Hace veinte años, Guillermo Elías comenzó a explotar su parecido con El Sol de México: “Gracias a Luis Miguel conocí gente y lugares que jamás imaginé”, asegura
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Guillermo Elías no recuerda cuándo fue la primera vez que le dijeron que se parecía a Luis Miguel. “Tiene que haber sido hace como 30 años”, calcula. Trabajaba en un negocio de toldos con su padre. Con el tiempo, empezó a buscar el look de El Sol de México. Una noche, en la disco “El Bosque”, un clásico de Quilmes, un empleado del local le sugirió: “Vos tendrías que estar en el escenario, haciendo un show, imitando a Luis Miguel”. Y así fue como transformó ese parecido en su principal fuente de ingresos.
-¿Recordás tu primera vez como imitador profesional de Luis Miguel?
-Sí, por supuesto. Un amigo estaba en un grupo de mariachis y me invitó a cantar con ellos. Fuimos en una Traffic, nos bajamos en un restaurante de comida mexicana y cuando terminaron su repertorio con los clásicos mexicanos, me presentaron: “Esta noche nos acompaña Luis Miguel”. Y aparecí yo.
-¿Sabías cantar?
-Poco y nada. Sabía de música: de chico tenía una banda que imitaba a los Guns N’ Roses, pero tocaba la batería. Pero con el tiempo fui sacando el personaje... Esto que te cuento fue hace 26 años.
-¿Cómo perfeccionaste tu parecido?
-Me puse a estudiarlo. Miré un millón de veces el video de un concierto de 1994. Armé un escenario, contraté un sonidista y a un camarógrafo para que me filme. Después edité un video con pantalla dividida: de un lado aparecía Luis Miguel y del otro estaba yo copiando sus movimientos. Ahí quedaban expuestos mis errores. Volví a hacerlo muchas veces, hasta que logré que una sincronización perfecta. Después lo editamos y quedó como carta de presentación.
Después de tres meses junto a los mariachis, Guillermo decidió dar el salto y volverse solista. Llevó su video editado a todas las productoras, repartió tarjetas, fue a la fila del recital del verdadero Luis Miguel donde estaban los fans... Así se fue haciendo conocido. Hizo su estreno en una fiesta de casamiento, en el salón sirio libanés. Al poco tiempo lo contrataron para cantar en Ushuaia. También se sumó a una productora de eventos, que ofrecía su show para fiestas de fin de año, eventos empresariales, teatro y televisión. “Entré en una vorágine que sigue hasta el día de hoy. Llegué a hacer seis fiestas en un día”, explica.
-¿Cómo explicás este éxito?
-Luis Miguel es un artista con muchos fanáticos. En mi show hay una introducción que es como la que Luis Miguel hace en sus conciertos: entro con el humo, con la misma la música, todo lookeado... y veo la cara de la gente que no lo puede creer. Muchos se largan a llorar cuando me ven. Me han dicho “hiciste feliz a mi vieja”... Hice presentaciones en muchos lugares: fiestas privadas en Miami, casamiento de argentinos en Italia...
-¿La pasión por Luis Miguel tuvo un nuevo impulso con la serie sobre su vida?
-Sí, reflotó. Volvió el público joven. El tema de Luis Miguel es que el abanico es muy grande: le gusta a una señora de 90 y a un pibe de 20. Yo al principio hacía muchas fiestas de 15, después se cortaron, y ahora volvieron.
-Por eso también hay más de un imitador…
-Sí. Luis Miguel tiene una trayectoria y un carisma que le gusta a todo el mundo. Cualquiera te contrata y conoce los temas. Además, debe ser una cara fácil de replicar. Mi propósito es imitarlo, pero con la voz no me puedo meter. Tiene tonos muy altos, es tenor… no hay manera. Es único. Nadie llega. Yo canto sobre la pista del show en vivo y en los tonos altos lo dejo a él. Y si un día tengo cuatro shows y en el cuarto no me da más la voz, lo dejo todo el tiempo a él (ríe).
-¿Qué te genera Luis Miguel?
-Me genera dinero (ríe). Capaz es lo que no quieren escuchar, pero... no soy fanático de nada. Me cae bien porque a la gente le cae bien. Luis Miguel trae alegría y más en el último tiempo. La gente no sabe qué decirte: grandes, chicos, hombres, mujeres, se te tiran encima como a la figurita de Messi.
