El halcón es un poco sus ojos
Cultores de la cetrería, una práctica milenaria que se adapta a los tiempos del rock, la psicología y los aeropuertos
Las garras clavándose sobre nuestra carne como gesto de violencia obediente. Simbiosis hombre-animal. Una extensión de nuestro ser consciente. Nuestros ojos en esa mirada de cazador. Sus alas también siendo nuestras alas. Es unión, es lazo que va más allá de nuestro pensamiento, es conexión a través de la carne y el espíritu y el viento. El pájaro abre las alas.
Y entonces echamos a volar.
Y el cielo es nuestro para siempre.
La historia de Roberto Borucki con la cetrería empieza más o menos así, con él de niño, en un atardecer anaranjado en la ribera de Berazategui: de fondo puede verse el río, las cañas de pescar clavadas en la tierra húmeda de la orilla. Roberto fue allá con su padre, que ahora le da pelea a algún bicho raro que hay en el agua. Pero Roberto no mira a su padre. No le interesa la pesca. Sus ojos están clavados en el cielo. En un pájaro. No sabe qué tipo de pájaro. Todavía no aprendió a diferenciar unos de otros. Podría ser un halcón. Pero lo que lo atrae en el fondo es algo mucho más elemental: el poder de vuelo, las alas desplegadas, la capacidad de libertad. Se queda mirándolo. Hasta que la figura del bicho se pierde en el horizonte y se lo termina tragando el río. Roberto suspira. En el fondo, muy en el fondo, sabe lo que va a ser cuando sea grande.
Roberto se dedica a la cetrería desde hace casi treinta años, aunque hoy se gana la vida como conductor de colectivos de media distancia y tiene que cumplir un horario de 5 de la tarde a 1 de la mañana. Pero en las noches, en la oscuridad de su inconsciente, sueña con aves que vuelan hacia él. El resto de su día se lo dedica a su gran amor, su gavilán. La especialidad de esta ave es la caza en selva o zonas pobladas. Por eso Roberto trabaja también haciendo control aviar dentro de instalaciones e industrias petroquímicas como YPF, por ejemplo. "La presencia de palomas, con sus excrementos, pone en peligro el suelo, la materia prima: el único método eficaz es el ave, que es un control ecológico. La presencia del ave hace que las palomas se vayan", asegura.
Pero qué es lo que siente una persona que tiene la mitad del día, de todos sus días, a un ave rapaz en el brazo. La primera palabra que usa es liberador. Después viene eso de olvidarse de todo, olvidarse del mundo. Porque de eso se trata, de olvidarse, de ser él y el ave, y nadie más. Sentir la fuerza que tiene, las garras tensas sobre su brazo, la mirada fija, porque ahí es cuando ya sabe que vio algo. Es que mirando los ojos del ave, Roberto se da cuenta de cuál va a ser su reacción o cómo está su carácter. Se comunican a través de la mirada, es como una conexión que tienen, "algo que no se puede explicar con palabras, sino sentir".
Rock and roll and pájaros
En 1976, Ricardo Soulé ya era reconocido gracias a la mítica, emblemática y fundacional Vox Dei, una de las primeras bandas del rock nacional. Había editado seis discos y tenía giras internacionales. Se puede decir que es uno de los padres del rock, y también es el padre de la cetrería en la Argentina.
La relación de Soulé con las aves era algo que traía de familia. Cuando era chico, sus padres, en su casa de Quilmes, criaban gallinas, patos, pollitos; también perros y gatos, porque de todo tenían en esa especie de chacra.
Hay mucho de responsabilidad en la cetrería. Algo que Soulé también dice que se debe tener con la música. "Esto no es un hobby, tener un pájaro es asumir un compromiso altísimo. Si no le das de comer, se te termina muriendo. Es un compromiso serio, más que con un perro. Yo nunca tuve esa vida que se le asigna al rockero. Quizá por eso llevé una vida ordenada. Si no te ordenás, no podés tener un pájaro. Mi esposa es la misma desde hace 43 años. Crié a mis cinco hijos. Mis hijos hoy tocan en la banda conmigo."
