El cumpleaños más triste de la reina Isabel: soledad, tensión familiar y pérdidas inesperadas
Este sábado, la monarca es homenajeada en el desfile Trooping the Colour, que suele ser motivo de celebración; sin embargo, los últimos acontecimientos de su vida empañan los festejos
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En 95 años, la reina Isabel II habrá tenido distintos cumpleaños, algunos buenos y otros malos, pero el de este año perfila, sin duda, como el más triste de su vida. Principalmente, debido a la pérdida de su esposo Felipe, quien estuvo a su lado durante más de siete décadas.
Isabel nació el 21 de abril de 1926. Este año cayó tan solo unos días después de la despedida del duque de Edimburgo, quien murió el 9 de ese mes y fue velado el 17. Se podría pensar que, al menos, ya superó el dolor de esa fecha especial sin su persona más querida en el mundo, pero no: los monarcas del Reino Unido festejan dos veces al año por una ley establecida hace 300 años.
Como el clima de Londres es traicionero, para asegurar los festejos con toda la pompa, una ley de 1748 determina que la fecha oficial de cumpleaños del rey o de la reina es el segundo sábado de junio, a unos diez días del comienzo del verano.
Para conmemorar el aniversario de vida, se realiza el tradicional desfile Trooping the Colour, en el que participan los miembros de la realeza. Se trata de una verdadera fiesta que culmina con una exhibición de vuelo de la Fuerza Aérea Real.
Por la pandemia de coronavirus, el despliegue de este evento se redujo en 2020 y también lo hará este año. De acuerdo a un comunicado de la casa real, este sábado 12 de junio “la reina asistirá a un desfile militar en el Cuadrilátero del Castillo de Windsor” y estará acompañada por su primo, el duque de Kent, en reemplazo de Felipe. Habrá música de la mano de una banda en vivo, se entonará el himno nacional y se dispararán las armas en honor a Su Majestad. Además de su primo Eduardo como escolta, se espera que asistan el príncipe Carlos y Camilla Parker Bowles, así como también el príncipe William y Kate Middleton.
Para Isabel, implica un doble duelo. Como un déjà vu del pasado 21 de abril, este segundo y amargo cumpleaños le recordará la ausencia de su compañero de toda la vida, aunque la reina también enfrenta otros padecimientos que lograrán empañar el festejo.
La ruptura con su nieto
Desde sus polémicas declaraciones en la entrevista con Oprah, el príncipe Harry no ha hecho otra cosa que darle dolores de cabeza a su abuela. En sus siguientes apariciones en público, el duque de Sussex ha llegado a describir a la vida en la corona como lo más parecido a ser parte de la película The Truman Show, entre otras aseveraciones inquietantes.
Si bien en su encuentro televisado con la emblemática conductora estadounidense tanto Harry como Meghan Markle procuraron excluir a la reina de sus dichos, la soberana no pasó por alto la acusación de racismo hacia un miembro de la familia real, quien -según la pareja- hizo un comentario discriminatorio respecto del color de la piel del primer hijo de los Sussex, Archie. A su vez, a Isabel tampoco le son indiferentes las revelaciones de Meghan sobre sus pensamientos suicidas y su pedido de ayuda ignorado por la corona que, probablemente, le recuerden a su experiencia con la princesa Diana y su trágico final.
A una monarca que puede hacer gala de un reinado sensato, disciplinado y metódico, le deben resultar hasta de mal gusto los escándalos continuos provocados por su nieto, desde su salida de la realeza hasta su actual y continua necesidad de llamar la atención interpretando el papel de víctima en cada aparición pública.
De hecho, hace unas semanas, Harry fue entrevistado en un podcast donde dijo que ser parte de la familia real fue como estar enjaulado en un zoológico. También habló de la relación con su padre: aseguró que quiere “romper el ciclo de dolor y sufrimiento” de su crianza con sus propios hijos. Harry afirmó que su padre, Carlos, “sufrió de niño” debido a cómo lo criaron Isabel y Felipe y que, de la misma manera, repitió el patrón con su familia: “Me trató de la forma en que lo trataron a él”.
De acuerdo con el Daily Mail, una fuente cercana al palacio dijo que, más que nada, la reina estaba dolida respecto del comentario sobre la educación de su hijo: “La abuela de Harry se ha tomado esto muy personalmente y está profundamente molesta por lo que él ha dicho, en particular sus comentarios sobre la crianza de Carlos, cuando sugirió que su padre no conoce nada mejor debido a cómo fue educado. Ha sido un momento muy perturbador”.
