Triunfó en las pasarelas internacionales de la mano de marcas de lujo; pero apuesta al país y retoma un negocio familiar para dar forma al proyecto propio.
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Muchos aseguran que era el paso obligado en su carrera. Otros, sin embargo, lo consideran un valiente que se animó a aventurarse con un negocio incierto en una Argentina con un panorama económico cada vez más complicado. Criado en el seno de una tradicional familia italiana, el buen comer siempre estuvo ligado a las costumbres que Tomás Guarracino aprendió desde pequeño. Desde luego, la pasta de los domingos en la casa de su abuelo Salvador Guarracino (91) era una cita obligada para hijos y nietos que disfrutaban de compartir la mesa familiar.
Llegado desde Sorrento, Italia, con una “mano atrás y otra adelante”, como muchos inmigrantes, Don Salvador había comenzado su aventura en la Argentina de la mano de las frutas. Las vendía a los vecinos del barrio sobre la Avenida Callao. De espíritu inquieto y con ánimo de progresar, no pasó mucho tiempo hasta que empezó a experimentar con sus favoritas: bananas, frutillas, duraznos, todas pasaban por su cocina y heladera. De aquellos meses de prueba y error, surgió la fórmula para lo que luego serían las cremas de las famosas heladerías Freddo.
El lugar “argentino” de Punta del Este
Tomás supo aprender el oficio desde pequeño, cuando ayudaba detrás del mostrador de la heladería que en los ´90 había abierto la familia en la avenida Gorlero, en la ciudad de Punta del Este, Uruguay. El local se convirtió en punto de encuentro de muchos argentinos que veraneaban en las playas uruguayas. Pero también, el postre de moda entre el jet set que viajaba durante los meses de verano para continuar con sus trabajos. Modelos, actores y actrices, conductores de televisión y muchas más estrellas de la época pasaron por aquella legendaria heladería. Fue en ese contexto que lo descubrieron y le ofrecieron “probar suerte” en la industria del modelaje.
“Arranqué haciendo campañas para Chile, Brasil y Argentina. Dos años después viajaba a Los Ángeles en Estados Unidos a hacer mi primer experiencia profesional para la marca Calvin Klein y nada más y nada menos que con Lara Stone, la modelo estrella del momento”.
Pronto el fotógrafo de moda Mario Testino puso los ojos en él y fue quien capturó sus imágenes para Dolce & Gabanna. Aunque Tomás no era muy consciente de lo que estaba pasando, su cara se convirtió en sinónimo de prestigio y distinción y lo llevó a entrar en una rueda laboral que nunca dejó de girar. El trabajo se multiplicó y las exigencias también. Vivió casi una década fuera de su querido barrio de Palermo, en la ciudad de Buenos Aires, repartido entre París, Milán y Nueva York. Roberto Cavalli, Emporio Armani, Hermès y Carolina Herrera, son tan solo algunas de las firmas de lujo que lo seleccionaron.
El bienestar, una pasión personal
La paternidad lo hizo regresar al país -Suri, de 5 años, es la hija que tiene con su expareja, Ivana Figueiras-. Con un espíritu activo y amante de los desafíos, siempre quiso ampliar su horizonte laboral. Tomás reconoce que desde que tiene memoria, mostró interés por hacer deporte, llevar una alimentación equilibrada y una vida saludable. Con una genética privilegiada y 1.87 de altura, “la búsqueda de bienestar fue algo que se generó en mí de forma espontánea. No recuerdo haber tomado como ejemplo a alguien en particular de mi familia. Sé que desde chico disfrutaba de hacer deporte, cuidarme, descansar. Eso tuvo su impacto en mi carrera de modelo, por supuesto, pero también en mi vida personal”.
De su paso por el exterior tuvo la oportunidad de conocer los alimentos de todo el mundo y de descubrir, en la proteína, “la columna vertebral para un buen entrenamiento”. Algo que conoce de primera mano, ya que juega al fútbol, practica taekwondo, ejercita la fuerza, hace crossfit, corre y medita para mantenerse en eje.
“Siempre fui delgado pero tengo que reconocer que la buena conducta y la disciplina me ayudaron a tener un físico saludable. Desde la adolescencia me interesó saber acerca de toda la cadena de procesos de los alimentos para poder entender qué es lo que le doy a mi cuerpo para que funcione. Creo que es una conjunción de alimentación equilibrada y deporte lo que nos mantiene activos”. Ya a los 18 consumía proteína en Estados Unidos en sus diferentes presentaciones. Y la incorporó desde entonces a su día a día, que incluye toda la variedad de alimentos, con excepción de las harinas y los fritos.
En la proteína Tomás Guarracino también encontró la aliada para dar forma a un proyecto personal que venía gestando hacía tiempo. “Gracias a mi trabajo tuve la posibilidad de viajar mucho, observar y probar una gran variedad de alimentos saludables en otros países. Pero, cuando volvía a la Argentina, sentía que no encontraba la misma oferta, ni la misma calidad, ni desarrollo de productos. Por eso empecé a entender que allí había una necesidad. Y no solo en mí sino en mi entorno. Esa percepción se confirmó con la pandemia. Aunque hace ya hace algunos años se empezó a ver un crecimiento -lento- en el sector de productos saludables, sin duda alguna la pandemia potenció el interés de muchos en cuidarse, y tomarse el trabajo de leer etiquetas y entender qué es lo que están consumiendo”.
Respaldo y desafío
Seguro de la tradición y el respaldo familiar en el sector de los helados, puso manos a la obra y se dispuso dar una vuelta de tuerca a la oferta de helados con el primero producto proteico argentino, bajo en azúcares, carbohidratos y pocas calorías. “Sabemos que en el mercado argentino hay una gran escasez de alimentos enfocados 100% a las proteínas de buena calidad, uno de los componentes más importantes para construir, generar y regenerar las células de nuestro cuerpo -así como también es importante para nuestros huesos, músculos, cartílagos, sangre y piel-. Por eso no dudamos en lanzarnos al mercado con esta propuesta saludable”.
Le llevó más de un año de intenso trabajo, investigación y desarrollo poder dar forma final a su emprendimiento. El helado, que viene en una presentación de 120 y 250 gr., en sabores de vainilla, frutilla y chocolate, bajo el nombre Benlive está apuntado a un público deportista pero también para aquellos que quieren cuidarse, alimentarse más conscientemente y encontrar algo diferente a los batidos o las barritas para después del entrenamiento. Se venderá en dietéticas, gimnasios y a través del canal online. También habrá una línea de helados Keto, uno con colágeno hidrolizado y otro plant based.
“A veces se critica a la Argentina pero el país tiene sus cosas buenas. Si uno se esmera y le pone cabeza a los proyectos, se puede hacer la diferencia. Contamos con materias primas importadas, tenemos un producto sólido, con respaldo y mucho tiempo invertido en la fórmula. Los que han probado el helado, se sorprenden gratamente por la textura y el sabor logrado. Esta es una manera nueva de consumir un producto saludable y veo mucho interés en diferentes ámbitos. Estoy seguro de que con paciencia y mucho trabajo vamos a lograr una buena recepción”.
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