El Good Bye, Diego! para Carlos Bilardo
Cómo hicieron los allegados del Doctor para que no se enterara de la muerte de su querido gran capitán
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—Apagá la tele.
El mediodía del 25 de noviembre de 2020, Carlos Salvador Bilardo –82 años, histórico DT de la Selección Argentina, campeón del mundo en 1986, enfermo del síndrome de Hakim-Adams– estaba haciendo lo que hacía cada mediodía desde hacía, al menos, dos meses. Una práctica que, a decir verdad, en cierto sentido repite –con interrupciones mediante– hace más de sesenta años: mirar programas deportivos. Pero ese día algo había cambiado en la matrix de la humanidad y él no podía saberlo: Diego Armando Maradona acababa de morir. El mundo entero estaba por saberlo. Menos él.
Cuando la noticia empezaba a confirmarse, su hija Daniela llamó al departamento del barrio de Caballito donde viven sus padres y ordenó apretar power off. Un par de segundos más tarde, Jorge –el hermano de Carlos, su compadre de toda la vida– llamó apurado con el mismo pedido, que ya había sido ejecutado.
“Estaba en mi casa viendo al Pollo Vignolo”, dice Jorge, que habla de forma idéntica a su hermano: en cuotas, pronuncia cada palabra despacio y cada tanto repite sus oraciones para completar sus ideas. “Estaba hablando Federico Bueno, contando que Diego estaba mal, muy mal, mal, mal. Ya lo veía venir. Y al ratito dijo que falleció”.
Al cierre de esta edición, a más de dos meses de aquel día, Carlos Salvador Bilardo no sabe que Diego se murió. “El doctor nos dijo que no, que ahora no –continúa Jorge–. ¿Para qué? ¿Qué vas a ganar? Nada. Se va a poner nervioso, mal. Quizá se pone mal su estado de salud. Dejalo así, con el tiempo, cuando todo esté mejor, se le puede ir diciendo. Ahora no”.
Siguieron días sin conexión. Sin TV, con control de llamadas y cuidado en las conversaciones. Carlos pasó a sumergirse en el universo de Netflix. Si hasta ese entonces las series que tienen a Pablo Escobar como protagonista y a Colombia como fondo ya eran una opción para pasar las horas, se volvieron el contenido exclusivo. (Sus allegados destacan que el Doctor es fanático de las series narcos cafeteras porque le recuerdan a sus días en Colombia, donde dirigió al Deportivo Calí entre 1976 y 1979).
De a poco, cuando la excusa del corte del servicio de televisión por cable se volvía insostenible, volvieron los partidos a la casa. Primero fueron algunos de Europa, donde los homenajes a Diego podían esconderse más fácil. Por ejemplo, siempre se salteaban los minutos de silencio y los homenajes en la previa. Después comenzaron a ver fútbol argentino. “A los partidos de acá siempre los poníamos ya empezados. Y donde por ahí se veía alguna bandera o algo referente a Diego, era decir: ‘Mirá, le hicieron una bandera a Diego, siempre le ponen algo nuevo en todos lados’”, cuenta Jorge, con quien Carlos mira varios partidos a la semana. “Cuando él ve fútbol le podés decir lo que sea y no te va a decir nada. Carlos no opina, nada. Ni a mí, eh. Nunca dice nada”.
Cuando todavía la noticia de la muerte de Diego se mantenía en los medios, pero dentro de la casa de los Bilardo —donde Carlos vive junto a su esposa Gloria y tiene una guardia rotativa de enfermería las 24 horas— la situación tenía cierto grado de control, llegó el anuncio de la muerte de Alejandro Sabella. El también exDT de la selección y emblema de Estudiantes, era –es– una persona amada por el Doctor. De nuevo: a reforzar el monitoreo sobre qué ver en la tevé. “Decidimos tampoco decirle nada –cuenta Jorge–. No sabe ni de Diego ni de Sabella, ni de [Oscar] Marlbernat ni del Tata Brown”.
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En mayo de 2018, Bilardo fue diagnosticado con el síndrome de Hakim-Adams, una enfermedad cerebral poco frecuente que aumenta la presión en el cráneo y conlleva complicaciones neurológicas. Entre los principales síntomas, y los primeros que suelen aparecer, están la debilidad en las piernas, que produce dificultad para caminar; y el inicio de un deterioro cognitivo progresivo que trae aparejado desvaríos y pérdida de memoria en una primera etapa.
