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Identificada como una genia erudita desde muy joven, el padre de Mileva no tardó en darse cuenta ni advertir la excepcional inteligencia de su hija, por eso, no solo busco sino que le proporcionó una educación especial y con mayor nivel de las que recibían las mujeres de finales de 1800; una posibilidad que la llevó muy pronto, junto a su gran capacidad para las matemáticas, a destacarse.
Es muy probable que el nombre Mileva Maric no nos llame la atención y, menos aún, que sepamos que fue el gran motor y coayuda de muchos de los logros que rodean a Albert Einstein. Bastará con ahondar un poco más en su historia, tanto personal como profesional, para descubrir que todo lo por él logrado contaba no solo con un gran aporte de Mileva, sino que hasta podríamos dilucidar que el motor de sus investigaciones fue su compañera, asesora y amada.
Una hija genia y un encuentro que cambiaría su vida
Finales del siglo XIX no era una época muy feliz para el desarrollo intelectual de las mujeres, pero esto no le impidió al señor Maric -a sabiendas de tener una hija “genia”- luchar y confeccionar en 1892 un petitorio que la autorizara ante el ministerio de Educación a acceder a conferencias de física reservadas únicamente para los hombres. Así, cuatro años más tarde Mileva viaja a Suiza donde es aceptada en la carrera de matemáticas y física de la Escuela Politécnica de Zúrich (una de las pocas casas de estudios que aceptaba mujeres)
Fue en ese entonces cuando Albert Einstein quedó fascinado, no solo ante la presencia de Mileva sino también ante su extraordinaria inteligencia. Ella fue una de sus seis compañeros de clases, la seguridad y confianza en el aula, y el no amedrentarse de ser la única mujer, fue lo que atrajo la atención de Einstein.
Al parecer, los genios se atrajeron en muy poco tiempo, a los pocos meses de empezar su curso y basada en la admiración mutua y la pasión que ambos sentían por la física y la música, Mileva y Albert empezaron una relación amorosa e intelectual.
No solo asistían a clase juntos sino que luego se quedaban hablando, debatiendo y estudiando. La brillantez de Mileva se plasmó en sus calificaciones universitarias, tanto que superó las notas de Albert, pero su intensa y fructífera vida universitaria se truncó en 1901, cuando, embarazada, no pudo presentarse a los exámenes finales.
Éxitos y decadencia de una pareja “genial”
El embarazo fuera del matrimonio no era bien visto en aquella época y al no estar casados, Mileva fue obligada a abandonar los estudios y regresar a su casa paterna, donde dio a luz a la pequeña Lieserl. El nacimiento de esta beba está sumido en un pequeño misterio ya que nunca se supo qué pasó con ella. La versión oficial fue que falleció a las pocas semanas de nacer por contraer escarlatina, la otra es que la dieron en adopción. Lo que sí se sabe es que Einstein nunca llegó a conocer a su primera hija.
Albert consigue trabajo en la oficina de patentes de Berna en 1903, en ese mismo año le propone casamiento a Mileva. Las jornadas laborales de Einstein son en la oficina, mientras que Mileva cría a su hijo Hans, nacido en 1904, y también se ocupa de los quehaceres domésticos. Los dos genios trabajan por la noche, reunidos sobre la mesa de su cocina, apenas iluminados por una lámpara de kerosene. No solo estudian, también desarrollan las teorías físicas que ya habían empezado juntos en la universidad.
El tiempo agrandó a la familia y tener un hijo más hizo que la relación entre ellos comenzara a deteriorarse. A tal punto llegó el colapso de la familia Einstein-Marić, que Mileva descubrió en 1912, una relación paralela de su marido con su prima, Elsa Löwenthal.
Antes del gran derrumbe del matrimonio, él advirtió que su infidelidad había sido descubierta, entonces Albert ideó un plan: le impuso a Mileva una serie de condiciones para seguir “nominalmente casados”. “Tendrás que encargarte de que mi ropa esté ordenada y de que me sirvan tres comidas al día en mi habitación”, exigió Einstein, y agregó: “renunciarás a toda relación personal conmigo, excepto cuando lo requieran las apariencias sociales, y no esperarás ningún afecto por mi parte”. Aquello fue inaceptable para Mileva que rechazó esas condiciones y, junto a sus dos hijos, lo abandonó.
