El español bajo ataque: una era de máxima tensión
"La lengua sirve a la sociedad y la refleja en el tiempo y en el espacio –observa Guillermina Herrera Peña, lingüista guatemalteca especialista en español–. Todos los temas sociales de un determinado momento histórico aparecen reflejados en la lengua y en las demandas que el hablante le hace".
La ciudad de Córdoba recibirá al VIII Congreso Internacional de la Lengua Española (CILE) del miércoles al sábado próximos. Es la segunda ocasión en que la Argentina se convierte en anfitriona de una cumbre panhispánica (en 2004, Rosario fue centro del III Congreso) y la primera vez en la historia del CILE que un país reincide como hospedador. Con el lema América y el futuro del español. Cultura y educación, tecnología y emprendimiento se darán cita personalidades de la cultura en sesiones que intentarán discernir el presente y futuro del español. "Nuestro idioma tiene una salud envidiable, con más de 577 millones de hablantes en el mundo. El español es la segunda lengua más importante internacionalmente, tras el inglés", destaca el director del Instituto Cervantes madrileño, Luis García Montero, quien, al igual que la guatemalteca Herrera Peña, estará presente en el encuentro que reunirá a lingüistas, editores y autores para reflexionar sobre la situación y los retos del español. La Solemne Sesión Inaugural del Congreso de la Lengua contará con la presencia de los escritores Mario Vargas Llosa , Carmen Riera y Santiago Kovadloff y el director de la Real Academia Española y presidente de la Asociación de Academias de la Lengua Española (Asale), Santiago Muñoz Machado. De esta ceremonia histórica, que se realizará en el restaurado Teatro Libertador San Martín, participarán también el rey de España, Felipe VI, y el presidente Mauricio Macri.
Representantes de 32 países llegarán a Córdoba para exponer opiniones y pensamientos de la lengua en diversos plenarios, muchos de ellos enmarcados en temas imperantes, como los retos que enfrenta el español en la educación del siglo XXI y los cambios que atraviesan la lengua y la cultura en la sociedad digital.
El español es la tercera lengua entre las más empleadas en internet por número de internautas, detrás del inglés y el chino. Si se tiene en cuenta que el chino es una lengua que, en general, solo la hablan sus nativos, el español es la segunda. Sin embargo, su uso (alcanza el 5,1%) está a gran distancia del inglés, que se emplea en el 51,2% de las páginas multilingües. La globalización tiene grandes ventajas, pero, como aclara Juan Gil, prestigioso latinista y académico de la Real Academia Española (RAE) : "También nos tiende trampas. Nuestra lengua tendría que asimilar mejor la avalancha de anglicismos que la invaden. Es verdad que antes lo hicieron los galicismos, pero la marea del inglés a veces nos desborda: deberíamos cuidar más la equivalencia de los términos y no adoptar sin más el vocablo o la expresión foránea. Por ello es más necesaria que nunca la unidad de acción de las academias de la lengua, respetando, claro está, las diversidades regionales".
La popularidad de las nuevas tecnologías, como el masivo uso de los teléfonos inteligentes, nos obliga a relacionarnos con las palabras. Las redes sociales intervienen en todos los ámbitos de nuestra vida, incluida la lengua. El uso del lenguaje escrito se multiplicó y encontró en las redes una aspiración declarada a imitar la oralidad. "Es verdad que muchas palabras se han abreviado, minimizado o reemplazado por emoticones, pero si la inteligibilidad funciona, no me parece grave –opina Gonzalo Celorio, flamante director de la Academia Mexicana de la Lengua–. Lo preocupante es la pobreza, la futilidad, la insulsez de la expresión en las redes sociales. Aun así, no creo que la escritura formal sufra un deterioro, porque la buena redacción y la ortografía siguen teniendo un enorme prestigio o, mejor dicho, la comisión de faltas gramaticales u ortográficas genera un desprestigio inmediato en la vida pública. Aun así, existe el peligro en algunas sociedades, y sobre todo en la juventud, de que la buena escritura sea considerada un signo clasista aristocratizante, anacrónico y elitista, al que se debe combatir".
