El histórico fotógrafo de Casa Rosada dice cuál es su foto más preciada
Desde hace más de cuarenta años, Víctor Bugge es el fotógrafo oficial de la Casa Rosada. Por delante de su cámara han pasado presidentes, dictadores y visitantes de todas partes del mundo. Al tiempo que comenzó a filmar un documental de su vida con el director y productor Claudio Divella, ya piensa en el 10 de diciembre, cuando comience un nuevo periodo institucional en la Argentina: "Será bienvenido o bienvenida el que venga. Allí estará Víctor en la explanada", dice orgulloso. Aquí, Bugge se somete al Cuestionario Sehinkman .
–Empezaste en la Casa Rosada en 1978. Sacaste fotos históricas: Videla mirando por la ventana hacia Plaza de Mayo en la soledad del poder, Menem y Alfonsín, de espaldas, caminando por los jardines de Olivos, el helicóptero de De la Rúa. ¿Con cuál creés que pasarás a la inmortalidad?
–[Señala un cuadro encima de su cabeza] Esa, sin dudas. Es un certificado del estudio del mosaico del Vaticano. Un día me llaman de la embajada argentina en el Vaticano y me dicen: "Víctor, hay una foto que le sacaste a Francisco y que él eligió. ¿Se la podés dar? La pidió para transformarla en mosaico". Obvio que se la di. O sea que hay una imagen mía que va a perdurar más allá de los tiempos. Es una foto que le saqué cuando Cristina lo visitó por primera vez. Les saqué a ambos y él se vio bien, entonces la eligió para que esté en la Basílica de San Pablo Extramuros. Ahí entran 30.000 personas. Y el único papa al que le da la luz plena en el retrato es a Francisco. Estuve seis meses llorando por la emoción.
–Y del Papa al papá: ¿Miguel, tu padre también fotógrafo, vive?
–No. Sí, vive, dentro de mí. Ahí lo tenés, arriba [señala una gigantografía de una foto de su padre colgada en el techo]. Es de cuando él cubría para LA NACION Casa de Gobierno. Creo que fue para la caída de Onganía.
–¿Qué diría tu padre del mosaico del Papa basado en tu foto?
–Eso es lo que siempre hablo con mi hijo: ¡qué lástima que el viejo no pudo ver esto! De todas formas él llegó a ver el desarrollo de mi vida como fotógrafo y creo que se fue contento. Yo lo despedí con una cámara. Le fui sacando fotos durante su último tiempo. Yo creo que me defendí de ver el deterioro hasta que en un momento determinado, cuando vi que él se daba cuenta de que yo lo retrataba, dejé de hacerlo.
–Retratarlo, capturarlo, "no te vayas, te tengo"
–Sí. Todavía está en discusión si me defendí o lo despedía.
–¿Y de qué te defendías?
–[Se le humedecen los ojos] De la partida, de la soledad que se aproximaba. Pero lo más importante: están las fotos.
–Hay muchas fotos tuyas que son históricas. El infierno del obsesivo es tener que elegir. Vos dijiste: "Me cuesta, porque cuando elijo una, siento que las otras se ponen celosas".
–Sí. Hice una edición de 40 años míos, 40 fotos. Me costó primera, segunda y tercera falange de cada dedo. Yo aprendí a amputarme, no es fácil.
–Mirá el verbo que usaste: amputar.
–Y, sí. Si vos con la cámara no sentís que se va algo tuyo, o que viene algo hacia vos, dedicate a otro tema. Siempre miro en formato fotográfico. Yo te estoy mirando a vos y te estoy retratando.
–Si alguien te pidiera que justificaras la existencia de un fotógrafo oficial, ¿qué dirías?
–Creo que es una manera de que quede registrado el paso del gobernante. No del poder, sino del gobernante. Es importante que exista, porque en la Argentina los archivos están en duda, hay mucha ausencia. Ahora me preocupa el tema de la digitalización. No sé cuánto ni dónde van a durar los archivos digitales. Hay fotos que tomé en digital que me desaparecen. Fui uno de los primeros reporteros –si no el primero– que hizo una foto digital, cuando llegó Clinton como presidente de los Estados Unidos y lo recibió Menem en Ezeiza. Bueno, esa foto ya no está. Pero tengo el archivo histórico desde el 83 en adelante ordenado en cajas. Los negativos de mi viejo están intactos. La digitalización no te asegura durabilidad.
–Contaste que padecés síndrome de Tourette. ¿Cómo influye en tu trabajo?
–En el caso específico mío son movimientos que genero involuntariamente en distintas partes del cuerpo desde que nací. Estuve una vez en un lugar donde había una profesional y pares míos. Conté mi experiencia, que para mí fue desde antes de nacer, desde el vientre de mi mamá. Hubo un tema con un hermano mío, que falleció de leucemia. Yo estaba por nacer, así que nací con un tema. La angustia de mi madre parece que fue derecho al que te está hablando.
–¿Y vos relacionás el Tourette con ese momento traumático de la historia familiar?
–Y… no sé si la angustia lo genera. Pero bueno, a mí el Tourette me acompañó. Hasta gané un premio en 1980 por una foto de boxeo tomada en movimiento.
–Hablemos de tu oficina histórica en la Casa Rosada, la cúpula que da a la calle Rivadavia, donde tuviste el laboratorio durante más de 40 años.
–Fotografía estuvo ahí desde los años 50. Le di mucho valor porque era mi contacto con la Plaza de Mayo. Los ruidos y los silencios. La reacción al discurso de De la Rúa, cuando anuncia el estado de sitio la percibí. No bien terminó de hablar abrí la ventana y me quedé atento, porque el discurso se grabó a las 19 y se dio a las 20. Y la ventanita enseguida me tiró: "Acá se pudrió".
–La ventanita a Plaza de Mayo te funcionaba como un termómetro social.
–Sí. Esa parte la extraño un poquito. Pero bueno, había que reformar la Casa de Gobierno y acá estamos [se queda en silencio].
–¿Qué significaba para vos ese lugar?
–Mi vida. Se me fue algo. Mirá, yo superé un accidente automovilístico que me llevó a un estado cercano a la muerte durante 15 días. Si pude superar eso, puedo superar lo otro. Pero lo tengo a ese nivel: fue un accidente en mi vida. Ahora ya está.
–Un día golpea a la puerta de esta oficina un/a fotógrafo/a de 22 años, la edad que vos tenías cuando empezaste. Y te dice: "Víctor, es mi turno".
–Bienvenido. Me quedan dos años para retirarme. A los 65 me tengo que retirar. Voy a cumplir 50 años de fotógrafo. Me gustaría cada tanto hacer alguna foto a un presidente cuando deje de estar en actividad.
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