Un periodista de la prestigiosa cadena narra en primera persona su intervención como mediador en una crítica situación en la que un hombre amenazaba con matar a un médico e incendiar un hospital
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Cuando me entregaron un teléfono para hablar con el atacante, todo lo que sabía era que habían tomado como rehén a un médico y amenazaban con incendiar el hospital. Iba a hablar con David Collins y, aunque la policía no me había dado toda la información, sabía que atravesábamos un momento crítico.
La mitad del hospital, lleno con 300 pacientes, había sido evacuado cuando llegaron el Ejército y 100 policías. Pero negociar con un pistolero no fue lo que esperaba cuando fui a cubrir el secuestro como reportero local de la BBC.
Era una tarde de octubre de 1999 y como yo era el periodista de radio que cubría el oeste de Gales, me dirigí a la población de Haverfordwest tan pronto como me enteré. Estuve esperando afuera del Withybush Hospital durante algunas horas, cuando me pidieron que tomara una llamada del oficial de policía a cargo de la operación.
Estaba emocionado porque quería saber exactamente qué estaba pasando adentro, pero no esperaba lo que el superintendente de policía de Dyfed-Powys, John Daniels, tenía en mente para mí. Quería que hablara con el secuestrador.
David Collins, que en ese momento tenía 38 años, buscaba vengarse del hospital por lo mal que lo habían tratado. Era alcohólico y afirmó que, en la primavera de 1999, un especialista de Withybush le dijo que su adicción lo mataría.
Así que acumuló miles de libras en deudas pensando que nunca tendría que pagarlas. Pero en una consulta posterior, ese mismo año, después de preguntarle al especialista: “¿Cuándo me voy a morir?”, la respuesta del médico fue “no te vas a morir, pero tu riesgo de muerte aumentará si sigues bebiendo mucho”.
Pistola y nafta
Al escuchar que no se enfrentaba a una muerte inminente, se sintió muy molesto y quiso vengarse. Collins regresó a Withybush y tomó al médico junior Kingsley Paul de 28 años como rehén, lo ató a una silla y lo retuvo a punta de pistola.
También dijo a los servicios de emergencia que había llenado globos con nafta y que si alguien irrumpía en la habitación, les prendería fuego. Entonces, sin saber muy bien en lo que me estaba metiendo, me escoltaron al sótano del hospital donde el superintendente Daniels me dijo: “Gil, me preguntaba si podrías ayudarnos y hablar con este tipo y ver qué puede hacer”.
“¿Hacer? Por supuesto”, fue mi respuesta.
Aunque mi solicitud de grabar la conversación para la radio fue cortésmente rechazada.
De inmediato, me hicieron subir dos o tres tramos de escaleras, entrar en una puerta lateral, pasar junto a muchos agentes armados y llegar a una oficina administrativa justo al final del pasillo desde donde estaba ocurriendo el hecho.
La sala tenía dos negociadores experimentados, un teléfono y en una pizarra podía leerse “¿No es hora de que terminemos el día?”.
Cuando me senté, me colocaron el teléfono en la mano y llamé al secuestrador. Me sorprendió lo rápido que sucedió, se sintió como unos minutos. No hubo información preliminar, solo la súplica: “habla con él, Gil”. Era tan simple como eso.
¿Qué le decís a un hombre que apunta con una pistola a la cabeza de un médico a unas habitaciones de distancia?
Así que me puse en modo periodista y comencé a preguntarle sobre su vida. Empecé saludando y preguntando: “¿has oído hablar de mí?”. Él respondió: “no”. Fue un golpe para mi ego.
Charlamos sobre su familia, hijos, amigos, su trabajo y dónde vivía. Cada tanto, mencionaba: “¿No es hora de que demos por terminado lo que está ocurriendo?”, tal y como se me había pedido.
Un momento aterrador
Era un andamiador desempleado y como yo estaba realizando unas reformas en mi casa, tuvimos una conversación surrealista sobre los tipos de andamios que tenía en mi casa. Traté de no pensar en las posibles consecuencias, ya que eso habría sido demasiada presión, así que solo charlé.
Hubo un momento aterrador cuando dejó de hablar, se quedó en silencio y la línea se cortó.
Pensé: “Oh no, ¿qué dije? ¿Va a matar a ese médico y este lugar va a explotar en cualquier momento?”. Contuve la respiración, todos contuvimos la respiración pero no pasó nada, así que volví a marcar y continué con nuestra conversación.
Después de unas cuatro horas de conversación, se echó a llorar y me confió: “Me metí en un lío y no sé qué hacer”. Me explicó su situación. No se encontraba bien. Traté de sonar tan comprensivo como pude sin sugerir que lo que estaba haciendo estaba bien.
Debajo de cuidados intensivos
Estaba muy tenso. Los músculos de mi estómago estaban tan tensos que tuve dolor durante días. El hospital canceló 68 operaciones y 700 citas ambulatorias, mientras que 150 pacientes fueron evacuados, pero luego me dijeron que estábamos debajo de la unidad de cuidados intensivos.
Así que aunque vaciaron el resto del hospital, las personas con soporte vital en el piso de encima no pudieron ser trasladadas.
Hablé con él por más de cuatro horas. Collins liberó al doctor Paul después de 28 horas. Pero el asedio duró 48 en total.
Me quedé en el hospital a petición de la policía por si me necesitaban de nuevo. Incluso, hice transmisiones de radio en vivo desde adentro, solo que no pude divulgar mi misión secreta en la operación.
A menudo me preguntan por qué el superintendente Daniels me eligió. No sé. Nos conocíamos de casos anteriores y tal vez él sabía más de mí que de los otros periodistas presentes.
Algunos colegas creen que me eligieron porque dicen que tengo una voz distintiva y de tono bajo. Mis amigos bromean y me llaman “Gil susurrante”. Incluso, piensan que mi voz es bastante tranquilizadora. Lo cierto es que no sé y nunca me dijeron por qué la policía me eligió. Tampoco pregunté.
Algunas personas también me han dicho que mi historia inspiró la película Alpha Papa de Steve Coogan de 2013. De nuevo, no estoy seguro.
Al final, convencieron a Collins de liberar a su rehén y entregarse después de 48 horas. Resultó que el arma que decía tener era falsa y los globos estaban llenos de agua.
Terminó encarcelado de por vida después de admitir el falso secuestro, poseer una imitación de arma de fuego con intención de cometer un crimen y amenazar con destruir la propiedad.
Dos años después de que fuera encarcelado en Swansea Crown Court, recibí una llamada de una prisión: era Collins. Me quedé muy desconcertado, pero él quería que lo ayudara a hacer un programa de televisión sobre él y el ataque en el hospital, pero rechacé su oferta.
El superintendente Daniels me dijo más tarde que había llevado las grabaciones del secuestro a una conferencia sobre lucha contra el crimen en Estados Unidos ya que, hasta ese momento, un periodista no había ayudado antes a negociar en una situación de rehenes.
Debo decir que me hubiera gustado tener unas vacaciones gratis en Estados Unidos. Sin embargo, estuve muy agradecido de recibir un elogio del jefe de policía por mi trabajo. Me alegré de haber ayudado y, en última instancia, nadie resultó herido.
Ahora, tengo 80 años y me jubilaré este verano después de cinco décadas en la BBC, donde cubrí casos que incluyen asesinatos famosos en Gales.
Encontré historias muy emotivas para cubrir y, a menudo, todavía tengo sueños sobre esa situación de rehenes en Withybush. Cosas así tienden a quedarse con vos de por vida.
Por Gilbert John, para BBC News.
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