Luis Picciochi trabaja en un estudio de agrimensura, pero todos los años dedica una semana al Mundial de Scrabble en español
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Un tablero y cien fichas. La vida de Luis Picciochi (55) está marcada por 225 casillas y la posibilidad “casi infinita” de crear nuevas palabras. Descubrió el scrabble de la mano de su madre, durante unas vacaciones en Mar del Plata, en enero de 1977. Y fue amor a primera vista. De repente, el juego de mesa se volvió su pasión (y también su obsesión). Desde hace algunos años, compite internacionalmente y ostenta un récord único: es tres veces Campeón Mundial. La semana pasada, entre el 24 al 29 de octubre últimos, disputó una nueva “Copa del Mundo” de Scrabble en español, la edición XXIV, en un hotel céntrico de Buenos Aires. Y si bien no pudo consagrarse “tetracampeón”, terminó cuarto entre 130 participantes.
Después de iniciarse con su madre, llevó el scrabble a sus amigos del barrio de Flores. Era la época previa a los smartphones y las tablet, así que no tardaron en engancharse. Pero al poco tiempo Picciochi ya les sacaba una diferencia enorme. A los 13 años empezó a jugar con su primera novia. El vínculo amoroso y lúdico continúa hasta hoy, ya que en la actualidad es su esposa y madre de sus dos hijas. “Jugamos una o dos partidas de Scrabble todos los días antes de comer. Ella es muy buena, a veces me gana, y yo practico. Esa es una ventaja muy grande que tengo sobre la mayoría de los jugadores porque los demás tienen que arreglar y juntarse para entrenar”, asegura.
—Evidentemente, desarrollaste un gran espíritu de competencia.
—Lo lúdico siempre me gustó y la competencia me genera una adrenalina tremenda. Mi mamá nunca compitió y mi papá jugaba al billar, pero no era un gran competidor. Creo que me nació con el fútbol... Me gusta ganar, soy más feliz cuando gano, entonces pongo todo para que suceda. También disfruto de la adrenalina, sentir que me palpita más fuerte el corazón en una jugada.
—Además del Scrabble, ¿jugás a otros juegos?
—A todo: truco, póker, juegos de mesa, de preguntas y respuestas... También compito hace tres años en un circuito amateur de tenis y juego tres o cuatro partidos por semana.
En 2005 Luis empezó a jugar al Scrabble de forma online y la emoción del triunfo se multiplicó en la red. Poco después lo contactaron de la Asociación Argentina de Scrabble. Le dijeron que jugaba muy bien y lo invitaron a participar de los torneos que organizaban todos los sábados. Picciochi ni siquiera sabía que existía tal asociación... además, hasta el momento, dedicaba todos sus fines de semana al tenis. Sin embargo, en 2006 un desgarro lo alejó de la raqueta y, a los 39 años, volcó toda su competitividad sobre el tablero de las 225 casillas. “Cambié el tenis por el Scrabble. Fuimos, nos encantó la cantidad de gente, la competencia que había. Entré en la categoría más baja de las cuatro y dije: quiero ser campeón de esto, así que decidí ponerme a estudiar”, cuenta.
—¿Y cómo se estudia para ganar en el Scrabble?
—Agarré el diccionario y con un cuaderno al lado me fui anotando todas las palabras que podían servir y no conocía: básicamente verbos que te dan 20 opciones de conjugaciones. Me fui aprendiendo todos. Por ejemplo: me anoté arrecadar, arremedar, arrejuntar, arrepasar, arrepistar, arregostar y así sucesivamente.
—¿Sabés que significa cada palabra?
—No es necesario saber el significado. Son un montón que están en el diccionario de la RAE, pero aprenderlas no sirve de nada. Si te digo “decile al gato que deje de miagar” no me vas a entender. Pero yo sé que maullar es mallar, miagar, miañar, maular... Tiene un montón de sinónimos.
—¿Son muchas las palabras que sólo usás en el Scrabble?
—Sí, muchas. Hay palabras que son muy lindas. Por ejemplo, buhitiho. Una vez la puse y me dio un montón de puntos y te saca letras horribles. ¿Qué es? Un sacerdote de América Central, algo así como un chamán. Otra es el verbo zullar, que sale normalmente en el tablero. Si te acercás a las mesas ahora, la mitad de las palabras la gente no las conoce.
Desde hace un tiempo, la tecnología resolvió una de las problemáticas más recurrente que pasaban en las partidas de Scrabble. Ante la duda del contrincante por la validez de una palabra llamaban al veedor, anotaban la duda en una planilla para que una persona con un diccionario a mano buscara, mirara las conjugaciones y resolviera. Ahora, la Federación Internacional de Scrabble lanzó la app Lexicon donde los jugadores escriben y automáticamente dice si es válida o no. El conocimiento de las reglas de la Real Academia Española también es una ventaja que Picciochi sabe aprovechar.
“Hay verbos que son antiguos y la RAE solo los acepta en infinitivo. El otro día, por ejemplo, usé el verbo monedear y el rival jugó monedeare y no valía. Entonces perdió el turno y le vi una letra, que en partidas pareja es una gran ventaja”, agrega.