La lengua es un ente vivo y, en este sentido, el académico de la RAE Juan Gil afirma: "Si la lengua no evoluciona, es que está muerta". Ante la preocupación del uso de imágenes y símbolos, él no cree que estemos ante una nueva escritura capaz de expandirse más allá de las redes sociales. "La escritura europea durante la Edad Media utilizó muchas más abreviaturas e inventó signos de puntuación nuevos (el latín no tenía comas ni signos de interrogación ni exclamación: ellos fueron los emoticones medievales). Las diferentes lenguas, la latina y las romances, no sufrieron por tal motivo quebranto alguno".
El mismo ejemplo adopta Luis García Montero al destacar que los amanuenses (escribientes en la Edad Media) se adaptaban a la escasez del pergamino y escribían con abreviaturas. "Si uno ve las cartas oficiales de los siglos XI, XII, que manejaban en la administración de la corona española en Hispanoamérica, van encontrar que están llenas de abreviaturas –ejemplifica Concepción María del Pilar Company Company, lingüista, filóloga, investigadora y académica mexicana–. De hecho, hay diccionarios de abreviaturas para poder entenderlas. No estamos ante algo nuevo: es un mecanismo usual de los hablantes abreviar ante la rapidez y la necesidad que requiere el texto".
En los años 50, el francés André Martinet acuñó el término economía lingüística. "De esta manera designa uno de los principales mecanismos de la evolución en lingüística –analiza la escritora, profesora y licenciada en Letras Modernas Perla Suez–. Abreviar, acortar o simplificar claramente está entre nosotros desde antes de Twitter. Necesitamos nuevos usos del lenguaje para los nuevos medios. Los soportes cambian y los usos también; detenernos a pensar que son errores, negarlos o pretender encorsetarlos es perder el tiempo". Carme Riera, escritora y miembro académico de la RAE, deja constancia de su preocupación: "Escribimos de manera telegráfica, tendemos a abreviar y es posible que, si seguimos así, tengamos que enfrentarnos a cambios ortográficos importantes. La conjunción ‘que’ puede que en el futuro sea sustituida por ‘K’", advierte.
"Cuando la ‘p’ en la palabra septiembre formaba parte de la norma, la grafía setiembre era errónea y ahora está en el Diccionario de la Real Academia –ilustra Elena Pérez, decana de la Facultad de Lenguas de la Universidad Nacional de Córdoba–. Quiero decir, con este breve ejemplo aislado, que las lenguas están en constante mutación y que no todos los cambios deben catalogarse como erróneos. Prefiero hablar de nuevos usos a los que el idioma debe adaptarse, ya que los nuevos soportes habilitan y nos demandan otros usos".
Los soportes cambian y los usos también. Negarlos o pretender encorsetarlos es perder el tiempo""
Que escribamos y nos comuniquemos mucho más siempre es positivo. "Sin embargo, parece que cada vez que surge una nueva tecnología hay un movimiento sísmico que considera que todo lo anterior era mejor, una especie de nostalgia anestesiada –observa el poeta, ensayista y crítico literario español Luis García Montero–. Hay que reconocer las posibilidades de comunicación, expresión y libertad que dan las redes sociales, pero no por ello olvidarnos de sus peligros. Peligros que son más cívicos que gramaticales u ortográficos. Son ‘poderes salvajes’, en el sentido de ingobernables, que pueden extender infundios, falsos planteamientos y fomentar subjetividades antidemocráticas. Por otra parte, no podemos olvidar que se han convertido en un ágora moderna donde se congregan los ciudadanos, los que cometen faltas de ortografía y los que no; los que invitan a reflexionar o a compartir, y los que llaman a la división. Las redes sociales parecen el resultado de una sociedad que estaba reivindicando el derecho a hablar, pero que a veces se ha olvidado del deber de escuchar con respeto".
Pareciera que el lenguaje escrito nunca había estado tan cerca del lenguaje oral. "No me parece que haya que considerar la oralidad como una cosa simple ni única –apunta Pablo De Santis, escritor y miembro de la Academia Argentina de Letras–. La oralidad es más compleja aún que la escritura, ya que manejamos una cantidad de sobrentendidos y de matices según con quién estemos hablando, y donde incorporamos también gestos, expresiones, tonos de voz que indican enojo, ironía, fastidio. No existe un único modo de expresión oral; la escritura en redes es un resumen apurado de la complejidad profunda de nuestra oralidad".
