El legado Polosecki, 20 años después
Propuso un periodismo narrativo inédito en la televisión argentina de los 90 y su acercamiento a las personas que mostraba lo convirtieron en unreferente. A dos décadas de su temprana muerte, su figura es objeto de homenajes
En 1992, Roberto Pettinato conducía en ATC el programa Rebelde sin pausa. En ese espacio, Fabián Polosecki ganó una convocatoria para hacer un segmento de breves entrevistas. Semanas después, Raúl Becerra, conductor de La noticia rebelde, y luego el mismo Gerardo Sofovich, a cargo del canal, le informaron a Polo que tendría un programa de una hora. “Me imagino una especie de Philip Marlowe que va por la noche contando historias”, recuerda Diego Lublinsky –uno de los directores que formaron parte de El otro lado y El visitante– que comentó Becerra cuando lo llamó para proponerle a Polosecki la novedad.
Gabriel Fabián Polosecki, con 29 años, revolucionaría el periodismo en televisión con un programa semanal que duraba una hora. El otro lado y luego El visitante se convirtieron en material de culto. Allí entrevistaba a personajes desconocidos, marginales, personas con profesiones u oficios que parecían no tener la relevancia para salir en televisión. A nadie, en ninguna parte, parecía importarle lo que ellos tuvieran para contar. Maquinistas anodinos de locomotora, ladrones en la cárcel, policías, prostitutas en una ciudad costera fuera de temporada, cuidadores de museos en el centro, travestis de Montserrat, trabajadores en las cloacas de la ciudad. Polosecki conversaba con ellos. En esa televisión de los 90 –quizás incluso en la televisión de hoy– las miradas estereotipadas y los lugares comunes eran el código y la estética dominante. Polosecki, o Polo, junto con el equipo de trabajo con el que se amalgamó, rompió las reglas en aquel momento. Ayer, 3 de diciembre, se cumplieron 20 años de su muerte. ¿Por qué su figura fue tan relevante entonces y trasciende hasta hoy?
Polosecki no había hecho televisión hasta aquella convocatoria. Había trabajado en Radiolandia y en la revista Fierro. Había colaborado para Diario Popular, Página 12 y diario Nuevo Sur, la publicación del Partido Comunista, en el que militó. En la redacción de Radiolandia conoció a Pablo De Santis, quien formaría parte del equipo de ambos ciclos televisivos como guionista. Según cuenta De Santis, en Radiolandia a Polosecki le gustaba quedarse conversando especialmente con Enrique Sdrech, quien le contaba historias del viejo periodismo.
La voz de Polosecki, en el inicio de El otro lado: “Todos los jefes de redacción se dieron cuenta al mismo tiempo de que podían arreglárselas sin mí. Ahora escribo historietas absurdas sobre historias verdaderas. No me va mucho mejor…, pero se conoce gente”. Polo se sitúa como un antihéroe que luego sufrirá una transformación –seguramente al encontrar historias verdaderas–. Una voz en off, mientras se muestran imágenes de la ciudad de noche, relata: “El tipo colgó su historia y salió a buscar alguna que pudiera entender. Sólo hay que saber escuchar”. Sin saberlo, El otro lado les daría voz a cientos de historias y Polosecki se convertiría en un conductor que las entendería. “Cuando se emitió el primer programa, fui a verlo a la casa de los padres de Polo y quedé muy impresionado, porque era una cosa muy novedosa desde el contenido y desde la forma”, le cuenta el escritor Pablo De Santis a La Nación revista.
Otro de los directores que había empezado con Polo en El otro lado fue Ignacio Garassino. Sentado en un bar del barrio en el que vive, Villa Crespo –anticipó que no puede hablar de Polo si no es cara a cara–, recuerda: “El programa tenía que tener algo de serie negra y que la voz en off remitiera a Raymond Chandler. Había un programa que con Polo veíamos y nos gustaba mucho, una serie guionada por el escritor de ciencia ficción Richard Matheson. El protagonista encarnaba a un periodista fracasado que descubría que en Los Ángeles había vampiros y, claro, nadie le creía”. El primer episodio de El otro lado se tituló De policías y ladrones, y era la primera vez que un programa de televisión mostraba qué pensaban los delincuentes. No sólo eso, sino que la forma Polosecki habilitaba actos fallidos como el de un agente de policía que decía: “Con el tiempo ellos van adquiriendo experiencia, igual que nosotros, en el arte de delinquir”. Así, Polosecki daba inicio también a la búsqueda de sus propios vampiros. Descubriría historias con una potencia narrativa que nadie antes había notado.
