El Endurance y su sueño mundialista
Cómo se entrenó el equipo argentino para la gran competencia que se realizará el sábado próximo, en Eslovaquia. “Armamos un equipo muy unido”, coinciden
El equipo argentino está motivado. La ilusión y las ganas florecen en cada uno de los cinco jinetes y jinetas que representarán al país en el Mundial Ecuestre de Endurance, que se llevará a cabo el próximo sábado, 17 de septiembre, en Eslovaquia. Hay buenos motivos para la esperanza: además de excelentes caballos, hubo mucha seriedad en la planificación y dedicación de todos los integrantes, que se pusieron como objetivo pelear por los primeros lugares y a su vez difundir este deporte que gana cada vez más adeptos en el mundo de la hípica.
El Endurance es una suerte de maratón a caballo. Y es una disciplina que implica un doble desafío: no sólo hay que trabajar y mucho la preparación física del animal, sino que también resulta crucial el planteo estratégico del jinete. Ambos conforman el binomio que debe atravesar una compleja carrera de resistencia de 160 kilómetros, divididos en cinco o seis tramos de 20 a 40 kilómetros, dependiendo de la pista. Cada vez que se completa una distancia, el caballo es sometido a una exhaustiva revisión veterinaria. Si no pasa, queda afuera: tanto es así que habitualmente apenas la mitad de los participantes logra terminar la carrera. En total, la competición suele durar entre 10 y 12 horas.
Todo esto ha sido tenido en cuenta por los cinco binomios que, en Eslovaquia, buscarán mejorar el desempeño de la Argentina en los mundiales ecuestres, una competencia en la que aún no logró afianzarse. El equipo sabe que el terreno, esta vez, es más parecido a las condiciones de nuestras pampas: la pista eslovaca es una llanura con pasto y el clima es similar (en el país eslavo es otoño). El primer reto para llegar con posibilidades: el viaje de los caballos. Avión a Fráncfort, Alemania, y desde allí un camión-trailer para recorrer mil kilómetros hasta Samorín, la ciudad ubicada a orillas del río Danubio donde se realizará la competencia.
“Siempre está la posibilidad de que los caballos se golpeen o sufran en el viaje, por supuesto esperemos que no suceda”, le explicaba, días antes de la partida, Pilar Basombrio a La Nación revista, jefa del equipo argentino y encargada de elaborar y llevar a cabo la estrategia para la carrera. Basombrio asegura que la planificación está confeccionada sobre dos cuestiones centrales: un estudio pormenorizado del terreno donde se estableció la pista y las condiciones de cada caballo. Sin embargo, mucho dependerá de cómo lleguen los animales a la largada, con el viaje y la preparación encima. También habrá un desafío en cuanto a las distancias: en la Argentina, las carreras de 160 kilómetros se realizan en seis etapas y en el mundial serán cinco, con tramos de 40, 35, 35, 30 y 20 kilómetros. “Van a correr distancias más largas y quizás haya que regular un poco más –detallaba Basombrio–, pero lo bueno es que nuestros caballos están acostumbrados a galopar a cambo abierto.”
Los cinco binomios fueron seleccionados por la Federación Ecuestre Argentina (FEA), a través de una orden de mérito en base a los resultados de las competiciones de los últimos tiempos. Además, integra el grupo el veterinario Sebastián Correa, de 46 años, a cargo de supervisar la salud de los pingos. Especializado en caballos deportivos, Correa pone el ojo sobre la sanidad del animal, la nutrición, el herraje –que debe cambiarse en el momento adecuado– y el entrenamiento de los animales. “Esos son los pilares principales sobre los cuales hay que apoyarse para que el caballo rinda al máximo sin complicaciones”, señala.
El orden y la planificación son dos aspectos sagrados para llegar al primer nivel de este deporte. Del Endurance puede participar cualquier raza de caballo y no hay límite para la edad de los jinetes. Pero hay dos claves insoslayables: la salud del equino, que no debe correr ningún riesgo de vida, y el peso del jinete, que no puede ser menor a 75 kilos. En caso de que estén por debajo, se les agrega peso para emparejar la competición. La preparación de cada binomio se basa en esos dos aspectos. Y cada uno tiene su librito. “En esto no hay matemáticas”, dice Claudio Péres Moore, dueño del caballo Cruzado que formará binomio con su hijo, Matías Péres Copello, de 24 años e ingeniero eléctrico.
En su chacra de Saladillo, Cruzado es rey. La rutina, dos semanas antes de viajar, está marcada por la inminencia del mundial. “Es mucha la ansiedad y también el miedo a que le pase algo al caballo, no queremos ni que se resfríe”, comenta Matías, mientras sus ayudantes le toman el pulso a Cruzado.