Frente a la dupla clásica de oralidad y escritura, la decana Elena Pérez considera que hoy existe una "tercera en discordia" que hará que los lingüistas tengan una nueva episteme de abordaje. "Hemos teorizado desde los comienzos de la escritura sobre las diferencias con la oralidad; hemos calificado culturas según su dominio de esta tecnología primitiva que es la escritura; hemos hecho diferencias entre literatura escrita y literatura oral y esa inmensa grieta comienza a cerrarse. Piensen, por ejemplo, esta diferencia: la escritura siempre se ha medido por el espacio, un libro de cien hojas. La oralidad, en cambio, se mide por el tiempo, una discusión de media hora. Ahora, la pantalla ha pulverizado los átomos del espacio en que se medía la escritura y el soporte mismo es una ilusión óptica (bits que simulan una página); el cambio de soporte afecta el contenido y las normas con que se expresa ese contenido".
Tiempos de transformación
No cabe la menor duda de que son los hablantes quienes con sus aportes enriquecen y transforman la lengua. "Pero en ese proceso –señala Ana María González Mafud, doctora en Ciencias Filológicas y miembro de la Academia Cubana de la Lengua–, los hablantes necesitan también determinados referentes o modelos, que encontramos en la escuela, en los medios de comunicación, en el mundo de la visualidad de los espacios públicos, en la familia y, por supuesto, con diferente alcance y características, en la literatura. Me refiero a modelos que conduzcan a formar y desarrollar comunicadoras hábiles y eficientes, capaces de organizar, razonar, relacionar, argumentar y defender las ideas, como requieren los tiempos actuales. Cuando los modelos del lenguaje tradicional están definidos y claros, estas otras formas de comunicarnos, más simplificadas, quizá más ajustadas, por ejemplo, a una ortografía con una correspondencia más lógica entre sonido y grafía, no tendrían que convertirse en un problema. Pero lo cierto es que los usuarios de estas tecnologías y redes sociales no siempre tienen adecuadamente fijados sus modelos, en la mayor parte de los casos porque son nativos digitales, muy jóvenes".
La escritura en redes sociales es un resumen apurado de la complejidad profunda de nuestra oralidad""
En este mismo sentido, el colombiano Gustavo Jaramillo Cardona, profesor titular y coordinador del Centro de Lenguas de la Universidad Pontificia Bolivariana, cree conveniente seguir haciendo todos los esfuerzos posibles, desde la academia y desde otros ámbitos, para que tanto su forma oral como su forma escrita reflejen el uso de un lenguaje que nos permita asegurar los más altos niveles de comunicación. "Deploro que los ámbitos académicos no sean hoy en día tan exigentes o quisquillosos como en tiempos pasados. Igualmente, critico que los medios masivos de comunicación, al menos en mi país, hayan tenido mucho que ver con el deterioro de las buenas formas tanto orales como escritas. Nos cuesta observar que, en la medida en que dejemos pasar errores, estamos contribuyendo a la legitimación del error en detrimento del uso adecuado de la lengua".
Todos manejamos distintos niveles de lengua, según con quién hablemos, en qué circunstancia y mediante qué medio. "Que en una escritura rápida desaparezcan letras o palabras no significa que vayan a desaparecer de los usos generales de la lengua –especula Pablo De Santis–. El problema no es de las redes, sino de la educación. Enseñar a escribir bien es muy difícil. No hablo solo de la ortografía: la expresión debe tener en cuenta la claridad, el orden, la economía y cierta sensatez en el uso de las palabras. En mi caso, no estoy en redes sociales, pero el error que más me llama la atención es oral. Casi todos los políticos y funcionarios hablan en infinitivo: ‘En primer lugar, agradecer...’. ‘Decirles que es un placer estar acá’. Creen que es una forma elegante de empezar un discurso. Muy pronto, para pedir un vaso de agua, dirán: ‘Querer beber’".
