Frederick Christ Trump Jr, era el primogénito destinado a continuar el legado inmobiliario de su poderoso padre, sin embargo, buscó trazar su propio camino lejos de las exigentes expectativas familiares
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En la saga familiar de los Trump pocos nombres resuenan tan fuerte como el de Donald. Pero detrás de ese apellido famoso se oculta una historia menos conocida: la de Frederick Christ Trump Jr., o simplemente Freddy, el hermano mayor del presidente electo de los Estados Unidos. Freddy compartía no solo la sangre, sino también el nombre con su padre, el poderoso magnate inmobiliario Frederick Trump, aunque su destino fue muy diferente al de ambos.
El hijo que soñaba con volar
Freddy nació el 14 de octubre de 1938. Fue el segundo hijo, el primero varón, de Fred Trump Sr. y Mary Anne MacLeod. Los hermanos Trump llegaron en el siguiente orden: Maryanne Trump Barry, la mayor, nacida en 1937; Fred Trump Jr., en 1938; Elizabeth Trump Grau, en 1942; Donald Trump, en 1946; y, por último, Robert Trump, en 1948.
Para ese entonces, su padre ya era un magnate inmobiliario y, como tal, tenía grandes expectativas de que algún día su hijo mayor asumiera la dirección del negocio familiar. Sin embargo, Freddy no compartía el entusiasmo de su padre.
En 1956, Freddy se graduó de St. Paul’s School. Ese mismo año, su padre realizó una importante donación para renovar los campos de juego de la escuela. Como muestra de gratitud, los terrenos fueron rebautizados como “Trump Field”. Durante un tiempo, un letrero en la entrada del campo exhibió el nombre de la familia.
Aunque Fred Sr. tenía la esperanza de que su hijo fuera admitido en la prestigiosa Escuela de Finanzas Wharton, Freddy no logró ingresar y, en su lugar, se matriculó en la Universidad de Lehigh. Allí, en un acto que podría interpretarse como de rebeldía, a pesar de que Freddy había sido criado en el seno de una familia presbiteriana, en la universidad se unió a Sigma Alpha Mu, una fraternidad con raíces históricas en la comunidad judía, según relata David Cay Johnston, en su libro “The Making of Donald Trump”. En ese entonces, Donald, su hermano menor, tenía apenas 10 años.
“Uno de los hermanos dijo que la incorporación de Fred Jr. a esa fraternidad, Sigma Alpha Mu, fue una declaración de su independencia de su padre”, expresó el diario estadounidense The Washington Post, en 2019.
Freddy era todo lo opuesto a su padre. Mientras que Fred se caracterizaba por su rigidez y un liderazgo autoritario, Freddy tenía un espíritu relajado, irradiaba carisma y poseía un encanto natural que lo hacía muy querido por quienes lo rodeaban. Eran como el agua y el aceite. Esta marcada diferencia de personalidades generó en el padre una constante sensación de desilusión y, en el hijo, una carga emocional que lo sometía a un profundo estrés.
En una entrevista, Donald Trump describió a su hermano como “un gran tipo”, “el más guapo” y con “la mejor personalidad, mucho mejor que la mía”.
Tras graduarse en Administración de Empresas, a finales de la década de los 50, durante unas vacaciones en Bahamas, Freddy conoció Linda Lee Clapp, una azafata con quien se casó en 1962, en Florida. La pareja se instaló en Manhattan y tuvieron a su primer hijo, Frederick Crist Trump III, en noviembre de 1962.
En ese entonces, Freddy cedió a la insistencia de su familia para unirse al negocio inmobiliario. Se dice que fue él quien propuso el nombre “Trump Village” para un conjunto de apartamentos cerca de Coney Island, marcando la primera vez que el apellido de la familia se utilizara en un proyecto. Sin embargo, las tensiones entre Freddy y su padre surgieron rápidamente, incluso por asuntos aparentemente triviales, como el presupuesto para unas ventanas, lo que llevó a constantes enfrentamientos entre ambos.
Freddy intentó independizarse y fundó su propia agencia de empleo, pero el proyecto no prosperó. En 1966, regresó a la empresa familiar como vicepresidente de “E. Trump & Son”. En ese rol, asumió el papel de ser el portavoz del ambicioso proyecto de la familia para transformar el Steeplechase Park en Coney Island en una atracción inspirada en un zoológico.
