Se trata de una historia de engaños médicos expuesta por un grupo de padres decididos a proteger a la comunidad de personas con cáncer
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Una conocida organización benéfica infantil de Reino Unido desapareció en 2020. Dos años antes, su joven fundadora fallecía en extrañas circunstancias, dejando muchas preguntas sin respuesta.
Solo ahora se está aclarando la verdad: una historia de engaños médicos y obsesión con las celebridades expuesta por un grupo de padres decididos a proteger a la comunidad de personas con cáncer.
El 10 de agosto de 2015 una multitud de fans vitoreó a dos miembros de la banda de pop One Direction que posaban ante las cámaras en el exterior del Museo de Historia Natural de Londres, donde se celebraba una gala de recaudación de fondos.
En el interior, las verdaderas estrellas eran un grupo de niños enfermos de cáncer, algunos acompañados por sus cuidadores o en pleno tratamiento de quimioterapia.
Para Megan y su madre Jean, la “Gala de la Cenicienta” fue una oportunidad más de recaudar dinero para su pujante organización benéfica Believe in Magic (Cree en la Magia). En los últimos dos años habían concedido a niños gravemente enfermos cientos de deseos, desde fiestas hasta viajes a Disneylandia.
Todo el mundo sabía que Megan, que entonces tenía 20 años, había organizado el evento mientras tenía un tumor cerebral.
Es un “increíble privilegio” trabajar con Believe in Magic, afirmó frente a los invitados Louis Tomlinson, de One Direction. Pero, detrás de los atuendos de gala y las máscaras temáticas, había un secreto vinculado a uno de los síndromes más misteriosos de la profesión médica.
Megan
Believe in Magic se inspiraba en la lucha contra la enfermedad de la propia Megan. Tras separarse sus padres cuando era niña, vivió con su madre, Jean. Ambas tenían una vida normal de barrio, hasta que a los 13 años diagnosticaron a Megan hipertensión intracraneal idiopática, una acumulación de presión en el cerebro.
Dos años más tarde, Jean comunicó a su entorno que Megan también sufría un tumor cerebral. La experiencia inspiró a la adolescente, a sus 16 años, para emprender Believe in Magic y aportar esperanza a niños con enfermedades muy graves.
Entre continuas publicaciones en la red de Jean -por lo general sobre el cóctel diario de medicamentos de Megan- y frecuentes visitas al hospital, madre e hija trabajaron sin descanso en su organización benéfica. Megan, Jean y Believe in Magic alcanzaron la fama con sus espléndidas fiestas y el apoyo de One Direction.
“Fue algo de otro mundo”, recuerda Lucy Petagine, cuya hija, Luna, asistió a varios eventos. “Todos los niños sentían que eran muy importantes y que no se encontraban mal”.
En 2015 Megan recibió un premio del entonces primer ministro de Reino Unido, David Cameron, quien elogió su “extraordinaria valentía”.
Sin embargo, en pleno apogeo de Believe in Magic, Jean anunció que el tumor cerebral de Megan había empeorado y necesitaba recaudar 120.000 libras (US$151.000 al cambio actual) para un tratamiento de emergencia que salvaría su vida en Estados Unidos. Los seguidores de Megan se volcaron con la causa y alcanzaron el objetivo en menos de 48 horas.
Sin embargo, un grupo de padres dentro de la comunidad de niños con cáncer ponía en duda que Megan estuviera tan enferma como decía.
Los padres detectives
Cuando Jo Ashcroft vio por primera vez la campaña JustGiving de Megan en Facebook a principios de 2015, le evocó un doloroso recuerdo. Cuando años antes a su hijo le diagnosticaron neuroblastoma, un cáncer del sistema nervioso, Jo recaudó 250.000 libras (US$315.000) para costear un tratamiento de vanguardia en Estados Unidos.
Algunos detalles de la petición de Megan le provocaron cierta desconfianza. No mencionaba un médico u hospital específicos. “Sospechaba un poco”, rememora. “Solo quería asegurarme de que el dinero fuera al lugar correcto”.
Cuando Jo habló con tres amigos cuyos hijos también habían sido diagnosticados con neuroblastoma, todos coincidieron en que había algo raro. Pero decidieron ser cautos, ya que acusar de forma errónea a alguien de mentir sobre un tumor cerebral era algo impensable.