Lejos de las academias lingüísticas, la española Naiara Abaroa, diseñadora Front-end (Interfaz), es una de las 90 ponentes (la mayor participación femenina en la historia del CILE) que ofrecerán su experiencia de trabajo en los medios digitales. "Estamos transitando la tercera revolución industrial, lo que hace que todas nuestras bases económicas y formas de comunicación se modifiquen –asegura–. Esto, a su vez, transforma la educación y las metodologías utilizadas. Los jóvenes en edad de aprender tienen toda la información que necesitan en sus manos, algo inaudito hasta ahora. Pensemos que cada uno de ellos posee el conocimiento universal en su bolsillo. Lo que tenemos que hacer es saber gestionar toda esta sobreinformación".
Se puede decir que estamos llegando a una verdadera democracia cultural, y de eso está seguro Juan Gil, académico de la RAE. "El usuario de la era digital tiene un sinfín de utensilios a su disposición. Hace 40 años, cuando quería escribir un trabajo de investigación, era obligatorio ir a Madrid y, después, a una gran biblioteca del extranjero. Ahora, la mayor parte de esos libros los puedo consultar en la red. Todo el mundo puede acceder a la información deseada desde el pueblo más perdido. El problema es, precisamente, la abundancia excesiva de información. La escuela debería enseñar a elegir entre esa balumba de datos".
Lenguaje inclusivo
El teórico ruso Valentin Voloshinov sostenía que el lenguaje (el signo, decía él) es arena de la lucha de clases. El uso del lenguaje inclusivo o no sexista generó en el último año una discusión que va más allá del cambio de una vocal y cuyo debate se instaló en la RAE. Con voces a favor y en contra, el CILE servirá de marco para el análisis. "El lenguaje nunca ha sido exclusivo –asegura el colombiano Gustavo Jaramillo Cardona–. El género gramatical no tiene nada que ver en absoluto con el género humano o los géneros de los humanos. Por tanto, no debe haber lugar a confusión".
Ambos académicos de la RAE, Juan Gil y Carme Riera mantienen la postura publicada en la página web del organismo: La actual tendencia al desdoblamiento indiscriminado del sustantivo en su forma masculina y femenina va contra el principio de economía del lenguaje y se funda en razones extralingüísticas. A lo que Gil aclara: "La mujer tiene razón en sus reclamaciones, pero cambiar la lengua es otra cosa. Sus planes más radicales me recuerdan el intento del lingüista ruso Nikolai Marr, que trató de adecuar el lenguaje ruso a la nueva realidad del mundo revolucionario; Stalin lo paró en seco, en un artículo publicado en el Pravda: el lenguaje ruso y el comunismo discurrían por vías diferentes. El feminismo debe tener en cuenta esta lección y rectificar lo sensatamente modificable". Riera agrega: "Aunque insistamos en que se diga todos y todas, eso no permitirá que las mujeres rompan el techo de cristal ni igualará la brecha salarial".
De Santis considera que se trata de una moda y dice que "tiende a presentar como ridículo un tema serio, que es el de la lucha de las mujeres por la igualdad". En esta misma línea, la también escritora argentina Cristina Bajo sostiene que se trata de una cuestión más política que práctica. "¿Se trataría de escribir de una manera y hablar de otra? ¿Qué pasaría con las poblaciones aisladas, que abundan en la Argentina y en América, cuando tengan que enfrentarse, por trabajo, comunicación, estudios o enfermedad, con una mayoría inclusivista? En tal caso, el idioma, contradictoriamente, excluiría a la parte más vulnerable de la sociedad".
El flamante director de la Academia Mexicana de la Lengua, Gonzalo Celorio, sostiene de manera categórica: "Una lengua no se habla por decreto. Las academias de la lengua describen el fenómeno y en cierta forma lo sancionan, pero no lo pueden imponer. Se habla de un lenguaje inclusivo, pero curiosamente el único género gramatical excluyente es el femenino. Si yo digo las niñas, no es posible que se incluya en esa frase a los niños; si digo los niños, estoy incluyendo a las niñas, aunque con frecuencia no se considera así y se dice los niños y las niñas en detrimento de la naturalidad y de la concisión. Muchos de estos desdoblamientos ya han sido asumidos por la lengua de manera espontánea. Nadie se extraña de escuchar ‘señoras y señores’. Estos desdoblamientos, según lo ha observado Ignacio Bosque (lingüista español), por lo general se hacen cuando hay un micrófono de por medio, es decir, cuando impera una corrección política. Hay quienes ponen el signo arroba (@) en lugar de la ‘a’ o la ‘o’, que suelen diferenciar el género femenino del masculino. El problema es que, si la escritura es una representación convencional de la oralidad, aquí no cumple su cometido, pues ese signo no se puede pronunciar. Hay, sin embargo, voces feminizadas que ya se han incorporado a la lengua, y seguramente así irá sucediendo de manera natural y paulatina. La palabra ‘presidente’ ya perdió su condición de participio activo del verbo ‘presidir’ y solo funciona como sustantivo; pues bien, aunque hay puristas que la mantienen por motivos etimológicos, cada vez se asume más la palabra ‘presidenta’, al igual que ocurrió con sirvienta. Hoy nadie diría ‘la sirviente’".
