Es difícil imaginar que, donde hoy gente de todas las edades va y viene cargando inmensos ramos de flores y tratando de hacerse lugar entre la muchedumbre, en el pasado haya sido un desfile de ovejas yendo al matadero. Eso fue la pequeña calle Columbia Road tiempo atrás, hasta que, después de una larga mutación, se convirtió en el actual mercado floral a cielo abierto más grande de Londres, un paseo ineludible para quienes gusten de conocer los mercados callejeros, los sitios a los que asisten los locales y, también, vale adelantarlo, los empujones y codazos.
Es un domingo frío y nublado por la mañana y los londinenses se agolpan abrigados entre los puestos repletos de tulipanes, lirios, amarilis, crisantemos, repollos ornamentales o peonías. También hay algunos turistas que, a un ritmo más lento y cámara de fotos en mano, se interponen ante los apurados puesteros que descargan de sus camiones cajones con macetas. Aquí es el Día de la Madre y nadie quiere quedarse sin su ramo.
Asentado en el este de Londres, dentro del moderno barrio de Shoreditch, la historia del Columbia Road Flower Market comenzó en 1860, cuando los comercios de estilo victoriano que aún existen se asentaron para satisfacer las necesidades de la población cercana al Jesus Hospital. Al principio funcionó los sábados como mercado de comercio, pero a medida que la población judía crecía, el mercado se trasladó a los domingos y, en sus comienzos, vendía sus productos a los vecinos que tenían pequeños jardines.
Pese a que en la década de 1970 el barrio entró en decadencia y estuvo peligrosamente cerca de la demolición, los comerciantes se opusieron y lograron frenar el avance de las topadoras. Gracias a ello pudieron mantenerlo en pie, al igual que a los negocios cercanos y, en la década siguiente, alcanzó la masividad.
Especies populares o especies exóticas: a lo largo de Columbia Road, los feriantes despliegan una variedad amplia de plantas en macetas y de flores frescas que cultivan ellos mismos o importan de distintas partes del mundo. Está el puesto de plantas de estación y perennes, con felicias, scaevolas o verbenas; está el de hierbas, con un menú de romeros, eneldo, salvias, perejiles, coriandro o tomillo de limón; el que vende cactus y suculentas y el que comercia flores para armar ramos. La calle está cortada al tránsito, pero hay que andar con cuidado para no llevarse por delante una la rama de una palmera que va en brazos de alguien o atropellar a otro peatón y quebrarle su varilla de azucena.
Colores y fragancias no son el único atractivo de esta calle. En sus alrededores existen cerca de 60 tiendas independientes en los que se puede comprar ropa usada, tomar café, comer comida italiana o sumarse a la tradición de beber una cerveza en un pub. Hay, por supuesto, locales que ofrecen muebles, herramientas y todo tipo de productos de jardinería.
Durante el recorrido, más allá de que se compren o no se compren plantas, el visitante extranjero puede atestiguar la fascinación que tienen los ingleses por la jardinería y, quién sabe, también contagiarse de ella en medio del gentío.
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