Ricardo Soulé deja la guitarra y sale con su halcón cotidianamente. Pero quizás un arte no esté tan alejado del otro después de todo. Salir también depende de la climatología, de lo que coma el bicho, porque el animal para volar tiene que tener un peso. Entonces hay una serie de factores que influyen sobre la periodicidad de la actividad, pero sin duda, cuanto más se pueda hacer, cuanto más intenso, más posibilidades de desarrollar ese arte se tiene. Es como tocar un instrumento, se parece a componer. "Tanto en la cetrería como en la música uno está aprendiendo todo el tiempo, se sigue estudiando, siempre hay cosas nuevas que aparecen. La cetrería es totalmente artística. Salvo cuando se compite con otros, que ahí ya hay algo deportivo, de puja. Pero lo artístico viene del desprendimiento de lo material, es místico, no importa cómo te vaya, lo importante es intentarlo. Uno termina admirando a las presas, cómo luchan por su vida. Hay un intercambio entre el pájaro y la presa, una vida por otra. Estamos siendo testigos de esa cosa extraordinaria que sucede. El arte de participar en una lucha extraordinaria: la vida y la muerte como acto final."
Aviones y halcones
Adrián Luna vive en pleno Palermo con su familia como un vecino más. Pero en su departamento tiene un halcón. Ahí. En el living. Con su familia. Como uno más de ellos. Es que lo tiene recuperándose de un accidente con una turbina de avión, porque Adrián viaja todos los días hasta Hurlingham, donde tiene los otros halcones peregrinos, y de ahí se va a su trabajo, que se desarrolla de manera exclusiva en los aeropuertos de Ezeiza y Aeroparque. Su trabajo consiste en el control de fauna en aeropuertos, o sea, que las aves no interfieran con las operaciones aéreas. Hay que imaginarlo al amanecer. La pista desierta. El halcón en su brazo. El ave que vuela. Como volarán cientos de aves más en unas horas. Aves todas metálicas, de medidas desproporcionadas, movidas por el fuego.
Luna tiene a su cargo un equipo de personas bajo su dirección. Un equipo para cada aeropuerto. Los pájaros vuelan todos los días en diferentes horarios. El gran peligro de la presencia de aves en los aeropuertos radica en las turbinas. Cuando una o más aves se meten en el interior de una turbina, que es el motor de un avión y contiene piezas sensibles, es cuando se puede producir un daño que genera peligro para los pasajeros. Eso también depende de la masa del ave. Una paloma quizá no cause daño, pero si son varias aves que vuelan en bandada, ahí el peligro es mucho mayor. Y si bien la cetrería no es el único método que se aplica para el control de aves en aeropuertos, es el más efectivo en cuanto al terror que implica en las otras aves. Para la presa, lo peor que puede pasar es detectar la presencia del predador, ese grito de guerra y destrucción que rasga el manto pacífico del silencio. Después de repetir una y otra vez el vuelo de esos halcones, y las aves presenciarlo, es como si se produjera una reacción negativa hacia el lugar, el peligro flota en el ambiente, pero las aves que llegan al aeropuerto no son siempre las mismas: por eso el trabajo tiene que ser permanente y persistente. Para que descansen tienen un lugar especial en el aeropuerto que se llama halconera, donde están guardadas, aisladas y cómodas.
Pero cuando se le pregunta a Luna si es verdad que existe esa llamada simbiosis hombre-animal, él es claro y contesta que "es fundamental que la conexión con el ave exista, es lo básico. El mensaje que vos le das a tu pájaro tiene que ser claro: si le das una señal, esa señal tiene que corresponder a un estímulo que siempre tiene que ser el mismo. Si a determinada señal le doy un premio, siempre tiene que ser así. Si no, el pájaro deja de entender de qué se trata y las cosas se desvirtúan".
