavía hay muchas dudas.
“Muchos piensan que fue hecha por los discípulos de Leonardo, y no por él. Otros piensan que fue hecho por el estudio de Leonardo y que él participó poco”, señaló.
“Son los especialistas en un período determinado, en un artista determinado, los que resuelven este tipo de cosas. Pero eventualmente, en el futuro, sale otra información que puede cambiar eso. Nunca es 100% seguro”, agregó.
Furor por el medievo
Sobre el “Falsificador español”, una cosa es cierta: amañó piezas medievales en una época en la que eran muy populares en Europa.
“A mediados del XIX hubo un gran movimiento en el que, a pesar de todo el desarrollo del arte, lo que se consideraba como europeo más auténtico era la arquitectura gótica, la época medieval. Eso fue muy valorado en la segunda mitad del siglo XIX y a principios del XX (…)”, agregó.
“Hubo un interés renovado y la gente comprara manuscritos, páginas iluminadas, cosas de la época medieval”, explicó Costa.
En su investigación, Voelkle descubrió que muchas de las referencias del Falsificador a los temas y al propio diseño de las imágenes procedían de libros de Paul Lacroix (1806-1884) sobre la Edad Media y el Renacimiento, ricos en ilustraciones.
“Él recreó este material”, afirmó de Freitas Costa. Pero, ¿tiene la producción del “Falsificador español” valor como obra de arte? “Éticamente, está mal, probablemente ganó mucho dinero haciendo estas falsificaciones. Pero son creaciones originales, no son copias de nada. Él creó esa ilustración”, dijo Costa.
El curador consideró que hay valor en las obras y citó los argumentos del Museo Victoria y Albert para comprar piezas al imitador.
En una entrevista con The Art Newspaper, el entonces curador del museo británico Mark Evans, dijo que las cinco hojas de pergamino pintadas por el “Falsificador español” que ahora cuelgan en Londres eran importantes “por lo que nos hablan sobre las percepciones del arte medieval en el siglo XIX”.
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