El emprendedor
Dice que los más pobres lo quieren porque creen que no necesita “robar”, y que votaría a cualquiera de los Kirchner aunque considere que son “peligrosos” para el país. Charla con el millonario que quiere gobernar Buenos Aires
Este señor de aspecto refinado, flaco y alto, de físico y aspecto muy cuidado, podría ser perfectamente el protagonista de una película llamada Confesiones de un burgués, con guión del escritor húngaro Sándor Márai. Aquí están sus pasiones, sus obsesiones, sus matrimonios, sus sentimientos, sus contradicciones. El fantasma de una crisis que lo llevó a encerrarse – emocionalmente quebrado– en una habitación de hotel porque no le encontraba sentido a la vida. Hoy parece fortalecido a partir del amor de una mujer y de su voluntad de integrarse al mundo de la política. A los 54 años, Francisco de Narváez, ex propietario de Casa Tía, dueño del predio de La Rural y del 50% del multimedios América. Estuvo cerca de Mauricio Macri, luego de Menem y fue elegido diputado nacional por el Partido Justicialista durante la campaña de 2005, que impulsaba a Chiche Duhalde como senadora por la provincia de Buenos Aires enfrentando a Cristina Kirchner. En estas elecciones se presenta como candidato a gobernador bonaerense por la Mesa de Consenso que apoyan el partido Demócrata Progresista, Acción por la República, el Partido Federal y el MID.
Habla de forma pausada, reflexiva y muy firme. No parece tener dudas. Es un hombre cosmopolita. Que tiene muchos mundos y climas recorridos. Da la impresión de ser muy pragmático para los negocios y muy utópico para la política. Es muy crítico del Presidente, pero en las próximas elecciones lo votaría. Su vida parece un peregrinaje en el que apunta a reconvertir un ambiente de frivolidad en un itinerario más riguroso.
–Usted ha sido siempre un empresario exitoso, militante de lo que se llama el glamour o las celebrities. Su banca de legislador no lo ha convertido aún en un político. ¿Por qué será que no siento que estoy entrevistando a un político?
–Porque tanto en la función de empresario como en la de político hay un elemento común: el ser un transformador, un emprendedor. Mi forma de emprender tiene que ver con un estilo de hacer las cosas: comprometerme, no modificarme según el vaivén de las circunstancias. Además, es un estilo propio, desde el contenido hasta el envoltorio.
–¿Por qué todo este esfuerzo no lo hace para apoyar a alguien? ¿Por qué usted como protagonista?
–Porque yo trabajé durante un tiempo para la política y después decidí trabajar en la política. Porque entendí que había un enorme espacio para ocupar. Cuando Mauricio Macri decide no competir como candidato a presidente y, en cambio, lanzarse a la política en la Capital Federal, yo pensé que había una oportunidad de trabajar en el plano nacional.
–Ahí apareció Menem...
–Fue más tarde, en 2003. En ese momento, yo tenía preparada una enorme cantidad de programas y de recursos que habíamos invertido. Menem me convocó después de haber ganado la primera vuelta (pero sabiendo que perdía en la segunda), para ser eventualmente su ministro de Desarrollo Social, cosa que no dudé en aceptar.
–Debe de ser de las pocas personas que públicamente se anima a nombrar a Carlos Menem.
–Sin embargo, en el ’95 ganó con el 54% de los votos. Y yo lo voté. Me parece que los argentinos tenemos que apartarnos de la fobia que implica no reconocer nuestra historia. Hay que tratar de modificar la idea dominante en la Argentina de que el que llega sabe todo y el que se va es un burro. Yo no quiero una Argentina donde los ex presidentes no puedan caminar por la calle. Me da vergüenza.
–¿Hay algo de rabia en su candidatura y en su inclusión en la política?
–Yo no hago cosas desde la rabia. Sí tengo carácter y me enojo: si creo que tengo razón, peleo por mis razones. Aclarado esto, cuando en 2005 Kirchner plantea la ruptura con Duhalde, yo voy a las raíces de mi partido y digo: “Si el peronismo va a presentar lista y me invitan, voy en esa lista”. Finalmente, soy invitado por Duhalde, por el peronismo de la provincia de Buenos Aires.
–Y hacía campaña con Chiche Duhalde; era raro verlos juntos.
–Es una dirigente de las que más conocen los problemas de la provincia de Buenos Aires. Cuando fue primera dama, mantuvo su posición y su compromiso. No se dedicó a hacer shopping ni cambió su estilo de vida. Siguió viviendo en Lomas de Zamora, siguió militando a la cabeza de las manzaneras, se puso al frente de un sector que se prendía fuego. Todo esto, para mí, tiene muchísimo valor.
