El huevo de la serpiente
Aquella inolvidable película del genial Ingmar Bergman que fue El huevo de la serpiente ya expresaba contundentemente, desde su título, el meollo de una cuestión que forma parte fundamental en el desarrollo de la historia, tanto la colectiva como la individual. Las cosas buenas o malas que nos afectan tienen su historia, su génesis y sus consecuencias, y muchas veces no sabemos detectar el origen de esos sucesos con medidas preventivas. Nos falta intuición y nos sobran prejuicios como para enfrentar al mal desde su inicio y, confundidos por falsas premisas e hipnotizados por cantos de sirenas engañosas, no atinamos a cortar de raíz el mal cuando todavía es sólo un huevo que oculta al peligroso bebé. Bergman se refería específicamente al nazismo, pero ampliaba su enfoque a todas las pasiones humanas que nos amenazan con su carga de violencia, intolerancia y destrucción. Y es que es tan intenso nuestro recorrido vital, son tantos los obstáculos por superar, las alegrías por disfrutar, los desengaños por sufrir y las adversidades con las cuales lidiar que, sumergidos en nuestras tormentas individuales, no tomamos conciencia de la descomposición social de nuestro entorno, y muchas veces no sabemos evaluar sabiamente las consecuencias de nuestra indiferencia y nuestros descuidos, insignificantes sólo en apariencia, pero que a la larga son el desencadenante de catástrofes irreparables.
Cuando las sociedades toleran mansamente la pérdida de puestos de trabajo y educación están apostando a la desintegración y a la pérdida de valores que son pilares fundamentales. Los resultados no son visibles en el corto plazo, por muchas razones; una de las principales es que en muchos casos el conjunto social tiene reservas y puede aguantar los primeros embates de la desocupación con ahorros acumulados en épocas mejores, con engañosas indemnizaciones que se esfuman rápidamente y con trabajitos alternativos generalmente en negro, el hilo se corta por lo más delgado y la heroica clase media soporta como puede el retroceso, mientras que las clases más bajas en cuanto a poder adquisitivo pasan de la apretura a la carencia y de la educación mínima a la no educación.
Las escuelas funcionan más como comedores que como formadoras de educación, y así los términos se van confundiendo poco a poco, sin prisa y sin pausa; de pronto los ex pobres se convierten en mendigos y al cabo de un tiempo se acostumbran a la mugre, a la indiferencia de los demás, y entonces también ellos se van transformando en abúlicos y al comprender que sus vidas no valen nada dejan de considerar sagrada la vida de los otros. No se trata de revancha, sino de acostumbramiento al horror cotidiano que, por serlo, se convierte en pauta de vida. Es claro que el empobrecimiento económico y la marginación no son los únicos factores que ayudan a la destrucción del tejido social, y que la dignidad de los humanos no depende del poder adquisitivo. Pero cuando desde las clases dirigentes no se dan oportunidades parejas a todos los ciudadanos se agrandan peligrosamente las brechas y se transforman en abismos muy difíciles de sortear. No hay vuelta que darle: los países que más y mejores chances ofrecen son los que podrán castigar con más fuerza y rigor a los que falten a las reglas y, a menos que se trate de dictaduras totalitarias que por medio del terror y la represión salvaje e indiscriminada contienen por la prepotencia a los que reclaman equidad y al no tenerla pretenden tomarla por la fuerza del crimen organizado, las democracias que hagan de la desigualdad social una constante se verán enfrentadas tarde o temprano al caos, a la justicia por mano propia y a la destrucción. Por eso, los que tenemos el privilegio (con esfuerzo y honestidad, está claro) de no sentir esa horrible sensación de ser considerados escoria y mugre social debemos pensar y analizar nuestras fallas y no encogernos de hombros ante ajustes injustos, pérdidas de empleos genuinos y de pautas culturales que incluyan el respeto por los otros. No nos sentemos a empollar el huevo de la serpiente.
El autor es actor y escritor
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