Las preguntas que formularon educadamente a Jean y otros simpatizantes quedaron sin respuesta. Jo dejó pasar el tema y siguió con su vida, administrando su negocio familiar y cuidando a sus tres hijos.
Pero, un año más tarde, vio que Megan y Jean estaban recaudando fondos de nuevo. Jean aseguraba que Megan estaba gravemente enferma en un hospital en Estados Unidos y necesitaba más dinero.
Jo y los otros padres se dispusieron a llegar hasta el fondo para descubrir la verdad. “No podía tolerar que estafen a la gente, y menos en la comunidad de pacientes de cáncer”, asegura. Adoptó un seudónimo e incluso fingió ser una periodista que escribía una historia sobre Megan, aunque de nuevo acabó en un callejón sin salida.
Sin embargo, otro miembro del grupo usó sus habilidades informáticas para averiguar dónde Jean y Megan abrían sus correos electrónicos. No era un hospital, sino un hotel de lujo de Disney World en Orlando, Florida.
El investigador privado
Unas semanas más tarde, Megan y su madre desembarcaron del transatlántico Queen Mary II en los muelles de Southampton, en Inglaterra. Según Jean, habían tenido suerte de volver. Durante el verano pidió a sus seguidores que la ayudaran a recaudar dinero, alegando que Megan tenía “16 fuentes de infección” y una sepsis grave. En cierto momento, aseguró, los médicos habían dado a Megan un 10% de posibilidades de sobrevivir en los siguientes siete días.
Sin embargo, explicó, la condición de Megan finalmente se había estabilizado y los especialistas en Florida la habían autorizado a regresar a casa equipada con cinco cajas de suministros médicos y un “enorme concentrador de oxígeno”.
Pero, a su llegada, un investigador privado esperaba en la terminal de cruceros. Jo estaba tan decidida a descubrir la verdad que le pagó 1000 libras (US$1260) para que tomara fotos de ambas.
Las imágenes mostraban a Megan y Jean saliendo del barco como dos felices turistas. No había tanques de oxígeno. Según el investigador, se reían y charlaban mientras caminaban junto a los operarios, empujando carritos llenos de maletas.
Preguntamos a Jean por correo electrónico por qué ella y Megan se hospedaban en un resort de Disney mientras aseguraban que la joven estaba gravemente enferma en un hospital de EE.UU. Solo respondió que “es muy fácil dejarse atrapar por las mentiras de las redes sociales”.
Armados con la nueva evidencia, los padres contactaron a todas las autoridades que les fue posible, pero estas no parecían tener intención de intervenir.
Entonces crearon un grupo de Facebook llamado “La verdad sobre Meg y Jean”, en el que compartieron lo que habían descubierto. La mayoría de los seguidores de ambas se negaron a creerlo: muchos habían visto con sus ojos la delicada situación de Megan, desde los tubos intravenosos en su brazo hasta la medicación.
Aunque recibió un bombardeo de mensajes de odio, Jo estaba segura de que había hecho lo correcto. Luego, a principios de 2018, sonó su teléfono. Megan había muerto.
La investigación
Megan falleció el 28 de marzo de 2018 en el Hospital Nacional de Neurología y Neurocirugía de Londres. “Todo lo que le dije es ‘cariño, si quieres irte, ve y sé feliz’”, escribió su madre en Facebook. Jo quedó atónita. “No se suponía que iba a terminar así”, afirma.
Para los seguidores de Megan, había pocas dudas de quién tenía la culpa. “Fue acosada hasta la muerte”, escribió uno de ellos en Facebook. Pero, Jo seguía convencida de que Megan no tenía un tumor cerebral.
Cuando la causa de la muerte de alguien no está clara un forense investiga el caso, y a finales de 2018 esto fue lo que sucedió tras el deceso de Megan.
A principios de 2022 se nos concedió permiso para asistir al tribunal forense y acceder a una grabación de lo que se había hablado cuatro años antes en la investigación. Durante dos horas escuchamos a los médicos explicar lo que vieron entonces: Megan no había estado bien y a lo largo de los años había sufrido varias afecciones, pero en teoría todas eran curables.
La investigación desmontaba las afirmaciones que Megan y Jean habían hecho a lo largo de los años. Jo tenía razón: no se mencionaba un tumor y, según el patólogo forense, su cerebro era “morfológicamente normal”.
