Irse a probar suerte a Europa solo, entre los 20 y los 30 dista mucho de la experiencia de esta familia tipo que eligió Málaga como destino.
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Doce valijas, una guitarra, un teclado. Y los cubiertos, los buenos, los pesados. Algunos recuerditos de amigas, de su mamá, de sus abuelas. Ese fue el equipaje con el que Mariana Lazzarino (53), su marido Gabriel Folgar (56) y sus hijos Alma (15) y Simón (17) aterrizaron en Barcelona y arrancaron la travesía hacia Málaga, la ciudad andaluza que eligieron como nuevo hogar. El otro, el que compartían en Ituzaingó, quedó a resguardo de un gran amigo, por las dudas, por si la aventura española no salía como la habían soñado y tenían que regresar dos años después, el plazo que se habían puesto para probar suerte.
¨Buscábamos vivir más tranquilos. Estábamos dispuestos a cambiar nivel de vida por calidad de vida. Lo que no sabíamos era que pasaríamos de la zona de confort a la zona de Covid”, cuenta risueña Mariana, traductora de inglés, y hoy, en Instagram, el espíritu de @marian_en_malaga, desde donde muestra su vida en España, para sus amigos que quedaron en Argentina y todos aquellos amantes de los viajes que la leen. Pero también para quienes aspiran a seguir sus pasos y encontrar un lugar en el viejo-nuevo mundo.
Una historia familiar
La historia española de Mariana y su familia comenzó el domingo 8 de marzo del 2020. Justo cinco días antes de que debutara el confinamiento por la pandemia en ese rincón de Europa. No habían llegado a localizar ni siquiera los negocios de Benalmádena (la zona en la que se ubicaron en las afueras de Málaga), cuando todo estuvo cerrado. “Creo que tuvimos un Dios aparte y que por suerte me tocó un marido muy metódico. Más allá de que me ayudó ser ciudadana italiana, y por consiguiente que también lo sean mis hijos, esa primera semana llegué a hacer los trámites para tener mi documento y a poner en contacto a los chicos con la escuela. Lástima que nunca empezaron… Un mes más tarde recién me enteré de una plataforma virtual educativa que usan acá, y nos pusimos en contacto con las tutoras. Así terminaron de cursar el año para el que se habían inscripto. ¡Trabajaron muchísimo!”, revive orgullosa.
Si la historia oficial comenzó ese día de la mujer del 2020, el sueño de irse a vivir a España había empezado justo dos años atrás. Con motivo de su cumpleaños número 50, Mariana había planificado un viaje para visitar a algunas amigas que viven en Europa. Y como Gabriel también quería ir, negociaron y partieron en dos la travesía: quince días con él, otros quince con las chicas. Terminando el primer tramo de las vacaciones, él la encaró: “¿Y si nos venimos a vivir a Europa?”. “Entré en shock. Nunca en mi vida lo había pensado. Siempre que teníamos un mango lo usábamos para viajar. Pero nada más. Le dije, bueno, vemos, pero ni se te ocurra decirles a los chicos hasta que vuelva. Pasaron mis 15 días sola, aterrizo en Ezeiza, y lo primero que me dicen los chicos al verme es “ni locos nos vamos a vivir a Europa”.
Llevó un tiempo ir instalando en la mesa familiar la posibilidad de la mudanza. Antes de resolverla, hicieron un viaje exploratorio de cuatro. En el invierno europeo recorrieron Cádiz, Valencia, Alicante y Málaga, donde nunca habían estado. Y les encantó. “Recuerdo que ahí pensé: vamos a dejar tantas cosas que quiero que valga la pena. Quiero vivir cerca del mar y con buena temperatura. Acá los veranos son súper calurosos pero los inviernos son cero fríos. Hoy salgo a caminar por la playa tres veces por semana”.
El deseo se hizo realidad
Primero se instalaron en un departamento que alquilaron y en el que terminaron pasando el primer tramo de la pandemia. Y finalmente compraron uno propio, mucho más chiquito que la casa de Ituzaingó pero al que van habitando con algunos muebles que compraron, otros que encuentran en la calle y reciclan, y desde cuya terraza se ve el Mediterráneo, los jacarandá en flor y los tejados rojos.