Trote y galope sincronizado, desde el campo ubicado en Toledo –partido de Saladillo– hasta el ingreso del camino que desemboca en la Ruta 5. “No lo pases de 24 kilómetros por hora, Matías”, le dice Claudio a su hijo. La tierra arenosa de esta zona de la provincia de Buenos Aires brinda un plus y permite realizar distintos tipos de entrenamiento para este caballo que de 11 carreras disputadas, ganó 7 y salió segundo en otras 2.
El ejercicio cotidiano está coordinado por Claudio, que anota todo en un cuaderno, cuyo título es Camino a campeón del mundo. Allí deja un registro minucioso de las distancias que recorre Cruzado, la fecha, el tiempo y las pulsaciones. “Llegó con 54 por minuto, está perfecto”, dice Matías mirando el reloj. Luego de trotar y galopar unos 25 kilómetros, el caballo entra en boxes: le dan agua, lo revisan, lo bañan, le ponen gel y hielo y por último lo hacen correr una pequeña distancia recta para verificar que no esté lesionado. Luego llega el momento de gloria para el pingo, que va derecho hacia el piquete, donde lo esperan tiernas pasturas para él solo.
Matías cuenta que, si bien siempre estuvo ligado con la hípica, el gustito por el Endurance le agarró ahora, más de grande, sobre todo por la posibilidad de “competir respetando al animal”. Él confía en que será un gran mundial para la Argentina. Y habla de las cualidades de Cruzado en la última etapa de la carrera, donde hay que galopar bien fuerte; donde, en concreto, se queman las naves. “Ahí está el momento de la verdad, Cruzado siempre me sorprende, me da más incluso de lo que me animo a pedirle: es un crack”, cuenta. Y agrega que el cansancio y la adrenalina se mezclan en la recta final, cuando se visualiza la llegada, pero todavía falta un poquito más.
Más allá de la posibilidad de subir a alguno de los binomios al podio, el equipo argentino apuesta por el resultado grupal. Saben que resulta difícil competir uno a uno con caballos de otros países, que presentan más binomios en la competencia y tienen mayor disponibilidad de recursos para viajar con mucha antelación al destino donde se lleva cabo la competencia. “Se armó un equipo muy lindo, tenemos un grupo de WhatsApp donde todos los días nos mandamos mensajes para alentarnos”, dice Beatriz Muriel, montada en su caballo Box Trabucco, durante los preparativos.
Beatriz, de 39 años, convive con su caballo día tras día en la chacra familiar ubicada en el partido de Bragado. Rodeada de una belleza bien bonaerense, con sembradíos y una laguna repleta de animales silvestres, planifica su entrenamiento como parte de su trabajo cotidiano: “Me subo a Box Trabucco bien temprano, cuando salgo a revisar la hacienda; voy de un lado para el otro, y cuando me doy cuenta ya hice varios kilómetros arriba de él”, señala.
En el Endurance, la conexión con el animal resulta trascendental. “Si no lo conocés al caballo –sigue Beatriz–, no sabés cómo correrlo. Yo estoy todos los días con él y sé cuándo está bien y cuándo no, cuándo lo puedo exigir y cuándo es preferible que no lo haga.” Ese aspecto es parte del arte del jinete: la preparación de todo el año puede sucumbir en el momento de la carrera. “El día de la competición, tenés que prestarle mucha atención a cómo está el caballo para ir dosificando el esfuerzo de acuerdo a lo que planeaste y a los imponderables”, añade.
Josefina Chas, de 50 años, es tía de Beatriz y otra de las jinetas que participarán, con su yegua Jc Seductora. “Es la única hembra del equipo”, dice mientras le da besos en el cuello y la reta porque no se queda quieta para la foto. “Tenemos una conexión hermosa, ella es muy especial para mí y para mi hija, que ya la corrió en varias carreras”, explica.
Josefina remarca las “grandes chances” del equipo argentino y rescata sobre todo que haya representación argentina en el mundial, junto con otros 37 países. “Para nosotros es una experiencia muy linda, a pesar de la ansiedad y los miedos que te agarran sobre todo en la última etapa, pero esto es lo que nos gusta –dice–. Vamos a correr con todas las ganas y también a divertirnos, por eso el grupo es tan especial.”
Para lograr un resultado en equipo, la sincronización será fundamental. Algunos caballos empiezan más lentos que otros y los jinetes van midiendo el rendimiento a lo largo del trayecto. De esta manera, se evita una descalificación por cuestiones veterinarias y se guarda potencia para el final. “La carrera es muy larga –agrega Basombrio–, así que etapa por etapa iremos viendo cómo vienen los caballos, cómo están para largar la próxima, a qué distancia estamos de la punta y cómo vamos como equipo.”
