El fantasma de la Opera
El clásico mudo con Lon Chaney en la Filmoteca Buenos Aires

El hombre de las mil caras. Es el calificativo que mereció Lon Chaney por su inigualable capacidad camaleónica.
Entre sus caracterizaciones más recordadas están la del Quasimodo de El jorobado de Notre Dame y la de El fantasma de la Opera. Esta última es la que se presentará mañana, a las 22 y a la 0, en la Filmoteca Buenos Aires, con el acompañamiento en vivo de Fernando Kabusacki (ver recuadro).
Hijo de padres sordomudos, Alonso Chaney (nació el 1º de abril de 1883, en Colorado Springs) se sintió obligado a hacerse entender a través de señas y de la expresión corporal. De ahí a la pantomima sólo había un paso.
Tiempo más tarde, Chaney descubriría que la magia del cine mudo sería el espectáculo ideal para sus padres.
Del teatro al cine
Chaney era un mimo excepcional. En teatros de poca monta formó con su hermano John un dúo de variedades, donde explotó sus recursos actorales y de danza. En una de las giras conoció a la que sería su primera esposa y la madre de Creigton Chaney (el mítico Lon Chaney Junior, que siguió los pasos de su padre).
En cierta ocasión, el propio actor dijo que nunca habría entrado en el mundo del cine si el musical teatral con el que estaba haciendo una gira no se hubiese quedado sin fondos. Sabía que su rostro no era el de un típico galán cinematográfico, por lo que comenzó a experimentar con el maquillaje y el vestuario para demostrar su versatilidad.
"En el estudio había un tipo, un empleado que llevaba y traía decorados, que venía todos los días a trabajar disfrazado de un modo extravagante. Era evidente que quería llamar la atención. Le pregunté: ¿qué diablos es lo que te pasa? ¿Querés estar frente a la cámara? Me dijo que sí. Se llamaba Lon Chaney", recordó el director Allan Dwan, quien le abrió las puertas al cine.
Hacia mediados de 1919 ya había intervenido en más de cien películas, muchas de las cuales dirigió.
A diferencia de algunos de sus contemporáneos, Chaney supo cómo trabajar en función de la cámara, y su maquillaje fue la clave. Con él se ayudaba a reproducir los rasgos de su personaje.
En el cine sonoro, el público lo consagró como el hombre de las mil caras y de las mil voces. En 1930, un cáncer de garganta acabaría con la vida de uno de los más grandes actores de la historia.
Años más tarde (1957), James Cagney, bajo las órdenes de Joseph Pevney, lo inmortalizaría en la muy libre adaptación de la biografía El hombre de las mil caras. Su nombre nunca fue olvidado y, aún hoy, sigue siendo una de las figuras decisivas del género.
El fantasma de la Opera, con acompañamiento en vivo de Fernando Kabusacki y músicos invitados. Mañana, a las 22 y a la 0, en la Filmoteca Buenos Aires, cine Atlas Recoleta, Guido 1952; 4803-3313. Entrada, $ 6.