La hora del reconocimiento: un camino difuso
Albert Einstein publicó en la revista científica Alemania los trabajos que habían realizado juntos, estos están dedicados a los átomos y moléculas, a la teoría de la relatividad.
Los cuatro artículos que publicó cambiarían las leyes de la física, y no es raro pensar que aquellas noches de trabajo conjunto dieron sus frutos. Hasta su hijo dio testimonio de que recordaba a sus padres trabajando días y noches en la cocina.
En una ocasión, Albert también dejó constancia del valor de Mileva al declarar: “Necesito a mi esposa, resuelve por mí todos los problemas matemáticos”.
Mileva Marić pasó un semestre en la Universidad de Heidelberg (Alemania), donde recibió clases de Phillip Lenard (pionero en el estudio del efecto fotoeléctrico y Nobel de Física). Esta formación, que solo recibió ella, es la base de los trabajos por los que Einstein recibió el Premio Nobel, ya que el físico fue reconocido por la interpretación que hizo del efecto fotoeléctrico y no por la ley de la relatividad. El físico Evan Harris, del laboratorio militar de Aberdeen (Maryland) y principal abanderado de la coautoría de Mileva, asegura que la teoría de la relatividad empezó con la tesis que Marić escribió y presentó a su profesor, el físico Heinrich Friedrich Weber, en el Instituto Politécnico de Zúrich, aunque el documento original de este trabajo no se conservó.
Aunque su participación no puede comprobarse, tampoco se puede negar, ya que las pruebas y testimonios son contundentes, su hijo Hans Albert quiso hacer públicas las cartas entre sus padres, pero los encargados de los derechos de los difuntos ganadores del premio Nobel se encargaron de ocultarlas para que no salgan a la luz.
Un acuerdo económico y el Premio Nobel
Pero el hecho más curioso fue que al acordar ambos la firma del divorcio en 1919, negociaron y entre los acuerdos de separación, Mileva Marić puso una única condición: si, algún día, Einstein ganaba el Premio Nobel, le daría a ella íntegramente la suma económica del premio. Lo que se concretó tres años después, Albert Einstein recibía el Nobel de la Física y, tal y como acordaron, sin evidenciar enojo ni hostilidad por parte de Einstein para con Mileva finalmente le envió el dinero. Ella lo invirtió íntegramente en la salud de su hijo Eduard, a quien habían diagnosticado esquizofrenia.
La vida de Mileva después de Einstein no fue sencilla: tuvo que ocuparse ella sola de dos hijos, sufrió dificultades económicas que pudo superar dando clases particulares de ciencias. Finalmente su muerte ocurrió en 1948, a los 72 años, sin haber recibido ningún tipo de reconocimiento por su carrera científica.
Genio cuasi comprobado, coautoría cuestionada y aún abierta, y consentimiento por parte de ella, dibujan un halo de misterio. Quizás Mileva, debido a los prejuicios en contra las mujeres de la época, prefirió que se hagan conocidos aquellos trabajos, los cuales al firmarlos podrían no haberse publicado.
Hoy en día cada vez son más los que la defienden y otorgan el papel fundamental que, como genia matemática, permitió el desarrollo de las teorías presentadas por Albert Einstein.
Aunque la respuesta esté en ella misma y en su amor, ya que en 1908 uno de los compañeros de ambos, Conrad Habicht, cuestionó la decisión de Mileva de no ser incluida cuando los tres juntos (Albert Einstein, Mileva Marić y él mismo Habicht) construyeron y patentaron un voltímetro ultra-sensible bajo el nombre “Einstein-Habicht”. Ante aquel cuestionamiento, consciente de la unión intelectual con Einstein, Mileva Maric contestó: “¿Para qué? Los dos somos una piedra”.
El rap de Einstein
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