–¿Esta marcando una diferencia con Cristina Kirchner?
–Desde el ’83 hasta ahora, yo no encuentro a otra mujer peronista (por Chiche) que, teniendo el poder, lo haya ejercido haciendo lo mismo que hacía cuando era mujer de un concejal. A partir de ahí, me saco el sombrero y me encolumno detrás de ella. Para caminar por el conurbano, yo camino con Chiche, aprendo con Chiche.
–Su candidatura puede parecer el capricho de alguien que está acostumbrado a tener todo lo que quiere. Puede verse como el “nuevo juguete” de un niño rico.
–(No se inmuta) Sé que muchos de mis amigos lo piensan. Y a mí me parece genuino que lo piensen. La diferencia se va a dar según el tiempo que me vean haciendo las cosas que hago. En todo caso, mi “capricho” será que, desde la política, la Argentina pueda volver a ser un país de oportunidades, como lo fue para mí y mi familia. Esta es la esencia de mi decisión de participar en lo público. Soy un hacedor, un emprendedor.
–Es interesante su argumentación, pero suena un poco voluntarista e ingenua.
–Todas las grandes transformaciones tienen un poco de utopía. Uno tiene que creer en algo y postularlo. Si usted se ha analizado, lo sabrá.
–Con este mismo razonamiento, siendo peronista, ¿no valdría la pena trabajar para Scioli? ¿O está en las antípodas?
–No trabajaría para Scioli, pero tampoco en contra de Scioli.
–¿Sería capaz de hacerle un llamado a Kirchner y decirle: “Presidente, déjeme ayudarlo a Scioli”?
–Sin ninguna duda, si él está dispuesto a levantar el teléfono y atender públicamente (lo subraya). Como dirigente político, lo que le tengo que decirle al presidente de la Nación, sea cual fuere el resultado del 28 de octubre, es que, de no ser yo el gobernador de la provincia de Buenos Aires, todo lo que yo tengo está a disposición de quien haya sido elegido gobernador.
–Entonces, si Daniel Scioli corre con el caballo del comisario, ¿por qué no juntar fuerzas?
–Porque creo que Scioli no va a poder tener la independencia ni el carácter para confrontar con el kirchnerismo. Veamos cuál es el modelo de construcción de poder del kirchnerismo: caja y compra de voluntades políticas. El modelo kirchnerista consiste en recaudación y extorsión.
–Hablemos de los empresarios argentinos.
–El empresariado argentino grande es prácticamente inexistente, ya que las grandes compañías son multinacionales. El verdadero empresario argentino, el emprendedor, el que arriesga su capital, el que se levanta a la mañana, es el de las pymes. Y está fundamentalmente en la provincia de Buenos Aires.
–Pero el empresario de la pyme no tiene peso político.
–No lo tiene porque emprender, en la Argentina, es una carrera de obstáculos, y muchos están en falta. El verdadero empresario no se puede mostrar porque le cuentan las costillas (especialidad del kirchnerismo), y ninguno pasa el escaneo.
–¿Y usted cómo puede sobrevivir?
–¿Usted cree que a mí, con el grupo empresarial que tengo y del cual participo y soy accionista, el Gobierno no me pasa el escáner todas las mañanas? ¿Usted cree que yo me puedo dar el lujo de tener un cadete en negro? No. Porque no es un lujo, es mi obligación. Esta es la única forma en que yo me puedo parar frente al Presidente y decirle las cosas que le digo. No porque me sienta valiente, corajudo o prepotente, sino porque tengo la libertad de conciencia para decirle todo lo que pienso, y estoy dentro de la ley tal vez como pocos empresarios lo estén en la Argentina.
–¿Por qué los empresarios parecen tenerle tanto miedo a Kirchner?
–Le tienen más amor a los resultados de sus balances que miedo a Kirchner. Les interesa el resultado a fin de mes. No sólo el empresario argentino, sino las empresas radicadas en la Argentina están priorizando sus resultados económicos por sobre el país y la sociedad de las cuales son parte. Pero están comenzando a entender que la voracidad con que el kirchnerismo construye poder no termina en un porcentaje de las ganancias, sino que va directamente por los paquetes accionarios. Como algunos ya se están dando cuenta, comienzan a tener un poco de “miedito”.
–Los políticos argentinos (salvo Carrió) no se animan a decir estas cosas. ¿Por qué usted parece tan valiente? Digo: del otro lado hay gente muy poderosa...
–Porque yo también soy un tipo poderoso. Soy plenamente consciente de los riesgos que asumo, pero también de la responsabilidad con que los asumo. Hay muchísima gente que me está mirando como una alternativa seria para ser un dirigente político en los próximos veinte años.