Además de encontrar historias, una de las líneas más innovadoras de Polosecki y su equipo era la de ficcionalizar la realidad. Esta línea de periodismo narrativo en televisión era inédita. Como dice Garassino: “La tele de esa época era cero investigación narrativa y nosotros no sabíamos cómo iba a reaccionar el establishment televisivo. Tuvimos la suerte de que la directora más respetada del momento, María Herminia Avellaneda, viera nuestro primer programa y le dijera a Polo: "Es el mejor primer bloque de la televisión argentina.”
Para aquel primer programa, con la intención de ficción en mente, Polo y Garassino encontraron a dos chicos en una plaza de San Telmo y les pidieron que actuaran como si estuvieran robando un pasacasete. “Éramos un equipo mínimo y nunca le avisamos a la policía que íbamos a hacer eso. Terminamos filmando desde un balcón a los pibes, que hacían como que afanaban, cuando cae la policía y casi los boletea”, recuerda Garassino.
Compromiso es el que también recuerda Pablo De Santis que Polosecki tenía no sólo con el rodaje, sino con cada decisión: “Polo tenía las reuniones para decidir los temas, se reunía con los investigadores periodísticos, vivía para el programa”.
Salir de los prejuicios
A veces, es por las fisuras por donde se ingresa en un espacio, en un recuerdo, en una persona. También por las fisuras se puede escarbar en la profundidad. Y algunas veces, son necesarias las propias fisuras para acercarse a lo más real. Fabián Polosecki parecía hallar la fisura necesaria para abordar a personas y encontrar la profundidad en ellas. “Lo particular de él era su característica poco televisiva, y él encontró cómo hacer televisión y sacar a los personajes del lugar común. Hubo un programa en el que visitaba Villa Itatí, pero lo que a Polo le interesó mostrar fue cómo vivían las personas, cómo se casaban, cómo celebraban fiestas, qué pensaban. No sólo el qué mal viven los pobres. El programa estaba muy atento a cómo los personajes contaban la historia”, agrega De Santis.
En 1994, Polosecki ganó el Martín Fierro Revelación por su trabajo de 1993 en El otro lado. En la terna compitió con Inés Estévez y Soledad Villamil, que encarnaban personajes de ficción. Apenas subió al escenario a recibir la estatuilla, Polosecki dijo: “Bueno, dicen que el primero te lo regalan y el segundo te lo venden”. En esa misma premiación, El otro lado también recibió el galardón a Mejor Programa Periodístico.
Al día siguiente, Polo fue al living de Susana Giménez. Al saludarlo, Susana le dijo: “Tu programa es maravilloso y nunca me perdí uno”. Polosecki, incrédulo, le respondió: “¿En serio me lo decís?”. Después, sonrió y agradeció.
En 1995, empezó El visitante. Su episodio Ciudad feliz comenzaba con Polo tomándose un tren a Mar del Plata y un texto en primera persona en el que recordaba su ligadura emocional con la ciudad. Había cambios en el nuevo personaje que encarnaba Polosecki en esta segunda parte del ciclo. Seguía siendo ese periodista detective, pero más diurno y sin tantas referencias al género policial. En ese primer episodio, la entrevistada era una prostituta llamada Graciela. Polo y ella estaban sentados a la mesa, en una confitería. Ella usaba campera de jean gastada, un peinado almidonado y brilloso, anteojos negros y una boina inclinada de costado. Parecía una chica Almodóvar.
–Y cómo está el laburo? –le pregunta Polo.
–Malísimo –dice Graciela, mientras toma un sorbo de gaseosa–. No existe el trabajo. Todos los marplatenses siempre pensamos qué vamos a hacer cuando termine la temporada, pero la verdad es que las temporadas acá son cada vez más pobres.
Silencio. Otra de las marcas de ambos programas era que se respetaban los tiempos de una conversación, y las pausas no seguían las lógicas televisivas. Así daba la sensación de que conversar con Fabián Polosecki era inmiscuirse en la propia mismidad.
–No, la verdad es que no hay circulantes, y eso pasa en todos los rubros– dice con una risa desesperada.
Polo tira algunas carcajadas, pero no interrumpe y Graciela sigue:
–Hay veces que no entiendo a los hombres. Vienen muy apurados, están histéricos. Me preguntan: “¿Y el hotel queda lejos?”. O me dicen: “Vamos rápido, que le dije a mi mujer que iba a guardar el coche y volvía”. ¿Para qué querés salir así? Dentro de todo, para el hombre, tiene que haber cierto goce, que haciéndolo de esa manera lo poco que puede haber, lo perdés.
–¿Y vos preferís que el tipo venga así? –le pregunta Polo.
–Por mí sí, ojalá vinieran todos así.
–Por qué.
