El Cortesano, Galileo y los Médici
¿Con quiénes se vinculó el gran astrónomo italiano para obtener apoyo a sus proyectos? Galileo cortesano , un libro de Mario Biagioli publicado recientemente por Editorial Katz, cuenta cómo sus relaciones con la corte florentina lo ayudaron a llevar a la práctica las ideas que cambiaron la concepción del mundo
En el verano de 1609, Galileo, entonces profesor de matemáticas de la Universidad de Padua, logra construir un telescopio notablemente mejor que los fabricados hasta ese momento en el norte de Europa. Con el nuevo instrumento, efectúa una serie de hallazgos astronómicos que contradicen la cosmología aristotélica dominante y pueden emplearse para respaldar las teorías de los copernicanos. Llegada la primavera de 1610, presenta esos hallazgos excepcionales en el Sidereus Nuncius, dedicado a Cosme II de Médici, gran duque de Toscana. En dicho libro anuncia que la superficie de la Luna no es lisa, como afirmaban entonces los filósofos, y que existen muchísimas estrellas más de lo que se creía hasta el momento. Además, hace la declaración explosiva de que existen cuatro planetas más que los reconocidos por la cosmología dominante, y los denomina Astros Mediceos. Asimismo, agrega que esos astros no giran en torno de la Tierra, sino alrededor de Júpiter. Gracias al Sidereus Nuncius, Galileo adquiere fama internacional y se le abren las puertas del mecenazgo con los Médici.
En septiembre de 1610, ya se encuentra de regreso en Florencia, sin la obligación de trabajar como docente y con la promesa de cobrar un estipendio considerable de mil escudos por año.
El monto resulta bastante inusual, en comparación con lo cobrado por otros artistas y funcionarios importantes de la corte florentina. Aunque es difícil realizar comparaciones exactas de los ingresos que obtenían los cortesanos, porque en general superaban sus salarios, el estipendio de Galileo parece ser al menos tres veces más alto que el de otros artistas e ingenieros bien remunerados.
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Un lector actual, inmerso en una cultura que da por sentada la importancia científica de los hallazgos astronómicos galileanos de 1609 y 1610, podría considerar natural que los Médici ofrecieran una remuneración tan generosa a Galileo. Sin embargo, éste no llega a ser filósofo y matemático del gran duque gracias a sus aportes para la confirmación de la hipótesis copernicana. En efecto, la corte de los Médici no era el equivalente renacentista del jurado del Premio Nobel, y Cosme II no era copernicano.
Westfall sostiene, con bastante acierto, que los Médici no premiaron los descubrimientos de Galileo por su importancia científica ni por su utilidad tecnológica, sino por su valor como espectáculos, como prodigios exóticos. De hecho, los Médici deben haber considerado que los astros de Júpiter eran un hallazgo realmente excepcional, ya que Galileo venía fracasando desde 1610 en sus intentos de entrar a la corte y, de repente, luego del descubrimiento, éstos le dan la bienvenida con gran generosidad.
La explicación de semejante recompensa no se encuentra en la importancia científica que podían atribuirles los matemáticos y los filósofos de la época a los hallazgos de Galileo. En lugar de ello, para entender por qué Cosme II lo convoca a Florencia, habría que concentrarse en un público distinto: el de la corte florentina, ante la cual Galileo presenta sus descubrimientos como elementos aptos para el discurso cortesano.
A pesar de que los habitantes de la corte en general sabían poco de astronomía y de matemáticas, Galileo debe haber considerado que era un espacio importante para su trabajo, ya que desde 1604 intenta más de una vez cambiar la universidad por ese ámbito.
Mudarse allí no sólo implicaba cobrar un buen salario y liberarse de las obligaciones docentes, sino también evitar las limitaciones de la jerarquía disciplinaria que caracterizaba a la universidad, dentro de la cual los matemáticos quedaban subordinados a los filósofos, tanto en términos remunerativos como en términos profesionales. En la esfera universitaria se sostenía que la filosofía versaba sobre las causas verdaderas de los fenómenos naturales, mientras que las ciencias matemáticas sólo podían analizar sus accidentes, es decir, los aspectos cuantitativos de esos fenómenos. Por lo tanto, los matemáticos no estaban habilitados para producir interpretaciones físicas legítimas de los fenómenos naturales.
