El delirio de las armas
Gran parte de los norteamericanos cree que tener un rifle, una pistola, una granada, es un derecho adquirido. En Estados Unidos hay 280 millones de armas, algo así como 90 por cada 100 personas. La Revista se metió en el mundo de la Machine Gun Shoot, una feria que inquieta hasta al mismísmo Obama
Son las 8.50 del primer día de los tres que durará la Gun Machine Shoot en West Point, Kentucky. Un pequeño oasis para los gun lovers, en medio de la América profunda. Faltan 15 minutos para que empiece la mayor feria de armas de los Estados Unidos y la expectación es tremenda. Hay largas filas para comprar el ticket de entrada. Familias enteras, motoqueros de la tercera edad, militares retirados, amas de casa, jóvenes quinceañeros en pandilla, barrigones cerveceros... Todos parecen tranquilos, pero apuran a los despachadores de entradas, ya que the start shoot is coming (el inicio de los disparos está cerca).
Unos metros más allá está la gran explanada. En una hilera de 100 metros están apostados varios toldos: son los que tienen la mayor cantidad de armas automáticas por metro cúbico de todo el evento. Sus puestos en el Long Range (una profunda y enorme montaña cerrada hacia la que se puede disparar sin riesgos) son costosísimos y cada año hay una larga lista de espera para las reservas. No les importa, son millonarios y tienen tiempo de sobra. Cada uno de estos stands alberga armas de diferentes calibres, formas, colores y, sobre todo, tamaños. Desde ametralladoras que disparan 6000 balas cada 15 segundos, pistolas que con sólo apretar el gatillo disparan 20 balas de un toque, Uzi, todas las numeraciones de los rifles M, Kalashnikov, Glock, Magnum y Colt hasta cañones de la guerra civil americana. Toda una gama de nombres que sólo tienen en común la destrucción.
Cinco minutos para que den el aviso de que los gun lovers empiecen a disparar. Antes, por los altavoces se pide un minuto para orar para que todo en los siguientes días salga de maravilla en el nombre de Dios todopoderoso. Y para rematar el momento, se aprestan a cantar el himno norteamericano con las manos en sus corazones. Anuncian que faltan 30 segundos, los tiradores se ponen en situación, se colocan los protectores de oídos: 5…, 4…, 3…, 2…, 1... Millones de balas salen atronadoras hacia los blancos que han puesto en la montaña (autos viejos, heladeras, lavadoras, bombonas de gas, muñecos de goma, bidones con nafta). Todo explota, el sonido es ensordecedor y sin protector para los oídos se puede sufrir. Después de diez minutos de disparos, todo sigue igual: más disparos. Lo único que hacen allí es apretar gatillos.
Sarah Walls atiende la tienda de armas de Knob Creek Range. Un lugar que alberga un enorme arsenal de todo tipo de armamento y munición que sería capaz de surtir a cualquier país que quiera hacer una guerra. Su angelical mirada, sus ojos azules y su silueta estilizada destaca por sobre las demás mujeres que están en la tienda. A la pregunta de si le gustan las armas, responde muy segura: "Por supuesto, las amo, mi madre y mi padre me enseñaron desde muy pequeña a tener amor por ellas y a respetarlas".
–¿Tenés armas propias?
–Sí, claro, poseo varios rifles y una pistola.
No debe haber nadie a la redonda que diga lo contrario. La conversación no tiene desperdicio. Sarah tiene 23 años, y el porqué de tener armas para ella está claro: es su cultura. Como la de los cherokees cuando arrancaban cabelleras en la guerra de secesión americana. Y más cercano a nuestros días, como la de los ingleses cazar un zorro o como la de los españoles matar un toro.