Sin embargo, los médicos mencionaban otros detalles preocupantes. A uno le preocupaba la legitimidad del historial clínico de Megan. Otro observó su comportamiento de “búsqueda de opiáceos”, con un intento de obtener morfina usando una receta falsificada. Megan faltaba repetidamente a las citas médicas y saltaba de doctor en doctor.
No fue un tumor lo que mató a Megan, sino una anomalía del ritmo del corazón (arritmia cardíaca aguda) por la enfermedad del hígado graso, probablemente relacionada con el alto índice de masa corporal de la joven.
Jean rechazó una entrevista, pero nos dijo por correo electrónico que Megan tenía un microadenoma hipofisario, un tipo de tumor cerebral no canceroso que, aunque normalmente no mata, puede ser dañino.
Las hermanas
Megan tenía cuatro hermanos mayores, hijos de Jean de un matrimonio anterior con otro hombre. “Tenía 12 años cuando nació Meg”, afirma Kate, la hermana de Megan a la que hemos cambiado el nombre. “Simplemente la adoraba”.
Según Kate, Megan y Jean tenían una extraña relación con las enfermedades. Si alguien que conocían no se encontraba bien, tarde o temprano escuchaba que Megan padecía lo mismo.
Kate recuerda un peligroso detalle de las cenas familiares: Jean apilaba latas de manera inestable encima de los armarios de comida vacíos que rodaban y golpeaban la mesa del comedor, con tanta frecuencia que esta estaba llena de marcas y hendiduras. “Jean quería que uno de nosotros tuviera un accidente”, cree Kate. “Por la emoción que conllevaría. La atención”.
Para otra de las hermanas, Rachel, cuyo nombre también hemos cambiado, el tema es aún más personal. Cuando tenía nueve años padeció un sarpullido que le provocaba problemas renales. Con los años su condición se deterioró y necesitaba un trasplante.
Rachel tenía vívidos recuerdos de cómo le daban de comer todo el tiempo tazas de una pasta salada cuando era niña, pese a que las personas con problemas renales deben evitar los alimentos con alto contenido de sal. Recuerda que “solo me daban Bovril”, el nombre comercial de esa pasta, y se pregunta: “¿Fue algo deliberado?”.
El síndrome de Munchausen
En 1951 un médico llamado Richard Asher publicó un innovador artículo en la revista médica The Lancet. Mientras dirigía una unidad de observación mental descubrió a un número pequeño pero constante de pacientes que se quejaban de varios síntomas pero, cuando se los inspeccionaba, estaban perfectamente sanos.
Lo llamó “síndrome de Munchausen” y lo diferenció de la hipocondría. Los hipocondríacos exageran y entran en pánico, pero realmente creen que están enfermos. Los pacientes de Munchausen saben que no lo están, pero buscan tratamiento de todos modos.
El profesor Marc Feldman es uno de los expertos más reconocidos del mundo en trastornos artificiales como el síndrome de Munchausen y, en particular, el Munchausen por poderes, una enfermedad inventada o inducida (FII, por sus siglas en inglés) y una forma rara de abuso infantil en la que un progenitor o tutor exagera o causa deliberadamente síntomas de enfermedad en el niño. Como esta condición implica engaño, el académico sospecha que está más extendida de lo que la gente cree.
Feldman nunca conoció a Megan o Jean y no ha visto los registros médicos de Megan. Pero, según el relato detallado de lo que descubrimos, dice que su caso parece claramente una FII.
Megan murió a los 23 años, por lo que era legalmente adulta, pero aún era una niña cuando emprendió la organización benéfica. Nunca sabremos con certeza quién impulsaba su comportamiento o qué pensaba realmente la joven de todo esto.
Feldman explica que, en términos de consentimiento, la línea entre un niño y un adulto puede ser clara en términos legales pero no siempre en la práctica: “Si aprendes durante toda tu vida que hay ciertas cosas que puedes decir y pensar, te vuelves cooperativo”.
El dinero y las celebridades
Las personas fingen enfermedades, ya sea en ellas mismas o en otras, por diversas razones. Algunas lo hacen por dinero. A veces es el deseo de que las escuchen o les presten atención. Para los padres puede ser la pretensión de ser el héroe cuidador. A veces es una combinación de todo lo anterior.