La relación que pende de un hilo entre Reino Unido y Estados Unidos -donde se mudaron los Sussex- quizás tenga una oportunidad de salvarse luego de un gesto inesperado del joven príncipe que conmovió al mundo entero: su segunda hija, nacida el pasado 4 de junio, fue bautizada Lilibet, el apodo de la reina desde su infancia. Isabel devolvió la cortesía e invitó a su nieto a almorzar el mes próximo, cuando deba viajar a Londres para asistir a un homenaje a Lady Di.
El adiós a un íntimo amigo
El dolor de la muerte de un ser querido la volvió a encontrar el mismo día del funeral de Felipe de Edimburgo. Aquel sábado 17 de abril, la reina recibió la noticia del fallecimiento de su amigo de toda la vida, un confidente, Sir Michael Oswald, quien también era su asesor de carreras.
Oswald era más joven que ella: tenía 86 años. El hombre trabajó para la reina madre (Isabel Bowes-Lyon, la esposa del rey Jorge VI) desde 1970 hasta su muerte en 2002, y cumplió un rol clave en la corona por más de 50 años.
A lo largo del tiempo, fue fotografiado al lado de la reina Isabel en varias carreras de caballos. Incluso en 2016, cuando Kate Middleton -esposa del príncipe William- hizo su debut en el Royal Ascot, la prensa buscó capturar la imagen de los históricos confidentes conversando en el palco del hipódromo.
En 2020, Oswald había recibido una distinción de honor por su trayectoria: fue nombrado Caballero de la Gran Cruz de la Real Orden Victoriana (GCVO). La viuda de Sir Michael, Lady Angela, fue la dama de honor de la reina madre en su boda, y tanto ella como la actual monarca compartieron una profunda amistad toda la vida. Tras la muerte, la viuda manifestó: “Él siempre dijo que tenía el trabajo más maravilloso que alguien podría tener y que durante toda su vida laboral simplemente hizo lo que hubiera hecho si fuera un hombre rico que no tuviera que trabajar”.
La pérdida menos esperada
Solo quienes han tenido mascotas pueden entender el sufrimiento que dejan cuando se van. Isabel es una de esas personas. Desde que, a los 18 años, su padre le regaló su primera perra corgi, Susan, la reina nunca abandonó su pasión por los animales y llegó a tener 30 perros descendientes de aquella mascota inicial. Por eso, la muerte de uno de sus queridos cachorros resultó otro duro golpe para su estado de ánimo.
Durante la internación de Felipe, para ayudarla a sobrellevar el estrés, el príncipe Andrés le regaló dos corgis: Fergus y Muick, que además llenaron el vacío que había dejado Vulcan, otro de los perros reales, fallecido en diciembre. A Isabel solo le había quedado su mascota Candy para pasear por el parque, una de sus actividades favoritas; a tal punto que, tras darle el último adiós a su marido, la monarca decidió buscar consuelo en sus animales, con quienes compartió unos momentos en el Castillo de Windsor inmediatamente después del entierro. Por eso, la repentina despedida del pequeño Fergus, en mayo, fue una noticia que -según fuentes del palacio- la dejó completamente “devastada”.
La desolación de la pandemia
Desde que comenzó la pandemia del coronavirus en el mundo, Isabel se aisló junto a Felipe en Windsor. Allí, en 2020, los dos se hicieron compañía entre sí y parecían disfrutarlo. A pesar de la falta de visitas de la familia, compensaban la ausencia con videollamadas y teleconferencias. Durante aquellos meses, la pareja incluso pudo participar del casamiento de su nieta, la princesa Beatriz, quien realizó una ceremonia íntima para los más cercanos.
Pero ese atisbo de felicidad también le fue arrebatado. La despedida de su marido la despojó de su presencia. Hoy, Isabel pasa sus días en soledad en la inmensidad del castillo, en una nueva etapa de su reinado: la última. Aunque viuda y sola, no se espera que la monarca vaya a abdicar, sino que lo más probable es que comience a delegar tareas en su heredero, el príncipe Carlos, y en otros miembros de la realeza como los Cambridge y los Wessex.
Quizás esa sea la razón por la que la reina le pidió al duque de Kent que estuviera a su lado este 12 de junio, en ocasión de su cumpleaños; un día en el que el desconsuelo por la crisis mundial también se verá reflejado en una Isabel de ánimo frágil y abatido.
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