–Porque hay cosas a las cuales no te acostumbrás nunca, para mí al día de hoy no es agradable que una persona que no me gusta me acaricie, me toque… Lo tolero, pero no me resulta agradable.
De sentir cómo es que la toque un extraño, de ese rechazo que se oculta en una capa más abajo de la piel. A esas verdades llegaba Polosecki. Y las mostraba. “Tenía un compromiso excesivo con los personajes, no llegaba a hacer ese corte con los entrevistados que es necesario hacer, incluso algunos lo seguían llamando y él se preocupaba por la gente”, agrega Pablo De Santis, redactor de los textos junto con Polosecki en ambos ciclos.
El director del episodio en Mar del Plata fue Diego Lublinsky. Recuerda tan bien el capítulo, que incluso lo utilizaba para enseñar en la materia Actuación frente a cámara en el Instituto Universitario Nacional del Arte (hoy, el UNA). “Les mostraba ese capítulo a los alumnos porque muchas veces, en la actuación, los actores no parten de la observación, sino que parten del deber ser. Yo quería que partieran de la observación real para captar el espíritu del personaje y usaba ese programa de El visitante para mostrar esto”, dice Lublinsky. Y agrega: “Polo generaba intimidad muy rápidamente con las personas, y yo aprendí observándolo”.
La “forma Polosecki”
Antes de definir que Polo fuera el protagonista en El otro lado, Nacho Garassino cuenta que se hizo un casting que el mismo Polosecki presenció, pero ninguno de los actores daba con lo que estaban buscando. Nadie parecía tener el carisma de Polo. “Yo aprendí mucho de Fabián. Después hice documentales y jugué a ser él. Como buen periodista, Polo sabía hacia dónde iba, y al mismo tiempo estaba dispuesto a que le cambiaran el plan, pero nunca se le imponía al entrevistado”, continúa Garassino, y asegura que lo más importante que aprendió de él fue “que todos tenemos una historia importante adentro; el asunto es llegar”. Parece que Polosecki tenía la inteligencia y la empatía de saber dónde buscar.
Mucho programas periodísticos que salieron al aire intentaron continuar con la idea de salir a recorrer la calle, los barrios, la ciudad y entrevistar a las personas reales que no encarnasen un personaje. Sin darse cuenta, Polosecki y El otro lado dieron inicio a ese periodismo testimonial que contaba desde ese otro lugar. Hubo resultados muy dispares. Desde Zoo, las fieras están sueltas, conducido por Juan Castro, hasta Ser urbano, con Gastón Pauls. Todos planteaban esa misma forma de relato.
Hacia finales de 1995 terminó de emitirse El visitante por ATC. Un año después, el 3 de diciembre de 1996, Fabián Polosecki decidió terminar su vida y saltó a las vías del tren, en la estación Santos Lugares. Hay un programa de El otro lado en el que Polosecki leía: “No sé ustedes, pero a mí siempre me pareció que los trenes formaban parte de otro planeta. Donde el tamaño y el color de las cosas respondían a una lógica que los de afuera apenas podíamos intuir. Los trenes siempre me parecieron salidos de un volcán, como si fueran monstruos que sólo yo veía, y cuya única prueba de existencia eran monedas aplastadas que habían osado poner en su camino hacia el centro de la Tierra”.
Este programa dedicado a los trenes causa una impresión espeluznante. “Y es un oficio como cualquier otro, tiene su parte fea, en este caso es arrollar personas”, dice un maquinista en el inicio del programa. En uno de sus fragmentos, Polo dialoga con el maquinista sobre los suicidios, preguntándole qué siente alguien que no puede parar una locomotora que está a punto de arrollar a un desesperado. El maquinista dice: “¿Sabés el golpe que pegan? Es un ruido sordo, se siente hasta la fractura de los huesos”. Así, el maquinista le cuenta sus impresiones. Algunos dicen que a lo largo de la charla, el maquinista le indicó a Polo que el punto más complicado es la estación de Santos Lugares, el lugar perfecto para un suicida. Esto no aparece en el episodio. También dicen que a Polo no le parecía ponerlo, porque podía llegar a dar ideas. Lo que impresiona al que sabe la historia es que él eligió ese lugar tres años después para poner fin a sus días, como si el programa le hubiese dado la idea.
Organizado por el grupo de gestión cultural La Nave de los Sueños, el martes 13 de diciembre próximo habrá un homenaje a Fabián Polosecki en la Biblioteca Nacional. Será a las 19. Además, su familia quiere dar a disponibilidad pública todos los episodios de El otro lado y El visitante que hoy se encuentran en el archivo audiovisual del Centro Cultural San Martín. Para 2017 esperan poder subirlo a una plataforma abierta.
Fotos gentileza archivo personal familia Polosecki