- ¿Y de qué viven?
- Sigo haciendo traducciones para algunos clientes que tengo en Argentina. Y Gabriel conservó el estudio de contaduría del que vivíamos en Buenos Aires, reorganizándolo y dándoles más responsabilidades al equipo de trabajo que ya tenía. Ahora estamos desarrollando otros proyectos acá. Gracias a las redes es más fácil. Sueño armar viajes solo para mujeres, llevarlas a conocer los Pueblos Blancos y tantas otras bellezas que voy descubriendo por acá. También estoy arrancando con una inmobiliaria (NR: no es una actividad regulada en Málaga), eso lo estamos viendo con otra argentina que se acaba de mudar. Por su parte, mi marido está también asesorando a gente que como nosotros quiere emigrar para que puedan tener su residencia legal de una forma eficiente y económica. Además de ayudar a pequeños emprendedores -sobre todo argentinos- a que puedan llevar adelante sus proyectos en este país.
- Pero por ahora, el mayor porcentaje de ingresos es en pesos y viven en euros ¿cómo hacen?
- Sabíamos que iba a ser así. Pero la cuenta originalmente fue muy distinta a la que terminamos viviendo. Estamos con bastante menos de lo que habíamos calculado. Nos imaginamos una transición pero nunca un Covid. Allá laburamos los dos toda la vida, venimos de familias comunes de clase media. No es que para venirnos vendimos tres campos y el barco. No por eso resignamos escaparnos los fines de semana. Son absolutamente mágicos. Vamos y venimos en el día. No podemos pagar cien euros la noche para dormir a 150 kilómetros de casa. Pero vale la pena salir, esto es en parte lo que justificó toda la movida, y lo queremos aprovechar.
- Van para el año y medio de estadía, faltan 6 meses para que se cumpla el plazo que se habían fijado. Hoy, ¿se van o se quedan?
- No es fácil a los 50 acostumbrarse otra vez a cuidar el mango. O no conocer a nadie por la calle. Los chicos tuvieron que demostrar que eran buenos alumnos, hacerse nuevos amigos. Todo esto costó. A veces nos agarra el bajón de que estamos en un punto muerto, frenados, pero miro para atrás y la verdad es que hicimos muchísimo en poco tiempo. Nos vinimos a vivir a un país distinto y a un mundo que empezó a ser distinto a la semana de llegar, y salimos adelante. Y pensando en los chicos, ellos pueden arrancar a estudiar acá la universidad, y cuando terminen, si logran ahorrar o la vida nos permite ayudarlos, si es lo que desean, pueden volverse. Los 50 eran nuestro tiempo límite. A los 60 ya no daba. Lo pensamos allá, eh… Pero después dijimos: ¿y si nos terminamos quedando, y son ellos los que con más herramientas y años vividos nos dicen: “yo me voy”, y nosotros nos quedamos rezagados?… No me gusta la cosa quejosa con el país, nosotros nos vinimos desde la positiva. No lo pensamos como un “escaparse de la Argentina”. Estábamos bien pero queríamos más calidad de vida y estar más cerca de tantos lugares para conocer. Y aquí estamos.
- ¿Qué se extraña?
- Los afectos, la comida…Pero las redes ayudan a estar cera. De hecho, vía mensaje, mi hermano ha ayudado con alguna tarea a mis hijos. Y los cumpleaños comemos panqueques con dulce de leche o vamos a una parrillita argentina que queda cerca. Además, nos cruzamos ya con otros argentinos que viven en la Costa del Sol. Un día pusieron en un perfil en las redes que seguimos de argentinos de la Costa del Sol, que podíamos juntarnos a tomar un café, y terminamos siendo veintipico de mujeres. Nos pasamos tips como con qué galletita parecida podemos hacer la Chocotorta. Y cuando extraño mucho, salgo a hacer alguna compra, a la librería o a la farmacia, y me pongo a sacar fotos. Me encanta vivir como turista. Y estar tan cerca del mar.
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