Primero llegó la nieve. Pero era una nieve rara, chispeante. Luego vinieron las muertes. Y más tarde, aterrizaron unos alienígenas espantosos de dedos repugnantes y crestas punk. Y sobre el final, el duelo con la resistencia humana –pequeña, aguerrida– librada ni más ni menos que en el Estadio Monumental. El Eternauta, el mayor clásico de la historieta local, se publicó por primera vez en la revista Hora Cero en 1957 –y seguiría hasta 1959–. Para esa época, Javier Doeyo no era ni siquiera un plan en la mente de sus padres. Nació en 1960. Aún faltaba un buen tiempo hasta 1989 cuando se lanzó como editor de historietas, un tramo más hasta 1995 donde estrenó librería propia con su amigo, el guionista Carlos Trillo –la llamaron Meridiana–. Faltaría una pila de años hasta el 1993 cuando se apuntó en la Tecnicatura en Edición, que brindaba la Cámara Argentina del Libro, en la Facultad de Filosofía y Letras.
Fan empedernido del cómic, Javier Doeyo vaticinó el comienzo tímido de un tsunami comercial de superhéroes y empezó editando fanzines artesanales que él mismo se ocupaba de llevar a los kioscos.
Doeyo nació con un cómic en la mano. Y toda su vida se vinculó con la gráfica. Hizo secundario en la escuela técnica Fernando Fader. Se preparó en control de calidad, impresión off set. Trabajó en una imprenta. Llegó a gerente de imprenta. Y tuvo su propia imprenta. Como fan empedernido del cómic, decidió allá por 1989 sacar una revista sobre historieta. La llamó Cómic Magazine. En tiempos de la era pre internet, la única forma que tenían los coleccionistas de cómics de mostrar sus tesoros era publicándolos en revistas. Doeyo mostraba sus joyas invaluables, sumaba reseñas y entrevistas a gente del ambiente. De tirada irregular y artesanal, se hacían 500 ejemplares. Y él mismo se ocupaba de llevarlos a los kioscos. Más se regalaban que se lo se vendía. Tuvo su primer pequeño momento de gloria: la escuela de periodismo Tea premió a su revista como uno de los grandes proyectos emergentes del año.
El visionario
Doeyo fue un visionario: 1989 fue el estreno a todo trapo de la peli Batman, de Tim Burton. Y el editor vaticinó que ese era el comienzo tímido de un tsunami comercial de superhéroes que arrasarían con todo. Empezó a editar revistas de historietas, pero apenas vendía 700 ejemplares. Su primer éxito editorial fue una travesura: Un libro titulado El pensamiento vivo de Carlos Menem. Lo publicó en 1993. Lo único impreso era la portada y la contraportada, pues todo el interior estaba en blanco. Se hicieron cinco ediciones y Doeyo vendió de su ocurrencia 30 mil ejemplares. Y dice que, si hubiera tenido una mejor distribuidora, tal vez duplicaba la cifra. Como la distribuidora quedó en deuda, le ofreció en parte de pago, participar en su stand en la Feria del Libro. Doeyo llevó sus historietas tan amadas y le fue mal. Por no decir malísimamente mal. Por no decir, como el reverendo traste.
Pero la gente del cómic es resistente y tiene anticuerpos contra toda adversidad, nacieron del under y saben poner el pecho a las balas, así que ese desplante del público a Doeyo lo hizo más fuerte.
En 1995, en una charla sobre la mishiadura del mercado del cómic en tiempos de convertibilidad –se vendían por lejos más historietas importadas que las argentinas–, Doeyo y su amigo, el historietista Carlos Trillo, que también tenía editorial, se unieron cual superhéroes en tren de lucha contra un monstruo invencible. Juntaron fondos editoriales y pusieron una librería llamada Meridiana Cómics. Abrieron la librería en Callao 1090. Fue una pegada. La segunda de su carrera. Hicieron un acuerdo con el sello Planeta en España y cambiaron parte de su catálogo por catálogo de Planeta para vender en Argentina. Abrieron una cuenta en una distribuidora en Estados Unidos. Y en tres años, ya tenían sucursales en el Paseo La Plaza, en un shopping de Adrogué y otro en Caballito. Además, vendían cómics gringos en la cadena Blockbuster.