Desde que se le detectó la enfermedad, Bilardo fue operado en algunos ocasiones y lleva adelante una permanente rehabilitación para mejorar su nivel de vida. La salida de la primera operación lo tuvo internado cerca de un mes. Cuando fue dado de alta, se publicó una foto con su grupo íntimo. En la imagen, que aún está en internet, se lo puede ver en silla de ruedas, rapado y claramente afectado. De esa internación salió directo a cumplir uno de sus deseos para ese entonces: seguir minuto a minuto el Mundial de Rusia 2018.
Entre las intervenciones y los trabajos de rehabilitación, la situación fue mejorando. Incluso el 9 de abril de 2019 se reunió con algunos miembros del plantel de México 86. Participaron Nery Pumpido, Oscar Ruggeri, Oscar Garré y Jorge Burruchaga, entre otros. Las imágenes de esa tarde lo muestran recuperado, con su sonrisa bufonesca intacta y bromeando con sus muchachos. “Después hubo una época donde estuvo mal, mal, mal”, dice Jorge, en referencia a los meses de mediados de 2019, cuando el Doctor estuvo con “estado reservado” en el Instituto Argentino de Diagnóstico y Tratamiento, de la ciudad.
Una tarde en la sala de espera, Jorge aguardaba las novedades del estado de salud de su hermano, que tenía 4,3 de presión arterial. “El médico decía: es de otro planeta”, cuenta. En uno de esos ratos donde nada pasaba, entró a la habitación de su hermano junto a Carlos Pachamé, colaborador técnico del Doctor. Bilardo, en estado de sedación, al escuchar la voz de su amigo lo tomó de la mano. Y la apretó. A medida que hacía fuerza, los indicadores de monitoreo subían sus valores. “Entramos ya medio para despedirnos y lo agarró de la mano a Pacha. No lo podía soltar. Y la presión empezó a subir”, relata Jorge. “A la hora tenía 12,8. Presión normal. Es creer o reventar”.
Más tarde, la pandemia lo dejaría aislado de sus afectos, internado, sin salir y sin visitas. Fue más de un año de internación y casi nueve meses solo. En el medio, por ejemplo, le diagnosticaron Covid-19 y luego dijeron que había sido un error del laboratorio. Hasta que en octubre pasado volvió a su departamento de la avenida Pedro Goyena. “Es otra cosa desde que está en la casa. Ve a los nietos, ve a su familia, lo pueden visitar –dice Jorge–. Él estuvo de marzo a septiembre sin ver a nadie porque no se podía entrar a la clínica y fue muy duro”.
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La noche del 25 de noviembre de 2020, la televisión mundial se llenó con las imágenes detrás de las rejas de la Casa Rosada en la previa al inicio del funeral del Diez. Se veía en los estacionamientos internos a Claudia Villafañe, a Dalma y Yanina, a Jana. También estaban Verónica Ojeda y Diego Fernando, el último hijo de Diego. Y junto a la familia llegaban los miembros de la selección que ganó el Mundial de México 86: el grupo definitivo del que Diego era el capitán. Esa camada de jugadores quedó unida para toda la eternidad por tres factores: Diego, haber ganado la copa y Bilardo. Carlos Salvador fue el hombre que le dio una identidad a ese conjunto comandado por Diego.
Ante la muerte de Maradona, este grupo se preguntó cómo darle la noticia a Bilardo. Cómo iba a tomar la pérdida. Hubo reuniones, intercambios intensos en el grupo de WhatsApp y un plan: ir a visitarlo en un grupo de tres o cuatro –quizá los más cercanos a Carlos– y durante la charla contarle de la muerte de Diego y estar ahí –juntos– para contener la reacción.
“Hablamos sobre el tema y la posibilidad de contarle, pero eso depende de su señora y su familia. El estado de Carlos puede ser emocionalmente complejo –dice Oscar Garré–. Entre todos fue unánime que no se enterara. Como está él le podría caer muy mal”.
Los campeones del 86, jugadores y DT, son un grupo que se reunía seguido y estaba en contacto permanente. Ellos se definen como una gran familia donde todos conocen a sus parejas, hijos y nietos. “La última vez que vimos a Carlos fuimos a comer. Lo vimos bien. Estaba emocionado por la sorpresa. Nosotros nos manejamos con la familia. Gloria, junto al staff médico, nos autorizó a poder visitarlo. Estaba en la clínica todavía”, cuenta Garré sobre aquella reunión de abril de 2019. “Fuimos y pasamos una tarde charlando, contando anécdotas. Estaba contento. Le hizo bien”.