Cultura. De eso se trataría. Ver a un niño de 11 años disparar una ametralladora como si de un juego de la Xbox se tratara es algo que muy pocos en nuestro barrio entenderían o aprobarían. Pero Ray Bertram, su padre, sí. El chico se llama Conner, y Ray observa de cerca los empujes que una ametralladora Uzi provoca en el pequeño cuerpo de su hijo. Todo aquel que quiera vivir la experiencia de disparar armas de diferentes calibres lo puede hacer… pagando. Si deseás experimentar cómo era tener una gigantesca ametralladora como las que usaban en Vietnam, se puede; si querés convertirte por unos minutos en Harry el Sucio y decir go ahead, make my day con una enorme Magnum 44 en tus manos, también. Volviendo a Ray y Conner. Esta es su primera vez en la Machine Gun Shoot y hasta el momento pasaron "un día inolvidable", en palabras de Ray, que agrega: "Es la primera vez que compartimos un día padre e hijo alrededor del amor que tenemos por las armas. Conner aún no tiene edad para tener pistolas propias, pero puede usar todas las que tengo yo". El chico tiene a disposición el variado arsenal que papá posee en casa y el cual enumera orgulloso, aunque deja un espacio para la reflexión: "Tengo siete fusiles de asalto, cinco pistolas, tres escopetas y cuatro rifles de alto poder, y jamás pensaría en hacerle daño a nadie con ninguna de estas armas. Sé que la mayoría de los propietarios piensa igual que yo; cuando una persona decide tomar la vida de otra, incluso si no tiene acceso a un arma de fuego, va a encontrar una manera de hacerlo". Me animo a pedirle su opinión acerca de esas masacres donde desequilibradas personas, que nunca lo parecieron, atacan a inocentes niños en colegios o cines. "El mundo en el que vivimos está muy mal. Si aún no hay leyes más duras contra el tráfico de drogas, el alcohol, los asesinatos, pedófilos, las violaciones y muchas más, nuestro estilo de vida no va a cambiar en absoluto, porque tenemos un corazón y una brújula moral que nos guía lejos de esas cosas."
"Las armas no son malas"
Eso nos dice Kenny Summer, dueño de la tienda de armas de Knob Creek, máximos organizadores de la Machine Gun Shoot. Y añade seriamente: "Son malas cuando gente equivocada las posee". El evento, que se inició en la década de 1970 y se anuncia como el más grande del país, muestra la atracción de miles de personas por ver a otros disparando artillería pesada. Estos gun lovers tienen la oportunidad de poner (y disparar) en sus manos armas automáticas, que son difíciles de comprar bajo las leyes federales.
Kenny creció con un rifle bajo su cuna. "Creo que ponían pólvora en mi biberón por las mañanas", dice, bromeando. Su padre empezó vendiendo armas antiguas, que conseguía en ventas de garaje y poco a poco vio que lo que tenía entre manos era un negocio donde el dinero brotaría como el monte salvaje. Llegó la era moderna y se plegaron a ella creando un pequeño imperio rodeados de balas, pólvora, dinamita y las pistolas y los rifles más potentes, suaves y dañinos que pueden existir. Kenny es el encargado de todo. "Mi padre ya no quiere saber nada de estas reuniones, está cansado, aunque sigue vendiendo y comprando armas antiguas. Es su mayor hobby."
A un costado de la extensa planicie, donde los tiradores disparan sin descanso, hay una enorme nave en la que cerca de 225 proveedores de todo tipo de armas, municiones, pegatinas –miles anti Obama–, cuchillos, accesorios y comerciantes independientes de armas, se mezclan con activistas del Tea Party, miembros de organizaciones radicales republicanas y tiradores deportivos.
Llaman la atención varios stands donde, por precios asequibles, se pueden comprar cascos, pistolas y rifles de la Segunda Guerra Mundial pertenecientes a las SS alemanas, lectura nacionalsocialista y banderas nazis. Pero quizá lo más extraño es tener la posibilidad de comprar libros que enseñan cómo hacer una bomba y justo al lado tener disponibles los ingredientes para hacerlas. Usted puede comprar todo lo necesario para hacer las famosas cherry bombs, las bombas de tubos o las bombas coca-cola y si cree que no es suficiente, por precios ridículos se puede llevar a casa el kit completo con los implementos químicos para fabricar el poderoso y letal napalm.
Al otro lado de la gigante nave hay una tienda que tiene en su entrada varias remeras con imágenes y mensajes inquietantes. Uno de ellos es Sí, soy un racista... en su parte delantera, pero en la espalda el mensaje continúa: ...según el gobierno, porque apoyo a nuestras tropas en las guerras, apoyo la Constitución, apoyo el capitalismo, apoyo las fronteras cerradas y apoyo el discurso libre." Desde luego es una ironía que uno de los vendedores en la tienda nos aclara a su manera: "No queremos que Obama ni los demócratas gobiernen nuestro país; son socialistas disfrazados de demócratas, y el socialismo es el mal de este planeta". Y señala otra de las camisetas, donde aparecen las fotografías de algunos líderes de países comunistas, algunos vivos, otros recientemente fallecidos, con la inscripción: El control de armas funciona, y dice: "Irónico, ¿no? Si en esos países existiera libertad para comprar armas, el pueblo se rebelaría contra estos tiranos".
Pero aún hay más, en otra de las remeras más llamativas del lugar se lee: Todo lo que tenía que saber sobre el Islam lo aprendí el 9/11.
