Elegido por numerosos artistas y escritores como Sarmiento, Roberto Arlt y Haroldo Conti, entre otros, para vivir e inspirarse, sus canales transmiten esa nostalgia única del lugar
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Desde siempre el Delta fue refugio de artistas, escritores y bohemios que se amparaban en su soledad de ríos marrones y tiempos lentos para vivir e inspirarse para crear su obra. O para esconderse en su tristeza.
Domingo Faustino Sarmiento, Roberto Arlt, Haroldo Conti, Cesar Bruto, Marcos Sastre, Rodolfo Walsh, José S. Álvarez (alias Fray Mocho), por mencionar solo algunos autores, disfrutaron y en algunos casos vivieron y escribieron algunas de sus páginas desde esta geografía de verdes entreverados, flores coloridas y pájaros que cantan al amanecer. Es probable que todos, al decir de los isleños, sufrieran el mal del sauce, esa nostalgia de la quietud de las islas que hace que quienes las visitan no quieran salir de ellas nunca más.
Haroldo Conti contó en una entrevista en 1972 que no sabía exactamente qué lo seducía de este territorio: “siento que me condena a un eterno retorno. Aunque a veces me aleje de él algún tiempo, sé que siempre volveré a él y a mi casa: es mi destino”.
Algunos de estos lugares se convirtieron en museos y se pueden visitar; otros, en manos privadas, los propietarios en algunos casos las muestran al público interesado.
Sarmiento, promotor del remo
La casa del Museo Sarmiento es una réplica de la original que se construyó en 1855, cubierta con una cúpula de vidrio.
El sanjuanino se jactaba de ser el descubridor del delta donde soñaba con un corredor productivo de nueces pecán y mimbre, insumos que él introdujo en la zona por primera vez. También trajo las casuarinas, los plátanos, el timbó y promovió la producción frutal. En un rincón puede verse la miniatura del primer vapor que navegó por el Delta traído por él, Talita.
Como la casa estuvo abandonada muchos años, sólo quedó la cama. Hay algunos elementos traídos desde el Consejo Nacional de Educación como sillas, sillones y una biblioteca.
El recorrido comienza al descender de la embarcación elegida en el muelle y caminar hacia la casa rodeada por una galería con carteles que cuentan la historia en línea de tiempo. Una vez en el interior, se encuentran las infografías que muestran a Sarmiento relacionado con el remo y la promoción del Delta en general. En 1870 invitó a instalarse en Tigre a dos clubes de remo ingleses que estaban en el barrio de La Boca, y en 1873 organizó la primera regata internacional en la que él mismo participó. Le encantaba remar: tenía la idea de promover el deporte en general y para esta zona, el remo; imaginaba en sus escritos una ciudad llena de clubes de remo bastante parecida a lo que sucedió después.
Sarmiento se jactaba de ser el descubridor del delta donde soñaba con un corredor productivo de nueces pecán y mimbre, insumos que él introdujo en la zona por primera vez. También trajo las casuarinas, los plátanos, el timbó y promovió la producción frutal
Hay visitas guiadas a cargo del guía de los museos de Tigre, Nicolás Pesín, alias Sipe, y también un guion museográfico e infografías que permiten hacerla en forma autónoma.
En 2011 se reeditó la compilación de artículos de las impresiones de Sarmiento sobre el Delta publicados en el diario El Nacional entre 1855 y 1883, bajo el título El Carapachay (Eudeba), donde promociona y describe la problemática de la región, describiendo las islas como “una masa de verdura”.
Desde esa tribuna quiso impulsar la ley de islas que promovía la entrega del título de propiedad a quien trabajara la tierra, entre otras acciones.
Río Sarmiento y Reyes, Delta de Tigre. Tel. 47280570. Abierto de miércoles a domingos de 10.30 a 17.30.
Haroldo Conti, su heredad en la tierra
Haroldo Conti conoció el Delta desde el aire mientras completaba sus horas de vuelo para ser piloto. En 1955 alquiló la casa que terminó comprando en 1962. Allí pasó largas temporadas con su familia y sus afectos. En ese entonces en el terreno vecino funcionaba la despensa, almacén y restaurant Bruzzone, atendido por la familia; hoy María del Carmen Bruzzone, hija de la pareja, oficia de guía.