“E. Trump & Son” fue una compañía inmobiliaria fundada en 1927 por Elizabeth Christ Trump y su hijo Fred Trump. Tras enviudar en 1918, Elizabeth continuó el negocio familiar, construyendo y vendiendo casas en Queens y Brooklyn. En 1924, cambió su nombre para reflejar la participación de Fred. Con el tiempo, la empresa creció hacia proyectos más grandes y sentó las bases de lo que sería “The Trump Organization”, liderada luego por Donald Trump.
Pero los roces entre padre e hijo volvieron a aparecer. Cansado de las peleas y de intentar encajar en un molde que no era el suyo, Freddy tomó la decisión de dejar atrás el negocio familiar y dedicarse a su verdadera pasión: la aviación. Se convirtió en piloto comercial en TWA (Trans World Airlines), una elección que su padre no solo desaprobaba, sino que ridiculizaba con mordaz sarcasmo. Se dice, Fred Sr. no dudaba en restarle mérito al trabajo de su hijo, refiriéndose a él como “chofer en el cielo”.
Cuando Freddy no cumplió con las expectativas, su padre lo hizo a un lado y concentró toda su atención en Donald, el siguiente hijo varón, ocho años menor. Ahora, para los ojos de Fred Sr., Donald era el candidato ideal para dirigir el imperio Trump. Desde joven, Donald había mostrado una personalidad ambiciosa, competitiva y más acorde con las expectativas de su padre. Mientras Freddy pasaba a un segundo plano, el cuarto de sus hijos, asumía el papel principal en la historia familiar.
En ese tiempo Donald se unió a su padre para criticar a Freddy por no querer involucrarse en el negocio familiar. “Vamos, Freddy, ¿qué estás haciendo? Estás desperdiciando tu tiempo”, recordó Donald años después en una entrevista haberle dicho a su hermano. Aunque el político también se lamentó por haberlo “presionado”.
“Los negocios de la familia eran algo que él jamás quiso hacer. No era lo suyo. Creo que el error que cometimos fue presumir que a todos les gustaría eso. Ese fue el error más grande”, dijo Donald al diario The Washington Post.
Freddy tuvo una breve carrera en TWA porque fue despedido debido a un problema con el alcohol. “Su consumo le impedía volar y la aerolínea no podía permitirse esa situación”, explicó Bob Kavula, vicepresidente de la Asociación de Pilotos Jubilados de TWA. Así, su sueño de volar llegó a su fin, marcando el inicio de un doloroso descenso en espiral.
En 1970, su esposa le pidió que se fuera de la casa. Para ese entonces, ya había nacido la segunda hija de la pareja, Mary. El matrimonio se divorció al año siguiente. Freddy se mudó al altillo -sin muebles- en la casa de sus padres y realizó tareas de mantenimiento en las propiedades gestionadas por los Trump. Finalmente, el 26 de septiembre de 1981, a los 42 años, falleció de un infarto causado por las complicaciones de su consumo de alcohol.
En una entrevista con Playboy en 1990, Donald habló sobre la muerte de su hermano mayor. Además de lamentar la presión que él y su padre ejercieron para que Fred se uniera al negocio familiar, ignorando su verdadera pasión por la aviación, admitió que esta falta de apoyo influyó en los problemas de adicción de Fred y, finalmente, en su trágico final.
“Él me dijo: ‘No bebas, porque puedes volverte como yo’”, recordó Donald en aquella entrevista. Esas palabras, cargadas de dolor y advertencia, se grabaron para siempre en la memoria del político quien desde entonces decidió mantenerse alejado del alcohol y el tabaco, como un tributo silencioso a la lucha de Freddy.
Los hijos de Freddy
En 1999, tras la muerte de Fred Trump, los hijos de Freddy, Fred III (quien nació con parálisis cerebral) y Mary, descubrieron que habían sido excluidos del testamento. Convencidos de que sus tíos, incluidos Donald, habían manipulado a su abuelo, que padecía demencia, para dejarlos fuera de la herencia, decidieron demandarlos por “influencia indebida”.
La respuesta de Donald fue rápida: suspendió de inmediato los beneficios médicos de los nietos, incluidos los tratamientos esenciales de Fred III. La demanda, sin embargo, no prosperó. ¿El motivo? Mary había firmado acuerdos que, aunque le garantizaban más de 2,7 millones de dólares, también le impedían demandar. El juez determinó que Mary había firmado el acuerdo de forma consciente y voluntaria, sin coerción. La decisión fue ratificada en apelación.
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