—¿Cómo se preparan los partidos de Scrabble?
—No se puede diagramar una estrategia de antemano porque depende de las fichas que van viniendo. Pero en este ambiente nos conocemos entre todos y cuando te toca un rival que no tiene gran vocabulario voy dejando algunas palabras con posibilidad de enganches. Eso, en este juego, es correr riesgos. Por ejemplo, en mi mano pongo la palabra aporrear y, si mi rival no tiene buen vocabulario no se va a dar cuenta que le dejé la palabra siguiente servida. Entonces, en la mano siguiente uso la misma palabra y le pongo una P adelante: queda paporrear, con la que vuelvo a sumar un montón de puntos. O está la palabra solaz, de la que deriva solazo. Y después sigue como solazos. Como estas, tengo miles de jugadas preparadas de acuerdo con las letras que vienen.
—Entonces, el Scrabble parece un desafío más ligado a la ingeniería que a la literatura…
—Sin dudas. Es un juego para gente de números. La persona de letras va a poner cosas lindas, pero acá es matemática y también ir viendo probabilidades. Vas contando las letras que salieron. Si no tengo para hacer Scrabble [una palabra usando las siete letras, que da 50 puntos de bonus], pero tengo un buen proyecto, me saco una de encima y calculo cuántas chances tengo de agarrar una de la bolsa que me sirva.
—¿Cuántas veces usás las siete letras que te tocan por partido, para sumar bonus?
—Normalmente cuatro en una partida. Yo tengo un juego ofensivo y cuando no tenga una buena jugada prefiero perder mi turno y cambiar mis letras, pero hay otros que prefieren sumar puntos en todas las rondas.
—Las palabras de siete letras las tenés estudiadas, me imagino…
—Sí, hay un programa que se llama Anagramanía, que desarrollaron en Venezuela que te da un listado de palabras de siete letras que son combinación única, es decir, que con esas solo podés formar una sola palabra. Las de alta probabilidad es bueno saberlo, como ociaría, saudoso o bitumen. El verbo sonreír también tiene varias combinaciones únicas.
Desde su inicio en los torneos de la Asociación Argentina de Scrabble, Picciochi participó en todos los Campeonatos Mundiales desde 2007. Estuvo en Bogotá, Lille, Asunción, Santa Susana (Barcelona), Ciudad de México, Cali y La Habana, entre otros. Pero de los que guarda mejor recuerdo es de los tres en los que fue campeón mundial: Isla Margarita (2009), San José de Costa Rica (2010) y Playa del Carmen (2018). Como disciplina amateur, el premio en dólares que ganó por sus títulos apenas le alcanzaron para pagar el pasaje a la Copa del Mundo siguiente.
Alejado del mundo de las letras, en lo profesional se desempeña en un estudio de agrimensura, donde todos los años tiene una semana dedicada a las vacaciones para el Campeonato Mundial de Scrabble. Este año se disputó en Buenos Aires y Luis se alojó en el hotel donde se jugó la competencia para aprovechar el mayor tiempo de descanso posible. Durmió entre seis y siete horas por noche, más lo que pudo como siesta entre las partidas de la mañana y las de la tarde. Las noches previas a competir come liviano y nunca toma alcohol.
—¿Tenés algún tipo de cábalas para la competencia?
—No soy muy de eso... A veces cambio la manera de agarrar las fichas: de a una, de a dos o de a tres. O puede ser que agarre una birome o toque la medallita que me regaló mi hija hace un par de años.
—¿Tu hija también juega?
—Tengo dos hijas. La mayor jugó un Mundial a sus 19 años y salió Mejor Debutante, pero ahora está en otra faceta que no quiere estar los sábados encerrada. De chiquita se sentaba al lado mío y me decía ‘por qué hiciste esto’ y trataba de entender el juego.
Todos los años, el Campeonato Mundial tiene reservados los martes para la Copa de las Naciones. Participan los mejores representantes de cada país. Los tres años en los que Picciochi ganó Mundiales, también se consagró el Equipo Nacional con su presencia. En esta última edición, su aporte no fue suficiente y Argentina quedó segunda por detrás de España. Los otros participantes fueron Chile, Panamá, Colombia, Uruguay, Estados Unidos, México y un combinado de Europa. La derrota inesperada caló hondo en el equipo: “Lo vivimos como una derrota total porque teníamos un equipazo. España tiene muy buenos jugadores también”, insiste.
—¿Cómo se hace para dejar la bronca atrás en un juego que requiere tanta concentración?
—La bronca dura 10 minutos. Son 24 partidas y apenas termina una, a los 15 minutos, tenés otra. Si no limpiás el chip para el partido siguiente, cometés errores.
—¿Tenés alguna táctica para lograr eso que vos llamás “limpiar el chip”?
—Yo me hablo a mí mismo. ‘Ya está’, ‘jugaste mal, pero hiciste todo’. Me digo esas cosas y analizo las partidas cuando termino para no volver a caer en ese error. El tema es cometer la menor cantidad de errores. Que no haya es imposible.
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