Algo de estadísticas
Según Smalls Arms Survey, organización sin fines de lucro con sede en Suiza, que se encarga de medir la cantidad de armas de fuego que poseen los habitantes del planeta, al menos 280 millones ruedan por todos los Estados Unidos. Son 90 armas por cada 100 personas. Esto quiere decir que casi cada habitante posee un arma de fuego. Allí viven 311 millones de personas y aproximadamente 30 mil mueren al año en episodios relacionados con armas. En palabras claras: 82 personas son asesinadas al día. Es verdad que tomando en cuenta su enorme cantidad de habitantes, la tasa de crímenes es baja con respecto a otros países con menos, como por ejemplo Venezuela (con 30 millones), donde casi 15.000 personas murieron en el año 2012. Es decir, cada 25 minutos es asesinada una persona en ese país según cifras dadas por Mary Ponte, del partido opositor Primero Justicia y directora del Instituto Autónomo del Consejo Nacional de los Derechos de Niños y Adolescentes del municipio Sucre, de Caracas.
En el más reciente informe de la Oficina de Drogas y Crimen (Unodc), que depende de la ONU, las cifras globales son demoledoras: cuando usted cuente un minuto habrá una persona menos en el planeta. Asesinada. En ese mismo reporte, los datos de la Argentina son mínimos en comparación con otros países. La tasa de homicidios es de 6 asesinatos por cada 100 mil habitantes. Es la menor, junto a Chile, de América del Sur.
Pero volvamos a Estados Unidos. Cada vez que sucede una masacre como la que ocurrió en diciembre último en una escuela primaria de la localidad de Newtown, a 100 kilómetros de Nueva York, donde 27 personas, entre ellos 20 niños, fueron asesinadas por un joven con problemas mentales, inmediatamente el mundo alza su voz en contra de la política armamentista norteamericana. Justamente el gobierno está involucrado en muchos de los conflictos armados que suceden en el mundo. El negocio de las armas en este país es poderosísimo. Y cuando se llega al ciudadano común, al vecino cualquiera, al que va caminando por cualquier calle de cualquier ciudad de esa nación, el que le sirve el café en un restaurante, y se le pregunta su opinión por este tipo de masacres tan repetidas y absurdas, la respuesta es siempre de apoyo y de consideración con los familiares que perdieron a su ser querido. Pero cuando se le plantea una hipotética abolición de la libertad para comprar un arma, sin dudarlo esgrimen la mayor de las defensas: la Segunda Enmienda a la Constitución.
¿Qué es exactamente lo que dice esta enmienda? "La necesidad de una milicia bien ordenada para la seguridad de un Estado libre, el derecho del pueblo a poseer y portar armas no será infringido."
En la Machine Gun Shoot, Drew Rodney sorprende en la competencia de tiro al blanco. Su arma es un poderoso, pesado y antiguo rifle Garand M-60, proveniente de la Segunda Guerra Mundial y que pasó por otros conflictos como los de Corea y Vietnam. Ha sido el ganador. Difícil, por cierto, ya que las dianas son minúsculas esferas apostadas a 70 metros. Tiene mérito, pues su rifle no tiene mira telescópica, pesa 10 kilos y el hombre no se apoyó más que en sus pies.
Su amor por las armas viene promovido desde la infancia a través de su padre: "Me gusta la competición. Nunca he pensado en las armas como una manera de defensa, aunque claro, tengo un par de pistolas, pero de colección. Para mí, disparar es algo similar a la meditación mezclada con mucha adrenalina y orgullo, por eso no creo que deba existir en el mundo algo que tenga que ser usado para defenderte. La humanidad debe ser madura para llevarse bien". ¿Y si algún día te prohíben exhibir o usar tus armas?, le preguntamos. Después de una sombría expresión en su cara, reflexiona: "Creo que en el país se generaría un gran dilema, como también se crearía en mi cabeza". A su lado, Larry Stanley, de 62 años y un acento cerrado del sur de Mississippi, también utiliza las armas como deporte. Aunque en la competencia de tiro al blanco no hay premios materiales, sólo el hecho de ser el mejor tirador de la feria y que los miles de asistentes lo sepan, anunciado por los altavoces del recinto, es un honor gigantesco para estas personas que vienen de diferentes puntos del país para mostrar sus habilidades. Al contrario que Drew, su rifle es un RO50 calibre 273 (balas grandes) de última generación y que tiene mirilla telescópica adaptada a sus dioptrías. No es tan buen tirador como aquel. Y parece molesto por su falta de concentración. Le hacemos la misma pregunta que a Drew sobre una hipotética regulación estricta hacia el derecho de portar y usar armas, y muy seguro de sí mismo, como si hubiese estado esperando esa pregunta por años, responde: "Sólo los hombres armados son creados igualitariamente".