-¿Cuándo dejás de ser Luis Miguel?
-Ahora me voy de acá, me saco el saco, me peino, escucho Deep Purple en el auto y sigo con mi trabajo, que es una distribuidora de café y máquinas. Justo estoy trabajando en Bendita TV y arrancan los eventos de fin de año. Pero generalmente me convierto en Luis Miguel solo los fines de semana.
Guillermo Elías, el imitador de Luis Miguel, es una pyme. Tres personas trabajan con él: una secretaria le lleva la agenda y dos técnicos lo acompañan en los shows para manejar el sonido y las redes sociales. Además del estudio minucioso del personaje, la performance le implica ir al gimnasio tres veces por semana y a la peluquería cada 20 días con el objetivo de lograr el rubio perfecto. En el último tiempo sumó una nueva tarea: tapar las canas que traen sus 49 años. Antes de los shows se peina y se maquilla a sí mismo, incluso cuando va a la televisión.
El pelo es uno de sus secretos y lo que más le preocupa. Cuando tiene más de un show en el día, aclara por contrato que no se lo pueden tocar. Dice que es común que la gente diga “vamos a despeinar a Luis Miguel” y a él no le causa ninguna gracia.
Guillermo Elías envejece, pero su personaje no: el parecido que busca es el de Luis Miguel en el 2000 cuando grabó el disco Vivo. Una paradoja lo atravesó toda su vida: es más conocido por quien se parece que por quien realmente es. Pocos saben que tiene dos hijos y está en pareja desde hace años. El agravante es que con el paso del tiempo algún día dejará de ser Luis Miguel, lo que le implica renunciar a una importante fuente de ingresos.
-¿Te preocupa la vejez o dejar de ser parecido?
-No, para nada. Empezaría a disfrutar los fines de semana, a ir a fiestas como invitado y a comer tranquilo sin que te miren. A mí me pagan para que me miren. Si soy el verdadero, si soy parecido, en qué soy diferente y no puedo comer porque todos dirían “mirá cómo morfa Luismi”. Me lo planteo hace 20 años y sigo acá. Cada vez hay más fanáticos, pero cuando tenga que parar lo haré sin problemas. Es como los futbolistas.
-¿Qué fue lo mejor que te tocó vivir?
-Conocí lugares que no hubiera conocida en mi vida. Vos podés ir de vacaciones a Miami, pero no a esos rincones donde se hacen los shows. En México, Isla Margarita de Venezuela, Perú, Colombia, también en Argentina.
-¿Cuál es el país con mayor fanatismo?
-México. Porque él está en Acapulco y casi no aparece entonces la gente quiere verlo. Yo voy ahí una vez por año con una agenda de eventos. Una vez fui a un teatro donde había cantado un mes antes, hablaron con sus abogados y me autorizaron a hacer los eventos como Luis Miguel, siempre y cuando figurara mi nombre en la publicidad.
-¿Estuviste con él?
-No, una vez con el hermano, Alejandro Basteri, en un boliche. Me vio y me dijo enojado ‘¿tú qué haces?’. Estaba medio puesto, pero después nos llevamos bien.
-¿Cambia en algo el show por ser en México?
-Sí, hacemos como que me muevo con seguridad. Una vez me pusieron como 10 tipos y fuimos a un boliche en tres autos. En el camino, al que iba adelante lo paró la policía y el que manejaba donde iba yo dice ‘uh tiene un arma de verdad’. El tipo quería parar porque era su amigo y yo le dije, ‘no, flaco, si vos frenás yo me meto en el baúl’. ¿Sabés lo que podía ser? ¡Imaginate Luis Miguel preso en México! Al final no pasó nada, llegamos al boliche y chau.
Guillermo conoce mejor que nadie el fanatismo que produce el cantante. Hay gente que le dice que hace la fiesta para contratarlo a él y en pandemia encontró el negocio mandando videos de saludos por pedido. En materia de seguidores famosos, el doble de Luismi salta la grieta: estuvo en la última despedida de soltera de Pampita y fue la sorpresa para un festejo de la China Suárez.
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