Psicología del ave
Daniel Abarquero se gana la vida como psicólogo. Pero la cetrería lo vuelve loco, lo obsesiona. Quizá por eso sea el presidente de la Asociación Argentina de Cetrería (AAC). A los 10 años ya le estaban trayendo un libro sobre el tema desde España. Porque acá era imposible conseguir libros sobre cetrería en los 70. Desde ese entonces, su pasión se aferró a su brazo y a su alma, y a toda su conciencia. Con los años creó una obsesión: las aves, las aves, todo el tiempo pensando en las aves. Descubrió que se podía cazar con ellas. A los 14 años ya estaba entrenando halcones.
Dice y asegura, con su voz sofisticada de psicólogo, que las técnicas de cetrería están muy relacionadas con las de psicología. "La psicología conductual animal es bastante contemporánea. No se hablaba de psicología animal hace 10.000 años, cuando también se practicaba la cetrería. Este tipo de psicología habla de cómo establecer estímulos y respuestas favorables, o sea, a través de ciertos estímulos obtengo la respuesta deseada. Se hace por medio de sonidos, efectos lumínicos, movimientos y cierto deseo o apetito que mantenés en el ave. Todo eso combinado de una manera especial hace que el halcón entienda que tiene que volar, o mantenerse en lo alto, o tirarse a cazar en un momento determinado."
Para Daniel la vida de la cetrería es cotidiana. Siente que convive con el ave. Tiene a su hija de 6 años y a su mujer, pero las aves están adaptadas al ambiente familiar. No las tiene en jaulas, sino atadas a la alcántara; durante el día están sueltas en el parque, tomando sol, bañándose, libres. Así es la vida hasta que las lleva a cazar. Ahí es cuando las desata y entonces vuelan libremente, sin ninguna soga, sin nada, para comer, para realizar su deseo animal. Cinco veces por semana. Cinco, si se quiere tener una buena performance del animal. Las aves cazan todos los días. Porque si se le resta al halcón capacidad de vuelo, es como un atleta que se achancha. El ave debe tener la misma fortaleza que en su estado primitivo y salvaje, si no no puede cazar.
Cuenta que a veces el halcón se pierde en el medio del campo. Que se va y hay que cruzar varios kilómetros para buscarlo, y la jornada puede terminar muy tarde, incluso al otro día. Para encontrar a las aves perdidas se usa el sistema de telemetría: un aparato de radar que indica dónde está el animal en un rango de entre 15 y 20 kilómetros a la redonda. Una vez que se lo encuentra se lo llama con señuelo o silbato.
Pero Abarquero considera que hay algo más que una conexión con el animal, algo que no se puede explicar bien con palabras. "Creo que la conexión con el ave es más fuerte que la que podemos llegar a tener con un perro. Por ejemplo, si salís al campo, también salís con un perro, porque es el que marca la presa o el lance de una perdiz. Pero una vez que estás ahí, te das cuenta de que el halcón domina absolutamente la situación: el perro sabe que está colaborando, el halcón sabe que el perro es su ayudante. Por momentos el halcón es un poco tus ojos, es un poco la dimensión de la altura, es una expansión de tu conciencia en un plano en el que vos no podés estar. Cuando vos estás en ese preciso instante, con el halcón volando en lo alto, parecería que no existe el tiempo, en ese instante no hay acción mediática, se detienen los pensamientos, es sólo acción, un aquí y ahora puro. Y cuando se detienen el tiempo y los pensamientos, ese instante tiene la magia de que vos al otro día querés volver a lo mismo, no sé si querés cazar o no, pero querés que te pase eso, y no te pasa con muchas cosas en la vida: el nacimiento de un hijo, estar enamorado, eclipsado por alguna situación, cosas maravillosas que son fugaces, que se van. Pero la cetrería, lo que me dio en mi vida, es volver todos los días a ese instante que uno cree que no puede atrapar, y sin embargo lo atrapás, porque para eso tiene también las garras el animal, para no soltar esos momentos que creemos únicos."
- Producción: Dolores Saavedra
- Agradecimiento: Rossi (www.rossiequipamientos.com.ar), por el sillón Ovó, de su línea de diseño