Sin embargo, si un matemático como tal no podía llegar a filósofo en el ámbito universitario, sí podía lograrlo en la corte, donde el estatus social y cognitivo de las personas no se determinaba tanto por su disciplina como por la gracia del príncipe. Al decir de un proverbio de la corte romana, el cortesano era como un billete monetario cuyo valor de cambio lo determinaba sólo el príncipe. Por lo tanto, la corte era una institución social donde Galileo podía obtener el título de filósofo que, a su vez, le daría la posición necesaria para defender con legitimidad la importancia filosófica de la teoría copernicana y del análisis matemático de los fenómenos naturales.
Los astros en contexto
Algunas de las causas que motivaron el interés de los Médici en las lunas de Júpiter son bastante comprensibles. Como afirma Galileo en la dedicatoria del Sidereus Nuncius, esos planetas nuevos constituyen un monumento a la dinastía medicea. Es más, se trata de monumentos con una duración excepcional y una visibilidad mundial, al menos para aquellos que cuentan con un buen telescopio. Sin embargo, existen otras causas tras el entusiasmo de los Médici con los hallazgos de Galileo. Tales causas resultaban evidentes sólo para las personas que vivían en Florencia y estaban familiarizadas con la mitología que los Médici venían articulando desde que Cosme I había creado la dinastía, a principios del siglo XVI. En esa mitología se había trazado una correspondencia entre el cosmos y el nombre Cosme, y se había relacionado frecuentemente a Júpiter con Cosme I, fundador de la dinastía y líder de todos los "dioses mediceos". Por lo tanto, Galileo podía dedicar su descubrimiento a cualquier mecenas, pero sólo los Médici estaban en condiciones de apreciar la importancia mitológica del hallazgo en toda su amplitud y de remunerarla en consecuencia.
Si bien éstos venían gobernando de facto la supuesta república de Florencia desde el siglo XV, el origen del ducado era mucho más reciente. En efecto, Cosme I había sido nombrado duque de Florencia en 1537 y había tenido que esperar hasta 1569 para ser el gran duque de Toscana. Entre 1540 y 1550, se había visto en la necesidad de crear la estructura política y administrativa del nuevo Estado, acompañada de una nueva mitología política que estabilizara el dominio de los Médici y lo presentara bajo la forma de una dinastía.
Tras ser nombrado duque de Florencia, Cosme necesitaba crear una corte sobre una base casi inexistente. Había que transformar a los ex dirigentes políticos de las poderosas familias florentinas en dóciles aristócratas cortesanos, y la nueva mitología que representaba al ducado como una forma de gobierno natural y necesaria debía indicar qué papel asumirían dentro de ella esas familias.
Para resolver esto, la estrategia de Cosme consiste en representar la soberanía de los Médici como si fuera el destino manifiesto de Florencia. (...)
Si bien Cosme no llega a encargar una historia genealógica de los Médici a la manera de las teogonías griegas, lo que sí encarga es una reinterpretación alegórica de las teogonías clásicas para que se asemejen a la historia de la Casa de Médici. La mejor articulación de este programa mitológico se encuentra en los frescos que pinta Vasari para decorar la Gran Sala de los Elementos y los Aposentos del papa León X en el Palazzo della Signoria, el primer palacio de los Médici, que luego se conocería como Palazzo Vecchio o Palacio Viejo.
Vasari describe todos los detalles intrincados que componen la mitología de los Médici tal como se la representa en esos frescos.
En este caso, lo más importante para tener en cuenta es la correspondencia específica que se establece entre Júpiter (el más grande de los dioses) y Cosme I (el fundador del gran ducado de Toscana), ya que esa relación mitológica desempeña un papel esencial en la táctica de mecenazgo de Galileo.
La correspondencia espacial entre la habitación dedicada a Cosme I y la dedicada a Júpiter funciona como eje central de la narrativa mitológica que se desarrolla en los frescos de los dos sectores. (...)
