“El escuadrón suicida”: quiénes son los tres hombres que salvaron al mundo de una tragedia peor en Chernóbil
Se trata de voluntarios que, posiblemente, salvaron al mundo de una segunda explosión en la ciudad situada al norte de Ucrania
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Muchas personas están familiarizadas con lo que sucedió en Chernóbil, Ucrania, el 26 de abril de 1986, cuando uno de los reactores que estaba en la planta nuclear explotó. Sin embargo, poca información hay sobre la misión que realizaron tres trabajadores para que no se convirtiera en un desastre aún más grande.
La explosión de Chernóbil es considerada como una de las peores tragedias ambientales en el mundo y causó también un impacto muy fuerte en la sociedad europea. Personas completamente deformadas a causa de la radiación, enfermedades de todo tipo en bebés que nacieron durante la época, enfermedades pulmonares a largo plazo, agua contaminada, bosques enteros perdidos, entre otras cosas que se vivían en ese momento.
A pesar de que todo esto sí sucedió, lo cierto es que un grupo conformado por tres hombres de la planta, que fueron llamados el ‘escuadrón suicida’ debido a la misión que voluntariamente decidieron tomar, fueron quienes lograron que el desastre no llegara a ser mucho peor.
Las piscinas radioactivas y los tres voluntarios
La idea general del porqué sucedió la explosión se resume en que se trató de un diseño mal hecho en cuanto a la planta nuclear y también un mantenimiento precario del reactor 4, donde ocurrió el accidente.
De hecho, el día del accidente se estaba haciendo una prueba para crear un procedimiento de seguridad que permitiera que el reactor no se sobrecalentara gracias al flujo de agua constante. Justamente, la misión que tendrían Alexei Ananenko, Valeriy Bezpalov y Boris Baranov tenía relación con esto. Resulta que dos niveles más abajo de los reactores había “piscinas de burbujas” que fueron diseñadas en caso de que fuera necesario enfriar el reactor. Así mismo, servían para condensar el vapor y reducir presión en el caso de que se rompiera alguna tubería.
Por eso, cuando el reactor explotó, las piscinas se vieron fuertemente afectadas y su subsuelo quedó completamente inundado. Esto lo descubrieron los trabajadores del lugar, diez días después del accidente. Ahora, el problema de eso se encontraba en que el núcleo del reactor se había derretido y, si este llegara a entrar en contacto con el agua, esto podría provocar un tipo de “explosiones de vapor”, como lo registró en su momento la agencia ‘AP’, que dirigidas a la atmósfera podrían generar “cientos de toneladas de material radioactivo”, el cual podría tener un efecto mucho peor que el que ya había sucedido.
En el momento, los periódicos hablaban de las posibilidades de que esto contaminara “el abastecimiento de aguas de más de 30 millones de personas” o de que dejara completamente “inhabitable el norte de Ucrania durante más de un siglo”.
Vassili Nesterenko, quien fue director del Instituto de Energía Nuclear en la Academia Nacional de la Ciencia de Belarús, comentó en una entrevista que si esa segunda explosión causada por el contacto del núcleo y el agua se daba, podría haber tenido un efecto de “entre 140 y 230 veces más potente que la causada por Fat Man -la bomba lanzada en Nagasaki-”, lo cual implicaría un nuevo desastre para el ser humano y el mundo.
En ese sentido, el riesgo no era solo de que estas dos sustancias entraran en contacto y crearan un vapor altamente radiactivo que a su vez construyera nubes tóxicas, sino que hubiera una segunda explosión de tal magnitud que lograra colapsar por completo todo el edificio. Por eso, el personal de la planta nuclear tenía que actuar inmediatamente para vaciar las piscinas.
‘El escuadrón suicida’
Uno de los principales problemas de esta misión era que el agua mostraba niveles de radiación altos y que, para lograr vaciar las piscinas, se debía ingresar al subsuelo inundado, caminar entre el líquido para abrir las válvulas, drenar el agua y, si se lograba, salir con vida.
Sin embargo, cabe aclarar que los tres voluntarios no eran los únicos que trabajaban en alta cercanía con el agua, ya que otros trabajadores de la planta y bomberos de la zona intentaban reducir el nivel del agua y otros científicos verificaron su estado midiendo los niveles de radiación en contacto con el líquido.
Además, dos de los tres integrantes del ‘escuadrón suicida’ habían sido parte de la instalación del sistema de seguridad de las válvulas, por lo que conocían de manera cercana el camino que debían recorrer para llegar a ellas y cómo tenían que operarlas.
Ahora, las condiciones del agua sí eran uno de los problemas más grandes. Los hombres bajaron lo más protegidos que pudieron, con trajes de surfistas para proteger su piel del contacto directo con el agua. Ante la sorpresa de muchas personas, los tres integrantes del ‘escuadrón suicida’ lograron salir con vida de las aguas radiactivas de la piscina y no murieron en los años siguientes.
En una entrevista que Ananenko dio a un medio local poco tiempo después de su misión, él mismo explicó que las condiciones, aunque no eran óptimas, tampoco eran las peores: “Los números (de radiación) no parecían algo extraordinario. La situación radiactiva era la habitual para las centrales nucleares en mayo de 1986″.
Sin embargo, también recuerda que un momento de su recorrido hasta las válvulas, el aparato que les habían dado para medir la radiación comenzó a mostrar números muy preocupantes y tanto él como sus dos compañeros empezaron a sentir en la boca el sabor a metal causado por los niveles de radiación.
El asunto es que los tres sobrevivieron la misión suicida, al parecer, porque el agua actuó como un tipo de escudo natural a la radiación. Sin embargo, sus cuerpos sí tuvieron afecciones que no se especificaron a los medios. Al 2022, Alexei Ananenko sigue vivo, actualmente tiene 62 años; Boris Baranov murió en el 2005 debido a un ataque cardíaco; y de Valeriy Bezpalov no se encuentra mucha información, ni siquiera si continúa o no con vida.
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