El vacío tras la pérdida la había sumido en una parálisis difícil de superar...
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Mariana tiene varios recuerdos de su infancia y adolescencia que la marcaron a fuego. Son vívidos, muchos de ellos son felices, pero también están aquellos otros que le producen una sensación de ahogo inevitable.
Hija mayor de cuatro hermanos, se recuerda parada allí, en algún rincón de su hogar, representando la imagen de la perfección ante la familia. “Hacé como tu hermana” o “Mirá qué bien que lo hace Mariana”, eran algunas frases que su padre solía decirles a sus hermanos. Sí, ella era el modelo a seguir, aquel había sido su rol asignado. Sin poder escapar de su etiqueta, así creció.
A pesar de la presión invisible, Mariana amaba profundamente a sus padres; con ellos, suele decir, se sentía a salvo. Y así como su padre la ponía de ejemplo, para ella, él era el hombre que todo lo podía resolver: “Y en mi cabeza de niña no crecida sentía que era inmortal. Pero, como a todos los seres humanos, le llegó su día”, cuenta Mariana.
Mamá, familia propia y un camino para sanar
Con su madre, por alguna razón, no conectaba como otras chicas. Era muy dedicada a su hogar, a sus hijos, era una buena mamá aunque, para ella, algo distante. Con los años, Mariana comprendió que aquella mujer tan cercana, pero tan lejana, se sentía demandada por los quehaceres y las necesidades de los otros. Se había perdido a sí misma.
Cuando su madre también dejó el mundo, Mariana ya era una joven adulta que se había casado. El duelo, negado, había sido reemplazado por una angustia creciente. El espejo, de pronto, comenzó a devolverle una imagen familiar, aunque perturbadora: de alguna manera ella estaba replicando el legado de la mujer que le había dado la vida.
Sumida en una espiral descendente, Mariana decidió que era tiempo de contemplar su existencia y transformar su realidad. En su travesía, buscó en la escritura y la lectura esa señal que le devolviera un sentido pleno a su vida. Y fue un libro en particular, Agridulce (Bittersweet) de Susan Cain, el que produjo en ella la metamorfosis.
-Decís que Bittersweet, de Susan Cain, fue finalmente el libro que te cambió la vida. ¿Cómo te sentías antes de encontrar la obra?
Por algunas de esas razones del universo durante muchos años me sentí en la piel de mi madre. En circunstancias diferentes, pero haciendo su camino como si no existiera mi propia realidad. Como un pájaro enjaulado que desconoce que ese hueco es la salida.
Mi salida era crecer. Y ahí estaba el gran tema, no había crecido. Quizá mamá no me dejó, quizá a ella tampoco se lo habían permitido entonces no sabía cómo enseñárselo o permitírselo a su primera hija. El punto es que yo no tenía las herramientas para caminar sola por la vida.
Mientras mis padres estuvieron en este plano fui haciendo lo que podía hasta que un día dejaron de existir. Con su muerte me sentí desamparada. Sola en el mundo, sin techo, a pesar de ya contar una familia propia.
-¿Qué fibras sentís que tocó Bittersweet? ¿Qué transformaciones provocó en vos?
Bittersweet llegó a mí a través de un post de un medio reconocido. Una frase de la autora que tocó mis fibras más íntimas: ¨Uno de los mayores canales de acceso que tenemos hacia el amor es la nostalgia unida al anhelo espiritual y la tristeza a través de experiencias muy intensas que, tarde o temprano, todos atravesamos¨.
El libro de la autora llegó a mí en el momento justo. Un momento bisagra donde debía dejar atrás a mi ser niña para convertirme en la mujer adulta que soy hoy. Para poder hacerlo debía atravesar el dolor y transformarlo en una ofrenda creativa, mi propia ofrenda creativa. Debía dejar ir para volver desde otro lugar. Debía morir para renacer.
A través de la autora logré reconocer mi gran dolor, la pérdida de mis seres significativos, logré transformar ese dolor, atravesarlo sin miedo porque una de las cosas que me impidieron crecer fue que mi madre, intentando evitar mi sufrimiento, impedía el dolor. A toda costa quería que no sufriera pensando que eso era amar, pero el tema es que el dolor llega, tarde o temprano. Debemos poder atravesarlo para transformarlo y poder ser felices. En mi caso, no tenía herramientas. Le tenía miedo.
Gracias al libro logré resignificarlo, comprendí que no debía tenerle miedo. Sino enfrentarlo, sentirlo, ponerlo en palabras, escribir sobre él, abrazarlo y a través de ese proceso poder transformarlo posteriormente en una ofrenda creativa.
Pude comprender a las personas que están en la misma situación donde estuve en su momento y acompañarlas en esos momentos de soledad. Es tremendo cuando tus padres están muriendo que te digan como consuelo: ¨Y, es la ley de la vida¨, sí, pero a mí me duele igual. En ese momento nadie me entendía, hasta incluso me sentía rara de que me doliera tanto su pérdida ya que para la vista de los demás era parte de la vida.
A partir de la autora logré transformar el dolor y comprender que, sea quien sea, la pérdida es igual para todos. No importa si es la ley de la vida o no. No importa si es tu perro o un jardín completo, si es tu madre o tu hijo o una pareja que no fue. La pérdida de algo importante para vos es lo que duele. La pérdida propiamente dicha es lo que duele.
- ¿Cómo podrías describir tu presente hoy en relación al mensaje que intenta transmitir Bitter-Sweet? Es decir, ¿por qué podés notar que cambió tu vida?
Bittersweet te deja un mensaje de esperanza. A partir de él descubrí que podemos morir y volver a nacer las veces que queramos. Que el dolor no es malo, sino que es parte de la vida. No existe la vida color de rosa ni el vivimos felices comiendo perdices, sino que la vida está llena de momentos oscuros y de claridad, que solo atravesando la oscuridad podremos encontrar la luz.
En mi caso logré atravesarlo, comprenderlo, y a partir de ahí encontrarle un sentido. En una de las entrevistas habla con un psiquiatra que se dedica a ayudar a personas con una enfermedad terminal a encontrar el sentido de la vida. ¡Si! En un momento donde se les está acabando la vida una se preguntará qué sentido tiene, ¿no? Eso me pareció increíble. Todos podemos tener un sentido de la vida hasta el último día.
A veces creemos que nuestro sentido de la vida es criar a nuestros hijos, viajar y conocer el mundo, ser millonarios quien sabe para lograr qué, tener éxito para no sabemos qué, el tema es que, si ese que ese proyecto se derrumba, nos quedamos con una vida sin sentido, nos desmoronamos. A veces construimos una identidad a partir de esa concepción. A través del libro comprendí que el sentido de la vida es aquello por lo que debemos permanecer en este plano, y que trasciende lo que hayamos construido.
A través de él descubrí mi propio sentido de la vida: transformarme en una adulta libre para lograr que muchas otras personas a partir de mi experiencia logren lo mismo. Gracias al libro descubrí que la muerte es solo una parte de la vida del alma. A lo largo de la existencia vivimos muchas vidas y muchas muertes. Pero en el mientras tanto seguimos creando bellos arcoíris. Viendo a los árboles moverse con el viento.
*Un libro o una canción pueden transformar tu vida para siempre. Este espacio es para compartir testimonios donde la música o la literatura fueron claves para superar momentos críticos de la vida; asimismo, busca nutrirnos de letras y melodías de todos los tiempos. Si tenés una canción o un libro que sentís te salvó/cambió la vida y querés compartir tu historia, podés escribir a letraymusicaparaelalma@gmail.com
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