Odio a Obama, ¿y tú?
El 98% de los que asisten a la Machine Gun Shoot coinciden en algo: odiar a Obama y defender a ultranza la Segunda Enmienda. "Toda persona que tenga una licencia de conducir, sea mayor de edad y no posea antecedentes penales puede adquirir cualquier tipo de arma en nuestra tienda", dice Kenny, el dueño de Knob Creek Range. Millones de personas en todo el país apoyan esa libertad de elegir. El presidente Obama no lo tiene fácil. Una vez hecha la toma de posesión de su segundo mandato, el presidente advirtió que usaría todo lo que tuviera a su disposición para regular la tenencia de armas de asalto. Cada vez más sofisticadas, letales y cómodas para usar, estas armas son las preferidas de los desequilibrados asesinos en sus delirantes espirales de matanza masiva. Pero en el Congreso de los Estados Unidos, esa modificación que promueve Obama de la blindada Segunda Enmienda tiene todos los visos de fracasar. Muchos de los congresistas republicanos ya han dicho que jamás negociarán un cambio a la tan preciada enmienda.
Después de tres días de millones de disparos hechos por un sinfín de diferentes armas de diversos e inimaginables calibres, la Machine Gun Shoot finaliza. Desde el primer día de la feria, un hombre bastante obeso y con dificultades para caminar, al que llaman Old Bob, portó sobre sus hombros una bazuca con un letrero de se vende. El ultimo día todavía la lleva a cuestas. No parece triste por no haberla vendido: "Lo podré tener en mis manos un tiempo más quizá, o a lo mejor se tiene que quedar conmigo hasta que yo muera". El tratamiento hacia el arma es parecido al de un ser humano muy querido. Por eso, entender ese amor hacia un objeto que puede causar dolor y sufrimiento a millones de personas es difícil de asimilar. Diana Walls, madre de Sarah, nos ha visto caminar de un lado para otro hablando con la gente, haciendo fotos y mezclándonos con la masa. Dice que somos muy valientes por haber sido respetuosos con ellos y con su forma de vivir. "Sé que es difícil entendernos a nosotros, los norteamericanos, pero hay que ir al fondo del asunto. Yo me casé por amor con un hombre que es militar, ahora retirado, y desde que lo conocí las armas han estado en mi vida. Me acostumbré a ellas y mis dos hijos, que ya son adultos, fueron criados para que tuvieran respeto y admiración por ellas." Preguntamos por qué las tiene. "Muy simple: para proteger a mi familia". ¿De quién? "Bueno, el gobierno no siempre nos protege, por eso es vital que tengamos la posibilidad de hacerlo con nuestros propios métodos. Jamás la he usado contra nadie, pero si alguien de mi familia es atacado, no dudaré en usarlas contra quien les haga daño a ellos y a mí. Ese es mi más preciado derecho. Y si algún día prohíben tener armas, ten por seguro que saldré a la calle, junto con millones de norteamericanos como yo, a protestar."
La guerra contra las balas
- Obama tiene la mira puesta en el control de las armas. Especialmente desde que asumió su segundo mandato, con el 51 % de los votos, el presidente está concentrado en defender un proyecto que, por ejemplo, prohibe la venta de rifles de asalto. En plena gira nacional por el tema, que el Senado prevé debatir este mes, Obama instó al Congreso a que reestablezca una ley federal. "Estas ideas son de sentido común y tienen el apoyo de la mayoría de los estadounidenses", dijo.
- Medidas como la prohibición de la venta de armamento de asalto y un sistema de revisión nacional de antecedentes penales para compradores son contempladas por la ley que caducó en 2004 y que los demócratas buscan reestablecer. Actualmente, cada gobierno estatal tiene sus propias reglamentaciones.
- El problema de las armas , que volvió a debatirse con fuerza tras la masacre de la escuela primaria Sandy Hook en Newtown (Connecticut) el 14 de diciembre último, no es asunto nuevo. Ya pasaron más de diez años desde que Michael Moore ganó un Oscar con su documental Bowling for Columbine, basado en la matanza en una escuela secundaria en Colorado en 1999. Recientemente, en la alfrombra roja de los Premios del Consejo Nacional de Críticos de Cine, el director y periodista declaró: "Nunca pensé que diría que una película mía no sirvió para nada. Eso me rompe el corazón a nivel personal".
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