En 1995 fundó con su amigo el historietista Carlos Trillo la librería Meridiana Cómics, que llegó a tener 4 sucursales. Hoy tiene el local Fábrica de Historietas, el nuevo epicentro de la movida comiquera.
Y cuando estaban en el punto caramelo del negocio, Doeyo y su amigo y socio Trillo, vendieron Meridiana en 1998, y Trillo volvió a volcarse full time a la escritura, y Doeyo full time a su trabajo de editor.
En 1999, se puso una librería en San Bernardo durante el verano. Y a partir de 1999, participó en la Feria del Libro y le fue fabuloso. Desde entonces, no paró: ya participó en 21 ferias seguidas. Hizo ferias del libro infantil. Asistió a Argentina Comicon. A Fantabaires. A todas las ediciones de un evento convocante: Viñetas Sueltas. Organizó una feria con historietistas en 1999 en La Rural: ExpoComics&Animé. También se sumó en el exterior a ferias del rubro en Barcelona, Roma y San Diego.
Hace un año y medio, se juntó con tres editores locales de historietas y pusieron un local propio en calle Ayacucho. Lo bautizaron Fábrica de Historietas. Tienen librería propia. Hacen presentaciones. Preventas. Y es el nuevo epicentro de la movida comiquera que siempre se mantiene con la llama encendida.
Navegante de la eternidad
Pero esta historia estaría incompleta si no fuera por el encuentro de Doeyo con el gran Francisco Solano López, co-creador junto con Héctor Oesterheld del clasiquísimo El Eternauta. Entre los emprendimientos editoriales de Doeyo, estaban dos: editar y exportar libros con bocetos de dibujantes de cómics a Francia, Italia, España y Estados Unidos. Y sacar una agencia que vendía cómics XXX en Europa y en Estados Unidos. La llamó El Beso Negro. Allí participó Solano López que tenía un lápiz explosivamente sexual para dibujar historias de alto voltaje erótico.
Le propuso al dibujante Solano López relanzar
En 2002, gracias a la confianza ganada con Solano, Doeyo editó en Argentina El Regreso del Eternauta, un proyecto de Solano López para el mercado italiano. Primero fueron en formato fascículos en Argentina y en España. Las ventas fueron pum para arriba y Solano con la edición estaba feliz. Lo mismo ocurría con la familia de Oesterheld, porque Doeyo había editado algunas perlitas de Héctor, por entonces inconseguibles.
"¿Por qué no editás vos Javier, El Eternauta original?", le propuso Rodolfo Hamawi, amigo e impresor de los libros que lanzaba Doeyo. Pero él lo sentía como un desafío demasiado grande. Para un comiquero, El Eternauta es como el Messi de los cómics. Calzarse la 10 de la Selección. Pero el colega insistió y Doeyo se la pensó mejor. Por entonces, la única edición de El Eternauta era una que había lanzado Clarín como parte de su colección de historietas. Pero sólo iba en kioscos, y el circuito librero, siempre sediento de ejemplares de El Eternauta, estaba sin nadie que pudiera satisfacer tanta demanda.
Con ese cuadro de situación, Doeyo le propuso a Solano relanzar El Eternauta con toda la gloria, el loor y los laureles, esta vez en librerías. En 2006, obtuvo los derechos y, en abril de 2007, salió por primera vez con el libro en versión apaisada, como el original.
En 2008, relanzó El Eternauta en versión bolsillo, con material de actividades para las escuelas. Agotaron 5.000 ejemplares en seis meses. Ya van por la edición número 10.
También lanzaron una edición vintage: estilo facsímil, como fue publicada en Hora Cero. Y otra en edición tapa dura más grande, con escaneados de alta calidad de Italia y de España.
Doeyo, que este año empieza a publicar libros en España, ya vendió 250 mil ejemplares. Un promedio de 21 mil por año. El hit sigue siendo la edición de bolsillo, que hasta le compró en grandes cantidades el Ministerio de Educación y Conabip. Y al día de hoy, persiste en su lucha a capa y espada contra las ediciones piratas. Como un superhéroe.