En este territorio se inspiró su novela Sudeste (1962) y compuso muchos de sus cuentos como La balada del álamo Carolina (1975), que para él era el mejor.
Se conserva la mesa donde escribía en la cocina, instrumentos de navegación, libros y otros objetos que se preservaron después de su secuestro en manos de la dictadura militar, el 5 de mayo de 1976. Retazos de una vida hecha jirones: una heladera, lámparas de querosene, un horno a gas.
En 2009, a partir de una solicitud de los hijos del escritor, con la finalidad de transformar la propiedad en museo, el Municipio de Tigre en convenio con Chacabuco, su pueblo natal, restauraron la casa y construyeron un centro de interpretación donde se encuentra la Biblioteca de la Memoria, con ejemplares de su obra, entre otros textos.
Para adentrarse en ese territorio que Conti consideró su “heredad en la tierra”, conviene mirar el documental El hombre postergado (2009, Roberto y Andrés Cuervo), y la película Homo Viator, con Darío Grandinetti, disponibles en Internet. Sin dejar de sumergirse en su obra, para vislumbrar ese lenguaje melancólico ligado a la emoción profunda y la belleza de las pequeñas cosas.
En base a estas cintas filmadas por Roberto Cuervo en 1975, conservadas valientemente por su madre Cristina en un ropero durante 30 años, Andrés construyó su bellísimo documental. En alguna toma se ve a Haroldo sonriendo, llegando al Tigre en compañía de su perro. También tecleando su máquina de escribir Royal, destripando un pescado o en el regazo de su mujer.
Lograr visitar este museo es difícil: se llega en lancha particular y se abre a demanda, comunicándose telefónicamente. Pero para los admiradores del escritor de Mascaró, el cazador americano y Con otra gente, vale la pena el esfuerzo de lograrlo.
Arroyo Gambado y Leber, Delta del Tigre. Aunque supuestamente está abierto viernes y sábados de 10 a 16, conviene escribir antes para cerciorarse de que esté abierto. casamuseoharoldoconti@tigre.gov.ar o 45124496 de lunes a viernes de 10 a 17.
Reminiscencias literarias
Son muchos los escritores que situaron sus páginas en esta geografía peculiar de brumas y mareas. Aunque se cree que Roberto Arlt pasó un tiempo en el Paseo Tres Bocas y frecuentaba la vida nocturna del canal de San Fernando, no hay una casa para visitar; sí en cambio el eco de sus descripciones y su voz en un paseo literario por “la infatigable y repetida policromía de las islas en las que los ojos no se cansan de extasiarse”.
En 2016 se publicó Aguafuertes del Delta (Eudeba), ocho artículos aparecidos en el diario El Mundo en diciembre de 1941, donde se reflejaba la problemática del vecino y trabajador de la zona que “todos los días tiene que luchar con la ferocidad del pequeño invierno verde de la isla”.
También existe otro libro llamado Aguafuertes fluviales, crónicas breves de los paisajes y el retrato de los personajes que encuentra a su paso a bordo del barco Rodolfo Aebi en 1933, publicados en el mismo diario, de Editorial La Hendija. “Hay dos formas de viajar. Una en naves de recreo, realizando la molesta vida social que imponen los cruceros de placer. Otra, la que he escogido yo, deliberadamente, conviviendo con gente que trabaja a bordo, imponiéndome de sus costumbres, convirtiéndome en casi uno de ellos. Reconozco que esto es imposible, por una parte, y accesible en lo que atañe al conocimiento de su oficio”. Y más tarde (...) “Escuadrillas de pájaros pasan sobre el fondo sonrosado del cielo, y en estos momentos estamos tan lejos de Santa Fe que su costa en la distancia color humo de cigarro, es una línea amarilla, más desolada que un arenal”.
En el mismo año de las crónicas sobre el Delta, escribió una carta a su mujer afirmando desear que sus cenizas fueran esparcidas en la confluencia del río Sarmiento y de Abra Vieja. Su familia y amigos cumplieron su voluntad en 1942, un mes después de su muerte.