–No me imagino que esa mirada sea la de los más humildes, debe de ser la de los empresarios.
–¡Yo soy un peligro para los empresarios! No diría que son mis adversarios, pero sí son mis principales cuestionadores. En cambio, los “pobres” lo primero que me dicen es: “Colorado, yo sé que vos no venís a afanar”.
–¿Qué le pasa al Gobierno con la gente del campo, a la que considera su enemigo numero uno?
–En mi familia hemos tenido y seguimos teniendo producción agropecuaria. Naturalmente, cuando vos vivís y trabajás a la intemperie, te quejás. Sea porque te sobra agua o porque te falta, o porque hace frío. El hombre del campo tiene una actitud de reclamo ante la naturaleza. Pero el gobierno nacional, a cinco años de la crisis, sigue sin una política para uno de los sectores que es columna vertebral de la Argentina. Hay un concepto ideológico que no quieren entender. Les queda fenómeno, para los diarios, decir que están combatiendo a la oligarquía, cuando en realidad, en la provincia de Buenos Aires, en promedio, los explotadores agropecuarios tienen trescientas hectáreas. ¡Que no me hablen de oligarquía! ¡No tienen idea! Hay que hacer demagogia diciendo que los oligarcas del campo son los que producen inflación. No hay una política, sino una especulación cortoplacista.
–Hablemos de los candidatos a presidente. ¿Qué piensa de Roberto Lavagna?
–Es una de las personas mejor preparadas para conducir los destinos de la Argentina. Lo que ocurre es que el país necesita un conciliador de voluntades.
–¿Cristina Kirchner?
–Es muy peligrosa, cargada de ideologías, carente de pragmatismo a la hora de ser presidente de todos los argentinos. Es una persona capaz de decirles a los bonaerenses que quiere ser su senadora, serlo, y nunca más volver a hablar de la provincia.
–¿Néstor Kirchner?
–Un peronista pragmático, algo carente de ideología.
–Pero en el escenario político aparecen Kirchner, Carrió, Lavagna... ¿A quién votaría para presidente?
–A alguno de los Kirchner.
–¿A quién preferiría?
–Al Presidente, por el bien de la Argentina. Aunque creo que si gana él, pierde la Argentina. Si gana Cristina, será un desastre. Nos vamos a ver envueltos en un país peligrosísimo.
–¿Cómo es Francisco de Narváez en crisis, sin tantas certezas?
–(Tarda en contestar) A veces la vida te presenta circunstancias en las cuales uno, por caminos muy imprevistos, hace un subtotal. De golpe se pregunta si está conforme con la vida que tiene o no. Y en un momento, al filo de mis cuarenta años, la respuesta fue no. Yo había construido una familia con mi primera mujer, Sarita, con quien tuve tres hijos: Francisco, Martín y Jazmín.
–¡Quién podría imaginar que el padecimiento psíquico sea tan democrático! Hace años había un teleteatro que se llamaba Los ricos también lloran.
–Tomé una decisión extrema: no quería vivir más. Ese es el momento en que uno renuncia a todos sus sentimientos, sus arraigos; no tiene sentido vivir el siguiente segundo. Trabajé para superar esa crisis. Estuve viviendo casi tres meses en el Sur, solo con mi alma, en una cabaña, con la condición de ir a encontrarme nuevamente conmigo; a llorar, a reírme, a dormir, a caminar, a no hacer nada. Fui recuperándome. Me llevó varios años. En ese momento decidí separarme: nos divorciamos en muy buenos términos y hoy tenemos una excelente relación. A su vez, encaré por primera vez, seriamente, a mis hijos y les expliqué por qué, para mí, ese mundo que parecía perfecto no me conformaba. Y comencé a poner empeño para recuperarme, en volver a ser una persona feliz. Y lo logré.
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Fotos: Daniel Pessah y archivo
A Agustina con cariño
Su compañera de vida se llama Agustina Ayllon. Con ella tuvo dos hijos: Milena (2 años) y Juan (4 meses). De su esposa, sólo tiene palabras de adoración: “En Agustina encontré a una chica de clase media trabajadora, que desde los 17 años se costeaba su propia vida y se pagaba los estudios de abogacía. Ella me fue enseñando algunos valores de la vida que yo desconocía. Ella viajaba en bondi y hablaba por teléfonos públicos; tenía una conciencia del tener de la que yo carecía. A partir de entonces, volví a arraigarme. Retomé mi actividad empresarial, pero no era sólo acumular y acumular. Además, adquirí la conciencia de que la vida no era de la casa al trabajo y del trabajo a casa, sino que hay otra cantidad de cosas que tienen que ver con la sociedad”.
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