Convencida de que se trata de una demanda que excede a la lengua. Concepción Company Company supone que estamos ante un problema mucho más profundo. "La lengua es el lugar más superficial en la búsqueda de equidad de género. En aras de esa igualdad, estamos perdiendo equilibrio y podemos cometer errores gramaticales –reflexiona–. Los cambios que se han hecho del español en su gran mayoría son realizados por los hablantes inconscientemente y se presentan como si fueran una plaga, una enfermedad. Y el caso del lenguaje inclusivo no es así. Esta batalla no se da en la gramática, se da en la sociedad. Cuando las sociedades sean igualitarias, estoy segurísima de que los hábitos gramaticales se van a modificar".
En contraposición, el presidente del Instituto Cervantes, Luis García Montero, acentúa que la lengua es un reflejo de la historia de la sociedad "y cuando hay transformaciones sociales tiene que procesarse en la lengua también". "Además, ninguna institución, ninguna academia, ninguna autoridad, puede creerse dueña del lenguaje. Hace mucho que me siento incómodo cuando alguien dice ‘los derechos del hombre’; prefiero referirme a los derechos del ser humano. Y cuando dicen ‘los ciudadanos’, elijo ‘ciudadanía’. Es decir, soy partidario del lenguaje inclusivo. Creo que el feminismo es la gran causa del presente. Me gustaría que fuésemos pacientes para ir dejando que el lenguaje transforme su campo de acción según se va transformando la sociedad. Hay que apostar por el lenguaje inclusivo, pero creo que hay que hacerlo con sentido común", sostiene.
Leonardo Funes, director del Instituto de Investigaciones Bibliográficas y Crítica Textual del Conicet, opina: "En la medida en que la sociedad se haga cargo y evolucione hacia una lógica de la inclusión social y de género, los cambios que implica el llamado lenguaje inclusivo se irán consolidando, pero si la sociedad llegara a orientarse en otro sentido, no habrá manera de que esos cambios se consoliden. La contienda se dirime en el ámbito de la praxis social y política: la lengua solo cumple la función más modesta y a la vez crucial de darle sentido". Perla Suez, escritora nacida en Córdoba, se atreve a colocar al lenguaje como un espacio de disputa necesario para que las luchas y los cambios sociales trasciendan. "En este sentido, la revolución feminista avanza para modificarlo todo. Lo que está sucediendo hoy con el movimiento feminista me interpela en numerosos aspectos, como mujer y como mujer dentro de mi oficio de escritora. El lenguaje tiene que cambiar para dejar de ser un reflejo de la opresión contra las mujeres y la diversidad".
Respecto del futuro del español, De Santis concluye: "Hace poco descubrimos con mis hermanas unas cartas de mi madre a mi padre durante su noviazgo, en los años 50. Le hablaba de tú; desde luego, cuando estaban frente a frente se hablaban de vos. Pero el género epistolar les exigía una especie de lengua particular, más cercana a la literatura, aunque le contara qué había ido a ver al cine. Lo mismo ocurre en el presente: nos adaptamos a las distintas circunstancias de escritura, pero eso no significa que se pierda la noción de escribir bien. Es muy difícil precisar en qué circunstancias aplicaríamos una cierta escritura pura y personal, que sería nuestra verdadera escritura, nuestra huella digital en el uso de las palabras. Los que tenemos cierta edad encontraríamos nuestra verdadera escritura en la escritura a mano, una carta, un diario personal, por ejemplo. Pero imagino que los jóvenes ven la escritura a mano como algo completamente artificial, y descubrirían su yo en otra forma de expresión. Quién sabe".
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