El gran desafío de los museos
En pleno siglo XXI y frente a las nuevas tecnologías, los templos de la cultura deben repensarse. El lado emocional de la experiencia, una de las principales claves
Un templo para adorar a las musas. Esa fue, en su origen, la esencia de los museos, ligada con una vida académica, antes que con una actividad de contemplación. El Museo de Alejandría –dentro del cual se encontraba la famosa Biblioteca– convocaba a la élite intelectual del mundo helénico. De aquel universo y concepto sólo se conserva su palabra, que rinde culto a esas damas de la inspiración divina.
Hoy los museos abren sus puertas al público general, no importa su estatus social, y su acervo se convierte muchas veces en atracción turística, como visitar Madrid para ver el Guernica, en el Museo Reina Sofía, la puerta de Alcalá, Las Cibeles y el Parque del Retiro. En El amor al arte. Los museos de arte europeos y su público (Prometeo), de Pierre Bourdieu y Alain Darbel, que se acaba de reeditar en la Argentina, los autores expresan que para apropiarse de una obra de arte hay que tener un caudal de conocimientos previos, pues permite descifrarla, a diferencia de quien carece de instrucción. Si los museos fuesen sólo visitados por eruditos estarían vacíos. Sin ser expertos en historia del arte hay algunos lienzos más populares que otros que atraen a su propio público. Así, en la mayor pinacoteca del mundo –el Museo de El Prado–, en torno de Los fusilamientos del 3 de mayo, de Francisco de Goya, hay siempre un grupo de espectadores, mientras que el ampuloso, bello y cruel El fusilamiento de Torrijos, de Antonio Gisbert, luce más solitario.
Las obras de arte no son la única atracción turística cultural. El British Museum, fundado en 1753 durante la Ilustración, cuenta con un Departamento de Relaciones Internacionales. El director de esta área, Philip Marshall, precisa que aunque el museo que atesora la piedra de Rosetta recibe 6 millones de visitas por año, la cifra no es suficiente para la institución. El 70% de sus visitantes no proviene de Gran Bretaña, y 1 de cada 4 turistas que pasea por Londres asiste al museo, por lo tanto, ante estas cifras óptimas, idear una estrategia internacional era imprescindible para obtener más visitantes. En 2012 más de dos millones de personas, repartidas en 15 ciudades y 10 países, asistieron a las exhibiciones del British Museum. La más famosa de ellas es Vida y muerte en Pompeya y Herculano, que además contó con una película que se proyectó en 200 salas del Reino Unido y en 2000 cines del resto del mundo.
Las muestras itinerantes varían según su tamaño y recorrido, y existe un dato clave para su organización. La dimensión de la muestra no es proporcional a su repercusión. "Las exhibiciones no tienen que necesariamente trasladar un montón de objetos para que el éxito e impacto sea gigante, tal como nos ocurrió cuando llevamos el Cyrus Cylinder (Cilindro de Ciro), un objeto icónico de la antigua Persia, a Teherán", agrega Marshall, que viajó a la Argentina para generar vínculos con colegas y a explorar el potencial del público de Buenos Aires.
Resulta cada vez más recurrente que los grandes museos construyan sedes internacionales, como ocurre con el Guggenheim, en Nueva York, Venecia, Bilbao y Abu Dhabi, o con el Pompidou en París, en el norte de Francia, en Metz, y desde 2015, en Málaga. A su vez, el British Museum trabaja en Abu Dhabi en un proyecto donde aporta su experiencia para crear el primer Museo Nacional de los Emiratos Árabes, el Zayed.
No importa cuál sea la dimensión del museo ni su presupuesto; el foco de atención en el siglo XXI dejó de ser el objeto, para darle al visitante un papel protagónico. En esta línea, una de las tendencias más extendidas es el concepto de museo emocional, es decir, que sus visitantes atraviesen por una experiencia cada vez que acudan a ellos. En el reciente encuentro mundial en Liverpool de The Museum Association se puso especial énfasis en esta intención. Uno de los ejemplos más claros es el de los museos cuya colección gira en torno de conceptos como la esclavitud o el Holocausto. El visitante no sólo recibe información de aquello que contempla, sino que se invita a la reflexión a través de la construcción de sentido. El objetivo de estas muestras es que el visitante salga transformado del lugar.