En la dedicatoria del Sidereus Nuncius a Cosme II, Galileo introduce la analogía entre los Astros Mediceos y las siete virtudes de Cosme I, tanto las morales como las "augustas". También sostiene que el joven Cosme exhibe esas virtudes en todo momento y que las ha obtenido directamente de Júpiter, que se encontraba justo por encima del horizonte a la hora de su nacimiento.
Esas virtudes "emanan" de las cuatro estrellas que, como las virtudes innatas, giran siempre en torno de Júpiter, muy cerca de él, y nunca lo abandonan. Por lo tanto, dado el vínculo entre Júpiter y Cosme I, Galileo insinúa que Cosme I le ha transmitido sus virtudes (y las de Júpiter) a su sucesor a través de los Astros Mediceos y que, al revelar la existencia de dichos astros, es él mismo quien actúa como una especie de intermediario para ese encuentro astrológico-dinástico.
El lugar del matemático
"Aunque su carrera en la corte y su título de filósofo son dos elementos excepcionales para un matemático de la época, hay muchos otros aspectos en los que Galileo responde al rol tradicional de los matemáticos en esa sociedad -dice Biagioli en el prólogo de su libro-. Por ejemplo, si se considera la formación profesional de Galileo, su estatus social o su modelo de carrera, resulta difícil distinguirlo de otros matemáticos prestigiosos antes de 1610. En efecto, el padre de Galileo, un reconocido músico y teórico musical llamado Vincenzio Galilei, lo envía a la Universidad de Pisa para que estudie medicina (y ayude a aliviar las dificultades económicas de la familia), pero su hijo finalmente se va de Pisa en 1585 sin ningún diploma. Como muchos otros matemáticos, Galileo no estudia su disciplina en la universidad. Su primer profesor en Florencia es Ostilio Ricci, un experto en matemáticas aplicadas e ingeniería militar que dicta clases a los pajes de la corte florentina y les enseña perspectiva a los pintores, escultores y arquitectos de la Accademia del Disegno, una academia de Bellas Artes patrocinada por los Médici. Esto significa que Galileo pasa sus primeros años en Florencia inmerso en la cultura profesional de las matemáticas aplicadas, donde se entrecruzan la arquitectura, la mecánica, la fortificación y las artes visuales.
A partir de 1588, el autor comienza a enseñar matemáticas, astronomía, mecánica y técnicas de fortificación en Siena, Pisa y Padua, dentro y fuera de las universidades. El hecho de que dictara clases en ellas sin un título universitario da cuenta de que las ciencias matemáticas no se concebían como una disciplina filosófica, sino como una disciplina técnica, enseñada a los aprendices más que a los estudiantes universitarios. En efecto, la posición de los profesores de matemáticas en las universidades era marginal.
Además de existir la brecha disciplinaria y epistemológica que ya se ha mencionado, las ciencias matemáticas en general se asociaban con las artes mecánicas debido a su función en la contabilidad, las mediciones geográficas y la mecánica misma. Por todo esto, los profesores de matemáticas no tenían demasiado estatus y ganaban entre seis y ocho veces menos que los filósofos. Por último, el carácter marginal de las ciencias matemáticas dentro de las universidades se refleja también en su subordinación a otras materias dentro del plan de estudios y en la escasa cantidad de cátedras dedicadas a esa disciplina (una en Padua, una en Pisa y dos en Bolonia).
En Padua, por ejemplo, donde enseña entre 1592 y 1610, Galileo se desempeña como asesor del Arsenal Veneciano y se dedica como pasatiempo a los inventos mecánicos (de hecho, patenta una máquina para levantar el agua). Además de su actividad universitaria, complementa el salario relativamente bajo que le pagan por ella dictando clases de matemáticas, mecánica y, en especial, técnicas de fortificación a alumnos particulares que, en algunas ocasiones, aloja en su casa. En 1599 se instala allí un artesano llamado Marcantonio Mazzoleni, que se dedica a fabricar instrumentos. Su principal tarea en la casa de Galileo es construir compases militares y geométricos, instrumentos de cálculo que Galileo luego vende, sobre todo a sus alumnos particulares.