Del bidón que habría drogado a Branco en Italia 90 a la manipulación en 2007 de resultados de la NBA por parte del árbitro Tim Donaghy, los escándalos de este tipo en el mundo deportivo son moneda corriente. Sin ir más lejos, en diciembre pasado, el Comité Olímpico Internacional suspendió al Comité Olímpico Ruso de los Juegos de Invierno 2018 por las acusaciones de dopaje y adulteración de muestras de sus atletas en la edición de Sochi 2014.
¿Pero qué pasó exactamente? ¿Quiénes y cómo lograron burlar el sistema de dopaje en el ámbito internacional? Eso es lo que intenta desentrañar Ícaro, un documental en el que el director estadounidense Bryan Fogel revela uno de los supuestos fraudes más graves y escandalosos en la historia de los Juegos Olímpicos y que puede verse en Netflix.
Cuando inició el proceso de investigación en el año 2012, Fogel tenía como meta entender qué fallaba en el sistema antidopaje deportivo. Como punto de partida se basó en la historia del ciclista Lance Armstrong –tristemente célebre por su “astucia” al burlar más de 500 tests antidopaje–. Fogel decidió someterse a un tratamiento hormonal para mejorar su rendimiento deportivo y determinar si sus muestras de orina podían engañar las pruebas de laboratorio. Para eso necesitaba la ayuda de un profesional, y las vueltas del azar lo pusieron en contacto con Grigory Rodchenkov, un bioquímico que había dirigido los laboratorios antidopaje de Moscú y Sochi durante los Juegos de Invierno de 2014.
Cual thriller, la trama de Ícaro da un giro de 180 grados cuando en diciembre de 2014 la cadena alemana ARD publica una investigación periodística revelando que Rusia había hecho trampa durante los Juegos Olímpicos de Londres y de Sochi. De la noche a la mañana, Grigory Rodchenkov le confiesa a Bryan su rol en ese supuesto escándalo mundial: cómo había encubierto controles positivos para el Estado ruso extorsionando a deportistas e intercambiando más de mil muestras de orina. Fogel ayuda a que Grigory escape de Rusia y lo refugia en Estados Unidos, donde Rodchenkov entrega todas sus pruebas a la Justicia y a The New York Times. La WADA (Agencia Mundial Antidopaje) y el COI (Comité Olímpico Internacional) comienzan así una investigación.
“Mi idea inicial era comprobar que podía burlar los sistemas de antidopaje”, explica Fogel, ahora en su rol de director. “Pero cuando conocí a Grigory Rodchenkov y se reveló el escándalo ruso, la detección de hormonas dejó de ser relevante”.
–¿Siempre creíste en la historia que te contaba Rodchenkov?
–Nunca tuve razones para dudar, porque él me había estado ayudando desde hacía dos años, antes de que se revelara el escándalo, y desarrollamos una gran confianza entre nosotros. Lo importante era ver cómo probarlo; por eso, recurrimos a The New York Times. En el documental trato de mostrar esto.
–¿Por qué pensás que te lo confesó a vos?
–Hay muchas razones. Por un lado, veía que su vida estaba en peligro en Rusia. Contar la historia lo protegía. Además, él quería que el mundo conociera la verdad. Dejó Rusia sabiendo que no iba a poder volver nunca más. Quería que el sistema se detuviera. Yo no perdono lo que Grigory hizo, pero el hecho de hablar lo puso en un gran riesgo y él lo hizo igual.
–¿Por qué aceptó ser parte del fraude?
–El deporte en Rusia es una operación del Estado, no hay privatizaciones. Los deportistas compiten por Rusia como un país, y Grigory era un empleado del Estado. Esta es la historia de un hombre que estaba trabajando para el Gobierno ruso y su trabajo era hacer trampa en los tests antidopaje para que los atletas dieran negativo a pesar de tomar hormonas.
Luego de meses de investigación y con Rodchenkov como refugiado en Estados Unidos bajo el Programa de Protección de Testigos, el 18 de julio de 2016 se publicó el informe independiente, realizado por el investigador Richard McLaren, donde se confirman las pruebas del fraude ruso y se cataloga a Rodchenkov como el “cerebro del dopaje de Estado en Rusia”. Además, se recomienda que el país sea apartado de los próximos Juegos Olímpicos. Sin embargo, tanto Vladimir Putin como el Ministro de Deporte ruso Vitaly Mutkó negaron conocer a Grigory Rodchenkov, alegando que era un “loco que había actuado por su cuenta”. Rusia no fue expulsada de los Juegos Olímpicos de Río 2016 y solo la Federación Internacional de Asociaciones de Atletismo dictaminó que no participara en las competencias de pista y de campo.
“El resultado es una prueba de lo que es hoy el mundo. Hay miles de crímenes y fraudes que no se castigan y esa es la naturaleza de los grandes negocios”, opina Fogel. “Uno piensa que tendría que haber un castigo. Pero luego nadie es juzgado, porque en el medio están los políticos”.
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