El género
¿Qué es una crónica femenina? ¿Lo femenino tiene que ver con la depilación y los hijos, y lo masculino con las afeitadoras y los autos? ¿Seguimos dando vueltas a la noria remanida del fútbol v. la crema antiarrugas? ¿Hay cosas de mujeres y cosas de hombres? ¿Ellas siguen lamentando estar solas mientras ellos se escapan, fóbicos? ¿En toda mujer sigue habitando una inevitable madre de familia? ¿Mondo Fémina es un sitio donde reinan las publicidades de jabón en polvo, en las que son las chicas las que lavan y crían? ¿Siguen siendo patrimonio femenino las mascotas, el jardín, el amor por la decoración de interiores? Quizá no. Es probable que las cosas que nos hacen mejores o peores –aquellas sobre las que vale la pena hablar, o escribir– no reconozcan géneros. No sean crónicas femeninas o masculinas. La valentía, la dignidad, la coherencia. Querer y dejar de querer. Arriesgarse a todo o transcurrir aferrado al borde de la piscina. El paso del tiempo, la decadencia, las ilusiones despedazadas por las circunstancias. Las miserias propias, las ajenas. No se sabe qué es una crónica femenina, pero probablemente sea ésta: Romina Tejerina, 19 años, fue encarcelada en febrero de 2003, en San Salvador de Jujuy, acusada de asesinar a su bebe recién nacido producto de una violación. Intentó suicidarse y la trasladaron a una clínica neuropsiquiátrica. Es probable que eso sea una crónica femenina. Es probable, también, que sea algo tan hondamente femenino que no tengamos ganas de escucharlo.
(*) La autora es redactora de la Revista