Por eso también se hizo mucho hincapié en la cuestión veterinaria, con una supervisión rutinaria de los caballos seleccionados para el mundial. Así lo explica Correa: “Semanalmente, se hacen controles donde se chequea que los caballos no tengan dolores. Cualquier problema o patología, por pequeña que sea, se potencia por la cantidad de kilómetros que corren y podría dejarlo fuera de competencia”. También se hacen controles y seguimientos en laboratorio para chequear el estado general de los animales.
Este aspecto resulta clave porque en las carreras los controles son sumamente estrictos. En las postas veterinarias –ubicadas en el final de cada tramo– una junta profesional examina rigurosamente al caballo. Se mide la frecuencia cardíaca (las pulsaciones no pueden superar las 64 por minuto) y respiratoria, el tono muscular, la hidratación, el color de mucosa y los ruidos intestinales, entre otras cuestiones.
Allí se evalúa si el caballo está en condiciones de seguir o no con la competencia: en caso de algún riesgo, queda descalificado. Es más, al completar los 160 kilómetros, se realiza otro control veterinario y sólo se convalida el resultado si el animal está como para seguir corriendo otra etapa. “Mi desafío principal –sigue Correa– es que los cinco caballos completen la competencia en el mejor lugar posible y en muy buen estado, como si fueran maratonistas keniatas que ganan la carrera de una forma espectacular y encima tienen ganas de salir corriendo para festejar.”
Rafael Salaberren Dupont, abogado de 45 años, llegó al Endurance por la crisis de los 40. “Siempre fui muy deportista, pero la edad me empezó a jugar en contra. Me sugirieron el Endurance y me atrapó por completo”, cuenta. Si bien estaba conectado con la hípica desde su infancia, nunca había participado de este tipo de competiciones. “La idea de galopar a campo abierto me fascinó”, señala.
Para Rafael, el resultado depende de una serie de factores: la amansada del caballo, el entrenamiento, la nutrición, el herraje, la selección de la montura –clave para que el animal esté cómodo–, el cuidado veterinario y el plan de carrera. Todo matizado, claro, por la suerte. “Diría que primero es la suerte y después hacer todo bien”, bromea.
Su caballo, Katio, vive en Pilar, en la chacra de sus suegros y bajo el cuidado de Anacleto. Al principio, Rafael se tomó las carreras como un hobby, hasta que Katio empezó a tener buenos resultados: en su segunda carrera de 160 kilómetros, en Ezeiza, salieron campeones nacionales en una jornada que duró 12 horas bajo una lluvia torrencial. Desde entonces, él hace entrenamiento físico cotidianamente y viaja a Pilar dos veces por semana para montar su caballo.
Sofía Vargas y Relámpago forman el otro binomio del equipo mundialista. Sofía tiene 38 años, es técnica en Producción Equina, vive en Ezeiza y su campo está en Cañuelas. “Mi primer deseo es que el caballo tenga un buen viaje, que no lo sienta, que llegue relajado. Y después sí, hacer una linda carrera y hacer un buen papel como equipo argentino”, apunta.
Otra vez, la relación entre la jineta y su pingo es la base. “Es increíble la conexión: lo miro a los ojos y me doy cuenta enseguida de cómo está”, cuenta Sofía durante el último tramo de los entrenamientos. Relámpago camina dos horas y media a la mañana y dos horas y media a la tarde, de tiro. Miércoles y sábados, la rutina se intensifica y Sofía lo monta para hacer trotes y galopes de mayor distancia. Antes del viaje, el caballo recorrió una distancia de 120 kilómetros. “Con eso finalizamos el plan diagramado”, explica.
Para Sofía, el Endurance es la disciplina donde puede combinar su pasión por los caballos, las ganas de competir y el cuidado extremo del animal. Se acercó en 1998 a este deporte y, aunque asegura que hubo un importante salto en la exigencia y en el nivel de competencia, la esencia se mantiene: “Lo que más me gusta es que pasás mucho tiempo con el caballo y compartís mucho con él. Entonces sabés hasta dónde podés exigirles, respetarlos si no pueden darte más, entenderlos. Y conocer tantos lugares donde se compite, los paisajes del país y de afuera, y las personas que vas conociendo. Somos una gran familia.”
Los cinco representantes argentinos empezaron con el Endurance a manera de hobby y se lo terminaron tomando muy en serio. Nada está librado al azar y mucho menos separado de una conexión profunda con los animales. El espíritu de equipo también marca la pauta de trabajo. Así lo explica Basombrio: “Estamos muy unidos, eso ya es un éxito”.
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