Studio ai trazó un edificio emulando las viejas casas chorizo. Visitamos a tres familias que les imprimieron impronta personal a sus hogares, todos con la gracia de la luz natural que ingresa por enormes ventanales.
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Las puertas de los departamentos son una creación del artista Leandro Erlich. Caracterizadas como bibliotecas, retoman la lúdica asociación con el “pasadizo secreto” de las novelas de misterio.
Martín
“Conocí el edificio cuando recién lo estrenaron”, cuenta Martin Jasper. Su estudio de arquitectura, Jasper Architects, quedaba por la zona, y cuando tocó mudarlo, visitar los talleres ubicados en la planta baja de la “Fábrica de Chocolate” fue una movida natural. De paso, aprovechó y se dio una vuelta por los departamentos. Doblete: mudó su estudio y también eligió vivir ahí.
Tengo mi estudio en la planta baja. Salir tarde de trabajar y saber que lo único que te separa de tu casa es un ascensor es hermoso
Ahora, la oficina de Martín y su casa quedan a un ascensor de distancia. Cuando no está de viaje –su estudio tiene sedes en Berlín y Viena– comparte con Mariana este semipiso con amplio living-comedor, cocina integrada, dos dormitorios y patio con parrilla.
La pareja armó sus propios artefactos de luz usando globos de vidrio comprados en San Telmo, a los que les pusieron lámparas suecas tipo ‘Edison’. Son todos iguales y los ubicaron alineados, para unificar.
A Mariana le encantan las plantas y el diseño de exteriores: le dedicó gran energía a seleccionar las especies ideales para esta orientación (la enredadera que sube desde la planta baja colabora). Completó con una mesa extensible y sillas de madera.
En el living, pocos muebles cuidadosamente elegidos: un catre que Martin trajo de un campo en provincia de Buenos Aires –con almohadones y colchón a medida–, convive con un clásico moderno: el sillón con otomana Eames. Además, sillón blanco y mesa baja heredados de un amigo y dúo de lámparas de pie (Ikea).
"Mi mujer es curadora de arte, pero los únicos cuadros que hay acá son míos. Creo que tiene algo que ver con no llevar el trabajo a casa. Tienen por lo menos seis años, porque ahora que el estudio está creciendo me cuesta encontrar tiempo para pintar".
Lucas y Cony
“Siempre que pudimos elegir dónde vivir, optamos alejarnos del departamento clásico. Nos tira el estilo PH”, dice Cony. Ella y su marido, Lucas, vinieron a ver el edificio sin terminar, y fueron los primeros en mudarse cuando al obra del Studio ai estuvo terminada.
Chabela Miranda fue la interiorista que trazó los lineamientos generales de este semipiso, similar al de Martin en su distribución, pero sin escalera. “Nos dio dos ideas que jamás se nos hubieran ocurrido: la columna para dividir el living y el color: contra ese azul, los muebles –en su mayoría de tonos tierra– se recortan de otra manera. El que sabe, sabe”.
Alrededor de la mesa laqueada, cinco diseños icónicos el siglo XX: las sillas ‘Thonet’ de madera; la blanca ‘Tulip’ de Eero Saarinen; y ‘DCW’, ‘Wire’ y ‘Mariposa’ de Eames (todo de Newton). Lámpara colgante (Weplight) y espejo rectangular, traído de su casa anterior.
Levantamos un poco el tabique para que la cocina no se viera tanto desde el living. Para el comedor, preferimos una mesa chica: siendo tres, un mesón quedaría medio desolado
"La biblioteca, que hoy se integra tan orgánicamente con el estar, fue tema de debate. Cuando nos enteramos de que íbamos a ser padres, tuvimos que liberar el escritorio para convertirlo en el cuarto de Pedro. Durante medio embarazo, el tema de conversación, más que los pañales, fue qué íbamos a hacer con los libros".
La reinterpretación del "Guernica" es obra de las artistas Sofía Huidobro y Coti González, que la realizaron en un lienzo pegado para que los dueños pudieran llevársela.
"Queríamos tener tele, pero no en el centro del living, sino en un lugar más íntimo. La solución al dilema fue idea de nuestra interiorista: una pared angosta, para sectorizar sin resignar amplitud ni vista. E intervenida, para sumar onda".
"Buscamos muchas referencias para dar con un diseño más ‘roto’ de biblioteca: con este caudal de libros, la típica estantería puede volverse agobiante".
En el cuarto de Pedro, Cony mezcló objetos nuevísimos, como la carpa de juego (Restoration Hardware) con otros de herencia familiar: un sillón que era de su abuela y ella retapizó en pana azul, y el baúl con el que su bisabuelo vino de España, usado para guardar los juguetes.
El hábil uso de géneros fue sugerido por las interioristas Marina Echebarne y Mariana López Rey, se completó con ropa de cama en tonos neutros (Restoration Hardware), un caballito de madera intervenido (Marichu), mesa de luz de la bisabuela de Lucas con lámpara rústica (Iluminación Agüero) y silla de la abuela de Cony.
Christian y Belén
Cuando vinieron a ver esta unidad, se usaba como depósito. Siendo ambos arquitectos –ella trabaja hace años en un estudio y él tiene el propio, Muthe –, no necesitaban grandes decorados para darse cuenta de que estaban ante una joyita, y así alquilaron, sin mucha deliberación, su primer departamento juntos, al que le dieron una onda personalísima.
Decidieron el grueso de la ambientación juntos, pensado siempre en la funcionalidad. "No hicimos nada a medida: son cosas que cuando te mudás, después te quedan de clavo. Todavía tengo enrollados unos blackouts de una casa anterior que no me encajan en ningún lado", ejemplifica Belén.
Más que la firma o la gran marca, lo que distingue el lugar es la inventiva: lectura del espacio, diseños propios, sobrantes de obras que incorporaron con suma naturalidad y, ante todo, dedicación y constante movimiento.
Del lado del living, alfombra estampada (Wow, I Love My Home), mesa ratona armada con una estructura comprada en el Mercado de Pulgas y tapa de madera que sobró de una obra. El calefón se ocultó detrás de una malla sobrante de una obra. Un lindo póster encima… y voilà: vibra urbana en un tris.
"Aprovechamos el techo alto para colgar una hamaca de dos plazas. Por lo general, nos sentamos acá a leer o a charlar. Pero de vez en cuando nos hamacamos en serio".
El departamento está planteado para poder separarlo en dos ambientes con una pared, pero elegimos no cerrarlo: preferíamos tener más luz y amplitud, y hacer una división más permeable
El mueble que separa el living-comedor del dormitorio se hizo por etapas: primero fue la estructura; después, maceteros de cemento para guardar libros y estantes de vidrio para darle más luz. Lo último fue la madera: cortaron una única placa de MDF y armaron ellos mismos las cajas cual rompecabezas. Encastra debajo de la moldura. Así, si se mudan a un departamento con techos estándar, les sirve igual.
Para integrarla al ambiente, la base de la mesa -también diseñada por la pareja- se hizo del mismo material que el mueble divisor. La tapa es de madera. A su alrededor, sillas ‘Bertoia’ que Belén les compró a sus hermanos cuando dejaron de vivir juntos.
"La cabecera de la cama es una malla exhibidora que compramos en Once, con maderitas que nos quedaron de un trabajo práctico de la facultad".
Como el dormitorio se ve desde el living, lo resolvieron sin estridencias, con mesas de luz antiguas pintadas de blanco y ropa de cama clara. En el lateral, se entrevé el vestidor con puertas vidriadas que desemboca en el baño.
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