El grito de Edvard Munch, un mensaje de la naturaleza
El 27 de agosto de 1883 el volcán Krakatoa, situado al oeste de la isla de Java y al sur de Sumatra, en lo que entonces eran las Indias Orientales Holandesas, explotó por los aires. La violenta erupción fue escuchada hasta en Australia y devastó todo a kilómetros de distancia. Marineros que estaban a 40 kilómetros del volcán quedaron sordos y en la cercana isla de Sebesi no sobrevivió ninguno de sus 3000 habitantes. El tsunami que siguió a la erupción llevó sus efectos a lugares tan remotos como Sudáfrica y, meses después, a las costas orientales de África seguían llegando cadáveres. Las autoridades holandesas estimaron en más de 36.000 las víctimas mortales causadas por el estallido, cuya fuerza fue equivalente a la de 200 megatones de TNT, 13.000 veces más fuerte que la bomba atómica de Hiroshima. Un tercio de la isla donde se encontraba el volcán desapareció y en su lugar se formó un pequeño archipiélago. Durante años una capa de polvo en suspensión sobre grandes porciones de la Tierra hizo que la temperatura global descendiera un grado y los cielos mostraran, incluso en el norte de Europa, una inusual paleta de colores que dotó de una extraña belleza al firmamento.
En abril de 2017, un grupo de científicos reunidos en Viena para el congreso anual de la Unión Europea de Geociencia llegó a la conclusión de que el enrojecido cielo pintado por Edvard Munch en El grito (1892) respondía a aquellos efectos causados por el Krakatoa en la atmósfera. "Hoy en día, el público en general dispone de mucha más información científica que en aquella época [ante eventos de esa naturaleza] y Munch seguramente nunca había visto esa clase de nubes nacaradas –explicó Helene Muri, investigadora de la Universidad de Oslo–. Como artista deben haberle causado una honda impresión".
Durante décadas, expertos en arte han especulado sobre el expresivo cuadro de Munch y el significado de su angustiante grito, del que el artista pintó, en realidad, cuatro versiones. Las teorías psicológicas predominaron por mucho tiempo, y algunos especialistas buscaron un sentido en la enfermedad psiquiátrica padecida por la hermana de Munch en esos años.
Pero mientras en diciembre el volcán Anak Krakatoa (el hijo del Krakatoa) sufría una violenta erupción, que lo hizo colapsar y provocó un tsunami que dejó cerca de 400 muertos en Indonesia, expertos del Museo Británico, en Londres, llegaron a la conclusión de que no es la figura andrógina pintada por Munch la que grita, sino que es la naturaleza que lo rodea quien lo hace, y la figura lleva sus manos a los oídos para percibir el grito. La teoría se apoya en el texto de una litografía de Munch de 1895, donde junto a la misma figura se leé: "Oí un fuerte grito atravesar la naturaleza".
Si bien esta teoría podría corroborar la explicación de que Munch vio en el cielo de Oslo un fenómeno anormal que lo llenó de asombro y angustia, las diversas interpretaciones seguirán rodeando su cuadro más famoso, como lo hacen con la enigmática sonrisa de La Gioconda, de Leonardo. Pero si Munch, como un ambientalista original, ha estado invitándonos a escuchar a la naturaleza, a percibir su arrolladora belleza y extraordinario poder, es hora de que prestemos atención a su angustiante grito.
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