Marcos Sastre escribió El Tempe Argentino (1858), y su casa se puede ver por afuera desde un camino interno desde la hostería Alpenhaus en el Arroyo Rama Negra, pero no es museo.
"Mil sitios habrá en el globo más pintorescos, por las variadas escenas y románticos paisajes con que la naturaleza sabe hermosear un terreno ondulado y montañoso: pero ninguno que iguale a nuestras islas en el lujo de su eterno verdor, en la pureza de su ambiente y de sus aguas, en la numerosidad y las gracias de sus caneles y arroyuelos"
Marcos Sastre
Allí describe con romanticismo el paisaje isleño: “Mil sitios habrá en el globo más pintorescos, por las variadas escenas y románticos paisajes con que la naturaleza sabe hermosear un terreno ondulado y montañoso: pero ninguno que iguale a nuestras islas en el lujo de su eterno verdor, en la pureza de su ambiente y de sus aguas, en la numerosidad y las gracias de sus caneles y arroyuelos, en la fertilidad de su suelo, en la abundancia y dulzura de sus frutos”.
Desde la misma hostería mencionada que también funciona como restaurant, se puede visitar la cabaña que perteneció a César Bruto o Napoleón Verdadero, ambos seudónimos del periodista y escritor Carlos V. Warnes, que fue guionista de Tato Bores y trabajó como columnista en el diario La Opinión y Clarín. Sobre sus paredes hay recortes de diario, fotos y objetos que recuerdan su humor iluminado y su paso por el Delta. En este sentido, él también fue víctima del mal del sauce: el 12 de junio de 1967 escribió: “Mi ilusión es no trabajar más. De qué voy a vivir no sé. Supongo que me las rebuscaré de algún modo. Quisiera irme a mi rancho del Tigre que me costó 130 mil pesos hace dos años, con sus bichos y cucarachas inclusive. Sí, quisiera irme al Tigre definitivamente, no afeitarme más, andar en “shorts”, comer algún pescado lo suficientemente estúpido como para dejarse pescar por mí y alguna papa, jubilarme. El último verano estuve dos meses seguidos en el Tigre.”
El Edén, la casa de Rodolfo Walsh en el río Carapachay, fue declarada de interés histórico patrimonial por el municipio de Tigre en 2021, pero se encuentra en manos privadas. Fray Mocho realizó un viaje por el litoral del país en 1887 a partir del cual escribiría un libro aparecido diez años después, Un viaje al país de los matreros, cuyo relato comienza en el Delta. La Ribera (1955), de Enrique Wernicke (1915-1968) es otra novela representativa de la zona: el autor vivió en el Delta y ambientó allí algunos relatos y otra novela breve, El agua (1968). El libro del escritor isleño Héctor Prado El Delta y su imagen (1974), contiene bellas descripciones de la naturaleza en el estilo de Guillermo Enrique Hudson. Liborio Justo (1902-2003) publicó Río Abajo bajo el seudónimo de Lobodón Garra en 1955, una novela ambientada en el Delta. Manuel Mujica Láinez pasó veranos de su infancia y los recordó con nostalgia. Y la lista sigue.
Para culminar este listado arbitrario porque quedarán muchos en el tintero, volvemos al inolvidable Haroldo. Conti refleja en Sudeste la dura vida del isleño. El libro contiene descripciones que conviene llevarse en el bolso a la hora de recorrer ríos y riachos, con sus cambios de estaciones y paisajes: “No se puede decir que el río cambie de una manera en invierno y de otra en verano. Cambia. Eso es todo. Las islas, por el contrario, parecen distintas en cada estación que llega. No sólo por la intensidad del verde, en el verano, sino por algo mucho más sutil. En el invierno, desde el río abierto, se pierden en una lejanía brumosa. De pronto están, de pronto no están. Uno duda del río y piensa que es imposible llegar alguna vez, a pesar de toda esa tenue ansiedad que lo aísla y lo mece y lo acongoja en parte. Más bien son un borde ilusorio, una sombra que oscila con el horizonte hacia el oeste. Si por fin logra acercarse, entonces parecen todavía más remotas, habitadas por el silencio y la soledad y una tristeza irreparable”.
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