Para Megan y Jean, el motivo podría haber sido dirigir una organización benéfica muy popular: el hecho de que Megan tuviera un tumor cerebral potencialmente mortal podría haber ayudado a Believe in Magic a llegar a más niños. En un evento de Believe in Magic en la Torre de Londres, un antiguo amigo recuerda que Jean comentó: “Cuanto más enferma está Meg más atención recibimos, más dinero ganamos”.
El profesor Feldman ha detectado una nueva y más reciente tendencia: personas que fingen condiciones médicas para conocer a celebridades. Una enfermedad grave, indica, “permite que alguien destaque entre las masas obsesionadas con una celebridad”.
La hermana de Megan, Kate, cree que el tumor cerebral y Believe in Magic respondieron en parte al deseo de codearse con celebridades. Después de tuitear repetidamente a los miembros de One Direction, la banda se convirtió en simpatizante de la organización benéfica, lo que permitió a Megan y a Jean conocer a sus estrellas.
El informe de Kingston
En 2017, un año antes de la muerte de Megan, la Comisión de Beneficencia abrió una investigación sobre Believe in Magic tras varias denuncias de Jo.
Descubrió que faltaban más de 100.000 libras (US$126.000) y que el dinero de las donaciones se había transferido a la cuenta bancaria personal de Jean. En 2020 la organización benéfica se disolvió y Jean acordó no ser fideicomisaria ni ocupar un puesto de alta dirección en ninguna organización benéfica durante cinco años.
Solo unos meses después de cerrar Believe in Magic, Jean desapareció de la vista del público. Se mudó a Francia por un tiempo antes de regresar a Reino Unido el año pasado.
Pero, ese no fue el final de la historia. En noviembre de 2022 el Consejo de Kingston, donde vivía Megan, publicó un “informe sobre protección de adultos”. Como es habitual en estas inusuales investigaciones sobre presuntos fraudes, todos los nombres estaban cambiados, pero, por lo que llegamos a conocer el caso, no tenemos ninguna duda de que se trataba de Megan.
El informe concluyó: “Pese a que no hubo un diagnóstico formal de FII (enfermedad inventada o inducida) en este caso, la presentación y las conclusiones del forense llevaron a todos los involucrados a considerar probable que fuera una FII”.
El texto no sugiere que la FII provocara la muerte de Megan. La causa de la muerte en la investigación del forense es una arritmia cardíaca por la enfermedad del hígado graso. Sin embargo, destaca que se pudo haber pasado por alto la FII en el caso de Megan.
La FII se reconoce como un trastorno de los niños, ya que los padres asisten a sus citas médicas y son responsables de dar su consentimiento para tratarlos, pero hay mucha menos comprensión de cómo pueden padecerla los adultos vulnerables. Como Megan era ya adulta, los médicos y trabajadores sociales carecían de la capacitación y las herramientas para identificar su situación como un caso de FII.
Pedimos a Jean que respondiera a los hallazgos del informe de Kingston. No aludió directamente a los hallazgos, pero declaró: “Amaba y cuidaba a mi hija. Sugerir que podría haberla dañado de alguna manera es absolutamente repugnante”.
Es demasiado tarde para Megan, pero según la doctora Danya Glaser, experta en FII, el documento podría cambiar la forma en que se entienden y manejan casos similares. “El informe de Kingston es extremadamente significativo”, explicó. “Enseña a la gente que una FII puede continuar hasta la edad adulta”.
Días después de conocer el informe, visitamos a Kate y Rachel para contárselo; ni siquiera las hermanas de Megan tenían idea de lo que había sucedido. Llevan varios años sin hablar con su madre. Cuando le hicieron preguntas incómodas sobre Megan y Believe in Magic, Jean los eliminó de su vida, aseguran.
“Es bueno tenerlo. Está todo en negro sobre blanco”, comenta Rachel mientras lee el informe. “Creíamos que todo había sido olvidado”.
Piensa en su trasplante de riñón y se pregunta qué significa, también para ella, este informe. Ambas esperan que ayude a evitar que suceda algo parecido. “Megan fue una víctima”, sentencia Kate. “La prepararon para esto”.
*Por Jamie Bartlett y Ruth Mayer
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