El Instituto Smithsonian, en Washington, es el mayor complejo de museos del mundo, 19 en total, entre los cuales se encuentran los populares Museo del Espacio, de Ciencias Naturales y el de Historia Nacional. En noviembre último el Smithsonian le comunicó al mundo el lanzamiento de una página donde algunas de sus 137 millones de piezas se pueden contemplar en 3D (http://3d.si.edu/). Así, esta tecnología se suma a los ya completos portales de cada museo del Smithsonian, minuciosos catálogos online. Esta iniciativa responde al objetivo de acercar el museo a un público mundial y de incrementar su audiencia. Por ejemplo, el Museo de Historia Nacional recibe a 5 millones de personas por año, mientras que su página, 13,5 millones de visitas.
Viajar a la capital de los Estados Unidos es una especie de peregrinación que realizan los ciudadanos norteamericanos para conocer la Casa Blanca, el Capitolio y también la Star-Spangled Banner, la bandera que inspiró el himno nacional, tesoro del Museo de Historia. En esta institución se desempeña desde hace 20 años la argentina Magdalena Mieri, hoy directora del Programa de Historia y Cultura Latina. La especialista explica que el museo ha comenzado a viajar por el país trasladando exhibiciones, algo impensado hace una década. Una de las muestras que recorre el país desde hace dos años es Cosecha dulce, cosecha amarga: el programa bracero (1942-1964), sobre los más de 4 millones de trabajadores mexicanos que se desempeñaron en la agricultura durante aquellos años. "En 2050 las denominadas minorías étnicas en los EE.UU. van a conformar la mayoría de la población. Hay una gran preocupación por llegar a un público latino", explica la especialista.
Eduardo Constantini, fundador y presidente del Museo de Arte Latinoamericano de Buenos Aires (Malba), presentó en noviembre último en el Museum of Fine Arts de Houston la muestra Antonio Berni: Juanito y Ramona, una exposición centrada en las series de Juanito Laguna y Ramona Montiel, una coproducción entre ambas instituciones. "Desde su fundación en septiembre de 2001, el Malba ha trabajado en colaboración con diversos museos argentinos y extranjeros, recibiendo y prestando obras para exposiciones temporales, pero en los últimos años esta política ha cobrado especial impulso. Los museos han dejado de ser instituciones estáticas, espacios de contemplación, para transformarse en verdaderos centros culturales, lugares de atracción para un tipo de público que no necesariamente es el que los visitaba regularmente hasta hace algunos años".
En la Argentina hay instituciones dedicadas a la formación de profesionales de los museos, como es el caso de la Fundación TyPA (Teoría y Práctica de las Artes). Violeta Bronstein, coordinadora ejecutiva, explica que sus programas de formación de nuevos líderes en la gestión de museos se componen de tres ejes principales que interactúan entre sí: la organización, el público y la comunicación. "Hasta hace poco se pensaba en las áreas centrales del museo (la conservación, la curaduría y la educación) como compartimentos estancos. Hoy no funciona así, porque es a la relación con el público y no hacia el objeto donde se tienen que destinar todos los esfuerzos."
La batalla de los museos no es contra el tiempo, sino contra el espacio. Las colecciones son ampliamente superiores al lugar que disponen para exhibirlas, sitios donde la tradición, la vanguardia y el futuro conviven. Los museos se han convertido en organismos vivos, en embajadores físicos, no sólo virtuales, de su país y de su cultura en el exterior. Comienzan a convertirse más a menudo en noticia y a ser anfitriones de un público popular, mientras las musas, con su vida errante, dejaron de ser privilegio de los poetas e intelectuales.