Los integrantes del plantel del 86 coinciden en que Carlos nunca hizo diferencia entre Diego y el resto. Pero también destacan algo, algo que incluso la familia de Carlos afirma: Diego fue el hijo varón que Bilardo nunca tuvo.
“Carlos llevó a Diego al Sevilla, lo tuvo más tiempo. Lo mimaba, lo cuidaba”, afirma Garré. “Sentía algo muy especial por él”.
“Se peleaban, se amigaban, discutían de nuevo”, describe Jorge sobre la relación de ambos ídolos. “Cuando Carlos se va a Sevilla lo lleva para cuidarlo. Blatter [Joseph, el entonces presidente de la FIFA] no quería saber mucho con Diego, pero le dijo a Carlos: te lo doy a vos porque lo podés cuidar. Y a los 15 días ya se estaban peleando”.
Era 1993, el Doctor estaba en la que sería su primera etapa en el club español y Diego llegaba de Napoli tras la suspensión de quince meses por su doping. Era el inicio del clímax de una de las etapas más maradonianas de la vida de Diego. Un claro ejemplo del Diego de ese tiempo pasó el 13 de junio de ese 1993. En un partido ante Burgos, Diego jugó infiltrado, pero Bilardo lo sacó en el segundo tiempo y de camino al banco el Diez lo saludó: “La puta que te parió, esto tenemos que arreglarlo de hombre a hombre, aunque dudo de que lo seas”.
Bilardo no lo escuchó al instante, pero a la noche, viendo el resumen del partido, recibió el golpe del insulto y fue a buscarlo a su casa. Pero Diego estaba en Madrid. El martes, en el siguiente entrenamiento, el Doctor mandó a todo el plantel a hacer ejercicios físicos y se quedó esperando a Diego, que nunca llegó. “A la tarde me fui para la casa y nos peleamos, nos agarramos a trompadas. Enseguida Claudia y Franchi [Marcos, su representante] nos separaron. Pero esos días, entre domingo y martes, no dormí”, le contó Bilardo a El Gráfico en 2001.
Diego no volvió a jugar en Sevilla.
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Maradona y Bilardo se conocen desde finales de los 70, cuando Diego era un pibe flaco, con la cabeza enrulada y una zurda que asomaba diferente y que, nadie imaginaba, sería irrepetible. En esos años Bilardo ya era el Doctor. El multicampeón con Estudiantes de La Plata. Así se conocieron. La familia Bilardo tenía una mueblería a pocas cuadras del estadio de Argentinos Juniors, donde jugaba Diego. Eran vecinos del barrio. Se cruzaban en las calles, compartían charlas. Los Bilardo eran muy cercanos a Coco Villafañe, el padre de Claudia, y por él empezaron a relacionarse entre ellos.
“Le hicimos la casa a Diego, se la amueblamos –recuerda Jorge–. Y mi señora iba con Claudia a comprar la ropa a las chicas”.
Esa relación entre los Bilardo y los Maradona sigue, a pesar de los años, las distancias y las pérdidas. Claudia fue a visitar al Doctor varias veces desde que él enfermó. Y cuando Diego murió, llamó a Gloria, la esposa de Bilardo, para hablar sobre la muerte del Diez y si pensaba contárselo o no a Carlos.
Aunque tuvieron sus momentos de chispas, Diego y Carlos siempre estuvieron en contacto. Jorge cuenta que, aunque no muy seguido, estuvieron en contacto hasta que Bilardo enfermó. “Cuando pasó lo de Carlos, Diego estaba en México. La última vez que hablaron creo que Diego estaba en Dubái todavía”, cuenta Jorge forzando la memoria para recordar. “Hablaban por teléfono siempre”.
Bilardo y Maradona han tenido muchas cosas en común, como ese carácter fuerte e irrepetible. Ese carisma mágico que los vuelve tan amados como odiados. “Habla la gente de Colombia, de Sevilla también llaman. Hablan de todos lados para saber cómo está”, cuenta Jorge, que es uno de los principales receptores de las muestras de cariño para su hermano. “Los llamados que tengo son de todo el mundo: de Bolivia, de Chile, de México. Se ve que hizo las cosas bien”.
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